La Hillary
La Política en Tacones
Por Pilar Ramírez Ramírezramirez.pilar@gmail.com

31 de enero de 2008.- “Nunca he tenido miedo de sostener lo que pienso y tampoco de enfrentar a la máquina republicana” dijo la senadora Hillary Clinton cuando anunció su decisión de contender por la candidatura demócrata a la presidencia de Estados Unidos en enero de 2007. Se comprometió nada menos que a limitar los daños causados por el gobierno de George Bush, lo cual no parece una tarea muy sencilla. Hoy, esa mujer menuda, pero reconocida por su fiereza y brillantez, tiene grandes posibilidades de competir por la presidencia del país más poderoso del mundo. Sólo esa forma de presentarse fue suficiente para ganar simpatías.

Las primarias de Estados Unidos muestran casi cada día hechos inéditos que las hacen tan sorprendentes y atractivas como si se tratara de las elecciones presidenciales, pero la más discutida es, sin duda, la elección demócrata con la participación de una mujer y un afroamericano como punteros.

La legisladora Eleanor Holmes, del distrito de Columbia, resume bien el sentir de una buena parte de los votantes demócratas: “Durante muchos años pedimos en la candidatura a una mujer y a un negro, ¿por qué tuvo que darse al mismo tiempo?” Esta elección difícil es lo que ha hecho tan competida la contienda. Un buen ejemplo de ello es el respaldo que la poderosa presentadora de televisión Oprah Winfrey dio a Barack Obama. Su apoyo a una mujer hubiese sido comprensible, pero resultaría políticamente incorrecto frente a su público no apoyar al candidato afroamericano. En las urnas es notable también esta situación; en Carolina del Sur, donde ganó Obama, éste recibió 20 por ciento de los votos de ciudadanos blancos, mientras Hillary logró 34 por ciento de votos afroamericanos.

En tanto, los dos candidatos se conducen como si Hillary no necesitara hombres y como si Obama no necesitara blancos, en una apuesta de todo o nada por la candidatura. Ambos reciben el respaldo de sus cónyuges. Michelle Obama, la esposa de Barack, es una aguerrida abogada que está jugando un papel muy relevante en la candidatura de su marido. Bill Clinton también, pero la campaña de Hillary es criticada por ello. Es cierto que el ex presidente hace uso de su capital político para apoyar a su mujer, pero su presencia es lógica –tratándose del esposo- y no puede calificarse de inequitativa, pues él ya no desempeña ningún cargo público.

Hillary ha dejado en claro que no está compitiendo porque es mujer sino que lo hace porque es la mejor calificada y con experiencia para desempeñar el trabajo de presidente. Asegura que la resistencia a considerar que una mujer puede ser la comandante en jefe ha disminuido pero no ha desaparecido en Estados Unidos. En uno de los mítines de campaña, un republicano le gritó “¿por qué no te vas a tu casa a plancharle las camisas a tu marido?” La senadora sólo sonrió y dijo “el fantasma del sexismo todavía vivo”, pero la mejor respuesta a esa pregunta conservadora la dan algunos militantes demócratas que portan playeras con la leyenda “Bill Clinton for First Lady” (Bill Clinton para Primera Dama).

Hillary Clinton ha podido sortear también críticas por inconsistencias políticas e ideológicas. La más grave de las primeras fue su postura respecto a la guerra de Irak; en lo segundo, no tiene reparo en admitir que era republicana, lo cual resultaba explicable porque creció en una familia de larga tradición conservadora. Pero estudió, reflexionó y la consecuencia lógica fue que los principios republicanos simplemente no iban con la óptica del mundo que iba adquiriendo: se volvió demócrata. Fue un proceso sencillo y claro, muy diferente al de muchos ejemplares de la política local que se acuestan naranjas y se levantan azules, se duermen azules y despiertan rojos, o peor, azul pálido.

La suerte de los candidatos se definirá el supermartes, el próximo 5 de febrero, día en que votarán 23 estados, pero, con independencia de los resultados, Hillary Clinton forma ya parte de la historia de Estados Unidos y de las mujeres en la política. En entrevista en el programa de David Letterman contó que una señora de 80 años se le acercó a felicitarla, porque ella todavía recordaba cuando las mujeres no tenían siquiera el derecho a votar. Muchas madres de familia le aseguran que es un ejemplo para sus hijas.

Una mujer o un afroamericano en la candidatura demócrata será un parteaguas. Si las condiciones políticas lo permitieran, la fórmula Clinton-Obama no sería desdeñable. Lo cierto es que Hillary está desafiando a los políticos más conservadores, a los hombres y quizá a muchas mujeres que todavía no digieren la idea de tener una jefa en la Casa Blanca.

En un episodio de la serie The West Wing, que narra las peripecias del presidente demócrata Josiah Bartlet, éste le dice a Abigail Bartlet, su mujer, que debe estar orgullosa de estar casada con él, que es el presidente de los Estados Unidos y no con el chofer con el que se hubiera casado de no haber sido así, a lo que ella replica: “Si me hubiera casado con ese chofer, él, y no tú, sería ahora el presidente de los Estados Unidos”.

Está viva la posibilidad de que Hillary Clinton pueda sentirse doblemente orgullosa.
 

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