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Su propia liturgia

Pilar Ramírez: Política en tacones
ramirez.pilar@gmail.com

Octubre 17 de 2017

El discurso que pronunció el presidente Enrique Peña Nieto en el Museo de Antropología, al término de la clausura del foro Impulsando a México, puede tener varias lecturas. Fiel a las prácticas de la política mexicana, se trata de un discurso hasta cierto punto críptico que parece dirigido sólo a los iniciados, pero los legos también lo interpretarán, según la cantidad de información de que dispongan. Una interpretación muy simple puede ser que pretende apaciguar a los acelerados, de su partido y de los otros, y pedirles que esperen a que se cumplan los plazos para elegir al candidato presidencial.

        También puede ser un mensaje a los integrantes de otros partidos, especialmente a los que tienen aspiraciones presidenciales, para decirles que por más renuncias relevantes como la de Margarita Zavala o la conformación del Frente Ciudadano por México anunciada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, no serán los otros partidos los que definan los tiempos del PRI.

        Otros posibles interpelados pueden ser específicamente los aspirantes priistas. Pues además de pedir tener paciencia con los plazos, también dio pistas sobre qué características debe tener el aspirante priista a la presidencia: amar entrañablemente a México, con trayectoria que acredite conocimiento y experiencia en el servicio público y una propuesta clara y sin retórica. Dado que no mencionó que deba ser honesto, justo, culto, con una trayectoria no cuestionada, no haber cometido ningún acto contrario a la ley, transparente y respetuoso de los poderes, entonces serán muchos los que continúen sintiéndose con posibilidades y continuará la lucha interna para intentar ser el elegido.

        Para interpretar las palabras del Presidente también se debe tomar en cuenta que pronunció estas palabras justamente en un acto donde estaban presentes dos secretarios que han sido muy mencionados como presidenciables: José Antonio Meade y Aurelio Nuño. Aunque habrá que rescatar, para no dejar fuera por completo a los ausentes, que minimizó el problema de los socavones y prácticamente exoneró a su secretario de Comunicaciones y Transportes pues afirmó que siempre se le quiere atribuir todo a la corrupción y no es así, socavones, por ejemplo, dijo que hay en todos lados. Siempre se quiere encontrar a un culpable. ¿Qué opinarán del discurso presidencial los familiares de las dos personas que fallecieron en el socavón del Paso Express de Cuernavaca? Seguramente no estarán de acuerdo, pero por el momento lo que cuenta son los votos potenciales y si para ganarlos hay que restar importancia a dos muertes ¿qué más da?

        Una lectura adicional es la que puede hacer el ciudadano común. El no iniciado en los laberintos de la política. El que interpretará de forma casi literal el discurso. El que se siente aludido cuando el Presidente pide estar consciente de lo que se vivirá el próximo año, cuando haya que elegir a quien lo sustituya, porque se deberá hacer una valoración de los perfiles que compitan por la presidencia.

        Ese ciudadano concordará con el presidente en que si este toma una mala decisión eso joderá a México (más). Entonces, ese ciudadano querrá un candidato que no acepte dinero del narco, que no se haya enriquecido explicablemente por haber pasado por cargos públicos, que no sea la esposa, primo, hijo, cuñado o hermano de otro político que ya ejerció el cargo, porque eso de las dinastías nos suena a corrupción y una ambición familiar desmedida por el poder, que no prometa puras cosas buenas en la campaña y luego nos golpee con gasolinazos, que no veamos a su familia vivir principescamente mientras a la mayoría apenas le alcanza para comer, que no los veamos rodeados de guaruras mientras el ciudadano de a pie está expuesto a que lo “levanten”, lo asalten, lo maten o lo desaparezcan.

        Ese ciudadano, que se ha vuelto arisco y exigente, por los palos de los políticos, no puede creer en un candidato que promete democracia si en su propio partido no se elige democráticamente, por más que el Presidente afirme que su partido tiene sus propias liturgias. Si a la iglesia le han funcionado las de hace miles de años, no puede ser igual para un partido, porque hace apenas cuarenta años sólo funcionaba de la manera más descarada el dedazo. Aquí la tradición no vale. Tampoco querrá a un candidato que se elija a las escondidas, aunque sea de un grupo de partidos que forman un frente. Porque parece que este proceso es ajeno al ciudadano que después votará por ese candidato.

        Si nos piden que antes de votar valoremos lo que México ha logrado, entonces lo haremos: será cuestión de intentar hacer un recuento de los desaparecidos, de los muertos que no han recibido justicia, de los servicios que no existen, de los bienes de que gozan los políticos, de las acciones para censurar a periodistas incómodos para el poder, de los feminicidios, de las leyes en contra de los derechos de las mujeres, de la situación de miseria en que viven muchas familias, de la calidad de los servicios de salud pública, de un servidor público que recibe dos millones de pesos de indemnización por apenas unos meses de trabajo, mientras un trabajador cualquiera recibe una miseria por toda una vida de trabajo. Todo eso valoraremos cuando tengamos que elegir presidente. Ah, y aunque los haya en otros países, también pensaremos en el socavón de Cuernavaca.

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