SUCESOS HISTÓRICOS MÁS IMPORTANTES

                    Los antecedentes más remotos de la primera se consignan en un documento existente en el Archivo General de la Nación procedente del año  de 1642, en el que los naturales del lugar entablan juicio en contra del propietario de la ciencia, don Luis Fernández Olvera sobre la posesión de un sitio llamado arroyo seco. Otro documento fechada en 1721 señala como propietario de Chicavasco a Juan Manuel Argüelles y Miranda quién vendió gran parte de sus propiedades al Colegio de San Pedro y San Pablo de la orden jesuita, en 1723 con lo que se amplió considerablemente la hacienda de Santa Lucía administrativa y explotada por la orden religiosa desde 1576.

                    Por lo que se refiere a la hacienda de Tepenené, el documento más antiguo que contiene referencias a este sitio procede del testimonio del escribano José de Montalbán , presentado como prueba en un juicio iniciado por los habitantes del poblado de Tetitlán en el año de 1709, en contra de Roque Escobedo, del que puede deducirse la existencia de la hacienda para finales del siglo XVI. En 1710 era su propietaria doña Manuela Calderón, según deduce del juicio que inició en su contra Antonio Paredes, dueño del rancho de Cosahuayan, al igual que Chicavasco, Tepenené, también fue vendida al Colegio de San Pedro y San Pablo en 1723.

                    En efecto, en 1723, se efectúo la "compra de tres haciendas situadas en la periferia del Valle de Actopan, a fin de impulsar la cría de ganado. La adquisición, implicó un desembolso de 25 mil pesos". La historia de las tres haciendas fue semejante, entre  1557 y 1620 la mayoría de los títulos de propiedad pasaron a posesión de españoles por medio de compras o mercedes y siempre en unidades que no excedían de dos estancias de dos a tres caballerías. Por mediados del siglo XVII (1642) como se ha visto se habían ya conformado como haciendas, sobre todo Chicavasco y Tepenené y su propiedad se fue confirmado por los procedimientos de composición de tierras. En lo sucesivo pasaron por diversos dueños que las adquirieron por herencia o compra. A principios del siglo XVIII obligado por las circunstancias don Manuel Argüelles de Miranda dueño de Chicavasco y Tepenené (esta última comprada a doña Manuela Calderón 1698), gravó ambas propiedades con un préstamo solicitando a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, la cual embargó las estancias ante la falta de pago y más tarde en 1723 las remató al Colegio de San Pedro y San Pablo.

                    Sobre el desarrollo de estas dos haciendas de Tepenené, adquirida en junio de 1723, eran equivalentes a los gravámenes vencidos que se destronaron a la obras pías. La hacienda abarca 8.8 kilómetros cuadrados de pastos y 46.7 hectáreas cultivables situadas casi entre Actopan y Tornacuxtla .

                    La naturaleza discontinua de cada estancia es vidente, puesto que las tierras de Topenené caían dentro de las antiguas jurisdicciones de los pueblos de Actopan y Tornacuxtla, así también como Chicavasco, Ixquinquitlapilco, Tecajique, Tetitlán y Tornacuxtla. Además de las tierras de pastoreo, los jesuitas recibieron algo de equipo, 20 bueyes y algo menos de 100 caballos. Durante el primer año después de la compra, aproximadamente 28 hectáreas con maíz para 1725, las actividades de siembra, los bueyes y el equipo agrícola fueron trasladados a Chicavasco, bajo la administración de los jesuitas. San José de Tepenené fue convertida en un rancho de cabras y caballos en gran escala.

                    El pueblo de Tepenené, situado en la cima de una colina a menos de un kilómetro de distancia de la casa de la hacienda, casi había dejado de funcionar como comunidad para el momento en que los Jesuitas pronto agregaron una troje muy amplia, una modesta residencia y una pequeña capilla, todo rodeado por fuertes muros de piedra, estaba ubicada en la planicie y controlaba las aguas de un arroyo que había en la región montañosa hacía el norte, la hacienda por tanto, disponía de las tierras y aguas cercanas para la agricultura, no obstante la naturaleza árida de las tierras de los alrededores. El camino que conectaba a Pachuca con Actopan (a nueve kilómetros hacia el noroeste) pasaba frente a la residencia de la hacienda y suministraba un fácil acceso a los mercados vecinos y al principal centro administrativo de Santa Lucía a 65 kilómetros hacia el sur.

                    Chicavasco, adquirida en 1723, costó 12 200 pesos, de los cuales 10 700 se destinaron a cancelar gravámenes, casi todas las estancias estaban agrupadas alrededor del pueblo de indios llamado Chicavasco, situado en la cima de una colina al borde de las montañas que formaban parte de los linderos seudo - occidentales del valle de Actopan, a nueve kilómetros del pueblo del mismo nombre. De acuerdo con los títulos de la nueva hacienda abarcaba 56.5 kilómetros cuadrados de pastos y 85 hectáreas de tierras cultivables. Parte de esas tierras se encontraban diseminadas dentro de una extensa zona en las jurisdicciones de Actopan y Tetepango - Hueypoxtla. Al igual en el caso de Tepenené, el pueblo había quedado reducido a unas cuantas casas, y sus tierras habían sido absorbidas por la expansión de las tierras en el transcurso de más de un siglo y medio. La casa de la hacienda de Chicavasco estaba situada más abajo del pueblo, hacia el norte, asentada en la ribera de un río que corría hacia el valle de Actopan.

                    Con laderas boscosas por detrás, tierras en el cauce del río por delante y con cercanas colinas, la hacienda de Chicavasco contaba con los recursos naturales que necesitaba para su desarrollo.

                    Los jesuitas convirtieron a Chicavasco con un centro agrícola y de cría de ganado y procesamiento de sus productos. Los edificios que existían fueron gradualmente construidos y mejorados a fin de incluir un rastro, un enorme troje, establos, corrales y una residencia. Como se encontraba a sólo seis kilómetros de Tepenené, hacia el oriente, llegó a ser el centro del procesamiento de animales que se habían creado en ella y en otras anexas de Santa Lucía que los jesuitas adquirieron posteriormente en esta región.

                    Con la compra e incorporación de tres haciendas en 1723 continúo la expansión de Santa Lucía de los sistemas del valle que se extendía hacía el noroeste de Pachuca. Su comunicación a lo largo de las vías de comunicación y de transporte que conducían a Pachuca y a otros centros mineros en el norte fue indudablemente un factor que los jesuitas tuvieron en mente cuando adquirieron esas haciendas que los hacendados españoles habían podido explotar  solo marginalmente durante el siglo XVII y las primeras décadas XVIII. Esa región llegó a ser posteriormente un importante centro de elaboración del pulque.

                    Al ser expulsados de la Nueva España por orden de Carlos III los integrantes de la Compañía de Jesús en 1767, sus propiedades fueron subastadas, entre ellas las estancias de la hacienda de Santa Lucía a la que pertenecían Chicavasco y Tepenené, adjudicándose ambas a don Pedro Romero Terreros primer Conde de Regla, quién continuó las labores agropecuarias aunque con menos intensidad que los religiosos Jesuitas.

                    A finales del siglo XVIII, el desarrollo económico de las doce haciendas había propiciado la ocupación de un buen número de trabajadores tanto por las actividades agrícolas tanto por las actividades agrícolas como para las pecuarias, formalizándose el establecimiento de un pequeño poblado ocupado como residencia de los operarios de las haciendas y otras estancias de la comarca, reconociéndole categoría de pueblo sujeta a la Alcaldía Mayor de Actopan, hasta el año de 1787 fecha en que la orden Agustina funda una modesta ermita en el lugar.

                    En 1806, don Andrés Pérez, vecino del lugar, inicia la construcción del templo del milagroso Señor Maravillas que fue iniciado en 1810 y concluido en 1812, entregándose a la acción del clero secular.

                    Es conveniente anotar que dentro del poblado de Tepenené se encuentran ubicados los enormes monolitos conocidos como "Los Frailes" de allí su nombre cuya etimología procede de las palabras Tepetl cuyo significado es "cerro" y Nanetl "muñeco",  es decir, el cerro de los muñecos. Estas inmensas formaciones rocosas  llamaron la atención el insigne Alejandro de Humbolt quien los visitó en1883.

                    Al consumarse la independencia en 1821 y promulgarse la Constitución de 1824, El Arenal continuó  como dependencia del Distrito de  Actopan  dentro del extenso Estado de México y con la categoría de municipio dentro del mismo partido, pasó a formar parte del Estado de Hidalgo a partir del 16 de Enero de 1869.

                    La historia del Arenal se confunde imperceptible con la de Actopan, sobre todo, en razón de que la importancia del lugar procede fundamentalmente de los últimos cincuenta años, cuando se observo un importante crecimiento poblacional lo que le mereció a su cabecera elevarla a la categoría de villa a partir del 8 de febrero de 1978.

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