MONUMENTOS ARQUITECTÓNICOS

Centro Médico Quirúrgico Santa Elena

Reconocemos en Don Luis C. Ortiz, al hombre estudioso, erudito a quien gustaba meterse en los olvidados archivos para investigar noticias de tiempos precortesianos y apuntarlas con sus fechas pacientemente y darlas a conocer a sus semejantes. Nosotros hemos tomado valiosas notas de sus artículos, aprovechando exclusivamente lo que respecta al municipio y a la parroquia de este pueblo de Tezontepec. Por eso centramos nuestra atención en lo que es ahora un pueblo, en sí fijándose en el espacio que se considera como "El Centro" en que se encuentra ubicada la plaza espaciosa, rodeada de casas habitacionales y comerciales que la rodean, rematada al oriente, por un elegante kiosco, estilo oriental, circundando de un pequeño jardín que sirve de descanso a sus moradores y visitantes.

Más al fondo como adalid de orden y bienestar del pueblo se encuentra el Palacio Municipal, de estilo neoclásico donde despacha el Señor Presidente con su H. Cuerpo Administrativo. Este edificio, sobrio, elegante y funcional, fue construido en 1910 y remodelado en 1983, otro ajuste menor lo hicieron en 1990. En su interior hay pinturas ejecutadas por el artista local Don Luis del que hicimos mención. Las pinturas no son de un valor histórico ni se quiere exagerar su arte, solamente se dice que vale la pena admirarlas y ponderarlas. Posee además una Biblioteca para instrucción del pueblo, especialmente del estudioso con promoción en los alumnos de las escuelas. En la parte baja, con puerta al Norte, tiene un Auditorio Municipal para esparcimiento de la sociedad.

Este edificio estuvo a punto de ser destruido en aquellas manifestaciones de barbarie cuando turbas carracistas y zapatistas se disputaban la plaza entrando brutalmente a la población en que saquearon y quemaron "La Tienda Grande" y la casa de Don Ezequiel Orozco. Invadieron el Palacio en busca el Presidente y al no encontrarlo trataron de incendiar el edificio que sólo daño parcial pero perdió parte de su archivo y varios documentos oficiales, el robo de su costosa tapicería y la destrucción del artístico vitral emplomado que había en su entrada principal.

Después de habernos ocupado en lo que correspondió a la parte civil, tratamos en esta segunda parte, escudriñar el aspecto exclusivamente religioso. La primera interrogación que parece brotar es saber el título inicial de la parroquia, y la respuesta se precisa tomándola de los libros del cuadrante en los que se designa escuetamente: Parroquia de San Pedro Apóstol, Tezontepec, Hgo., sin haber variado hasta nuestros días. Sin embargo, no podemos soslayar que en un mismo palmo de terreno se encuentran otros templos en idéntica denominación, aunque no son parroquias o cabeceras jurisdiccionales, pero los pueblos ostentan el mismo título de "San Pedro Apóstol", por ser el patrón principal religiosamente hablando, inclinándonos a creer que algún religioso agustino estableció este triángulo geográfico con pueblos limítrofes comprendiendo esta región. Se tiene así a San Pedro Huaquilpan" que corresponde a la parroquia de Tellea "San Pedro Tezontepec" que ha sido siempre sede presbiterial.

Hay una extensión de la Ex-Hacienda llamada "Huitepec" de la jurisdicción parroquial de Tolcayuca pero que perteneció en propiedad a los padres jesuitas en el siglo XVIII antes de su expulsión del país, que tiene una capilla estrecha y oscura, también dedicada a San Pedro Apóstol que celebra su festividad el mismo 29 de junio, Huitepec es un rancho lejano y casi desierto al que se llega por un camino torturoso que se encuentra ubicado al noroeste de Acayuca, jurisdicción civil de Zapotlán, del que no sabemos que se haya llamado San Pedro, ni que se haya fundado por los agustinos. Prescindiendo de Huitepec, de Huaquilpan y Tlaquilpan (que también tiene historia muy arraigada), nos restringimos en nuestras páginas sólo a este lugar de Tezontepec, reconocido ahora como Villa y como Parroquia diocesana.

En la primera década de 1200, (en el pasado Mayo se acaba de celebrar la festividad civil como un gran acontecimiento local, organizado por la Presidencia Municipal con participación de artísticas traídos desde México y con la filmación de una película que se llevó a la colonia Tezontepequense radicada en Chicago, E.U.A., en que se celebraron los Setecientos Años de la fundación de este pueblo), la tradición se responsabiliza en asegurar que tuvo un origen entonces, pero restringiéndose a la historia religiosa, ésta otorga con mayor seguridad el primer vestigio de la existencia el convento colocándolo en el año de 1554. Grijalva, Cronista de la Orden Agustina dice que "en ese año se tomó casa en Tezontepec. La lengua es otomí, aunque también hay mexicanos, por la vecindad que tiene con los pueblos de esa lengua Apan".

Otro testimonio lo ofrece el historiador Hipólito Fortino Vera, que al referirse al Arzobispo de México, dice, que "Tezontepec" parroquia de la Victoria Foránea de Pachuca, al noreste de México a 72 kilómetros fue fundada por los Padres Agustinos en 1554, en cuya fecha ya estaba concluida la casa". Tiene importancia señalar que ambos autores emplean simplemente el término de "casa", no convento, ni templo. Estos fueron levantados en los años siguientes y en cuanto a fechas se refiere, se han observado algunos renglones que consignamos en seguida. Aunque sin fundamento propiamente histórico, no parece arriesgado a firmar que al principio de la conquista, estuvieron presentes como en otros pueblos aledaños los padres franciscanos iniciando la evangelización. Los padres agustinos vinieron poco tiempo después, la deducción proviene de que consta históricamente que los Franciscanos, formando la primera tanda de los doce, llegaron a México en 1525 y la segunda llegó en 1526 año en que se erigió el primer Obispado de México por el Papa Clemente VII, con un territorio inmenso que comprendía lo que ahora constituye el Estado de México, todo el de Hidalgo y parte del de Veracruz hasta llegar al mar, y los religiosos se distribuyeron por todo eso Obispado.

Actividad Franciscana misionera que se inició formalmente en 1528, después de asentarse en Texcoco, (donde residió Fray Pedro de Gante, franciscano de un gran dinamismo apostólico, del que algunos historiadores opinan que haya venido a Tezontepec, pero no consta en documento alguno), y en Tlatelolco, "Provincia del Santo Evangelio", con una actividad que se extendía por los Estados ya mencionados así como los de San Luis Potosí y Tamaulipas, es lógico que atendieran a los más cercanos como son los de Hidalgo y Querétaro. Dos siglos después fueron ellos los que evangelizaron lo que se llama "Sierra Gorda" creando multitud de Centros de Misión de la Huasteca con base en Tampico, desplazándose por Querétaro e Hidalgo con sedes establecidas en Jiliapan, Tecozautla y Caderyta. Entre estos Jiliapan, es un pueblo que casi ha desaparecido con ruinas de lo que fue el convento y el templo, que se haya ubicado en una serranía seca, distante y escabrosa del Estado de Hidalgo. Por documentos consta que los franciscanos de Jiliapan atendían espiritualmente ya en 1597 a la población de Escanela, Qro.

Las fundaciones de Misiones Franciscanas de San Fernando en México y de San Francisco en Pachuca, tuvieron lugar hasta 1739 en que continuaron su acción evangelizadora, ya iniciada, en la misma Sierra Gorda venciendo grandes obstáculos. De ahí que la prudente deducción a que nos referimos, de que los franciscanos fueron los primeros en evangelizar estas tierras de la altiplanicie se basan en los datos ya aportados y los refuerzan las noticias que se tienen de que el  hermoso Convento de Epazoyucan, esbelto y majestuoso pero en un horizonte gris, fue edificado en solo siete meses y unos días más, gracias al crecido número de indígenas que trabajó febrilmente en esa magna obra. En ese lugar la actividad misionera se inició apenas tres años después del arribo de los  primeros franciscanos al territorio nacional.

Las misioneros procedían de "Texcoco", y de hecho Epazoyucan fue durante varios años "vista pastoral" de "Cempoala", de fundación también franciscana. El servicio espontáneo de los indígenas de esa  religión es de admirarse porque, más adelante, se encuentra la historia portentosa del Padre Francisco de Tembleque que emprendió un obra de gigantes como fue la admirable construcción de un acueducto a lo largo de varios kilómetros y de variada altitud, que exigió sacrificio de años por parte del padre director y de los "naturales", sin renumeración adecuada, sin embargo, ahí estuvieron fieles a las exigencias del dinámico y santo religioso.

(Como nota interesante, regresamos al complejo del templo (Como nota interesante, regresamos al complejo del templo y convento e Epazoyucan ya fechas recientes, en que como para preservar la riqueza de su construcción y sus pinturas, fue remodelado, por parte de la SEUE, acatando disposiciones del señor Gobernador Carlos Ramírez Guerrero (1963-1969), permitiendo entrar después la remodelación solamente al sacerdote titular encargado por el culto divino y solamente entrar al templo y a la sacristía. El convento quedó clausurado, al que se entra solo en calidad de turista). Continuando la historia anterior, los religiosos agustinos erigieron su provincia llamada "del Santísimo Nombre de Jesús", en 1543 en la Ciudad de México y el que era entonces emperador de España con Carlos V, les donó la suma considerable de $162,000.00 "duros" para la construcción de su iglesia que se inicio solemnemente el 28 de Agosto de 1541, fiesta de su Patrón San Agustín, es decir, dos años antes, colocando la primera piedra el propio Virrey Don Antonio de Mendoza. Contando en fechas retroactivas, estas noticias históricas reaniman en cuanto a que se afirma que estos religiosos vinieron de México a Tezontepec por primera vez en 1540, influyendo con su doctrina cristiana para que cesaran los conflictos existentes entre los naturales.

Esos buenos misioneros debieron llegar a Tezontepec en plena estación floreciente, porque los cronistas de ese tiempo hablan de que "se presentó a su visita la magnificencia de su clima templado, tan beningo en otro tiempo. El paisaje en efecto, debió parecerles atractivo, cerca de aquí serpeaba un "Atlahuatilica o Barranca del Papalote con sus flores silvestres, cactus y céspedes con variados matices, por estos atractivos matices se determinó su elección para la construcción de un convento y una escuela dedicada a la instrucción de los "naturales" de la región. La grandiosa obra de la construcción del Convento se inició con la valiosa ayuda de los indios, bajo la dirección de Fray Joseph de Téllez Neira. Los Naturales viejos contaban que "grandes coordenadas" de ánimos de trabajadores se distendían  desde el Cerro Colorado hasta el Pueblo Nuevo (así lo llamaron al principio), y que del uno al otro se pasaban por turnos los grandes bloques de tezontle que utilizaron en la sólida construcción.

Fray Joseph, entusiasta e infatigable, era todo un arquitecto semejante a Pedro de Gante. El convento aparenta sencillez, pero es muy complicado en sus planeaciones y distribuciones. El Excelentísimo Virrey de la Nueva España, Don Luis de Velasco, segundo con ese nombre y octavo como Virrey, antes de su promoción a Perú. Cedió el año de 1590 el sitio de "Pascuatitlán" para comunidad del Santo Patrón. No es por demás reiterar que estos pueblos, Coayaca: lugar de la víbora y de la yuca; Ixtlahuaca, tierra llana o desierta; San Felipe Zacatepec, Cerro del Zacate y Santa María Actipac: donde comienza el agua; pertenecían a Tezontepec en su jurisdicción parroquial, pero desde 1960 en que se instituyó la nueva Diócesis de Texcoco y por pertenecer al Estado de México, las autoridades eclesiásticas tomaron esos pueblos y los entregaron para su administración pastoral a la parroquia de Temaxcalapa, dejando a Tezontepec, en su jurisdicción parroquial reducida a lo mínimo, hasta constituirla en  la más pequeña de la Diócesis de Tulancingo. También conviene recordar que con la administración de aquellos bienes de Coayuca, donados por el Virrey, se sostenían los gigantescos gastos de la construcción del Convento de Tezontepec.

Todavía hasta 1880 se conocía la "haciendita" o "tierra de los músicos", cuyos productos agrícolas se destinaban exclusivamente al grupo filarmónico que habían formado los frailes desde aquellos lejanos tiempos, al estilo de España y que actuaban magistralmente en las festividades religiosas de la región. Actualmente coyoaca pertenece  a la Parroquia de Nopaltepec, porque ambas son del Estado de México. "La Huerta", que se hallaba al sur del Convento, era otra infalible fuente de ingresos, que producía abundantes frutos, legumbres y forrajes. En esa época del comín repartimiento, el derecho de propiedad lo crearon y lo hicieron respetar los religiosos, organizando ellos mismos la colonización, trazando las calles a cordel, como hicieron lo mismo después con los "caminos reales" de Pachuca a México y a pueblos circunvecinos.

Conviene subrayar esta noticia histórica fue hasta 1602 en que se principió decididamente la construcción del templo adjunto al norte del Convento, lo mismo que otra escuela más amplia "estirada hacía el norte", (ahora propiedad privada sin saberse ya la razón). Esto confirma que primero se procuró la construcción del magnífico convento y hasta cuarenta años después se inició la construcción perfectamente planeada del templo actual. Sin embargo, no lo vieron terminado los padres agustinos quienes tuvieron que suspender las obras tiempo después por razón de la pobreza. Atendiendo a la estancia y actividad apostólica de la órdenes religiosas, de franciscanos, agustinos, dominicos y jesuitas, se encuentran en los archivos diversos testimonios en lo que se refiere a esta región que en aquellos dependían de la Arquidiócesis de México, como ya se ha dicho.

Uno de esos testimonios corrobora que "fueron los grupos étnicos los primeros en ser atendidos en las Escuelas de al Nueva España. En el siglo XVI, las escuelas para grupos étnicos eran tantas como conventos, es decir, que cada convento tenía una escuela. Ya desde 1544 (una patria aún en pañales), habían indios que sabían leer, los frailes ayudaban en cuanto podían a los indios para que aprendieran artes y se dedicaran al cultivo del campo, pero tropezaban con el egoísmo de los artífices españoles que se negaban a enseñar su arte a los indios para evitar la competencia".          En cuanto a las construcciones de templos franciscanos y agustinos, algunos tuvieron pronta culminación, como el citado de Epazoyucan, el de Atotonilco el Grande, tiene grabada una fecha en la entrada del templo bajo la bóveda del coro, que es de 1580, sin saberse si es de cuando se inició o se terminó, de todos modos es de los primeros construidos.

En cambio consta que "la primera piedra de la espléndida y colosal Catedral de México se colocó después del año de 1570".A mediados de 1600 fue prior del convento de Tezontepec, Fray Juan de Tolentino, quien lo habitaba en unión de Fray Francisco de Solís predicador y primer religioso que confesó en esta región a los indios en su idioma otomí mezclado con mexicano. La reducción del número religioso de los conventos es explicable si se tiene en cuenta la extensión del territorio y el número exiguo del personal aunado a las pocas vocaciones. De ahí que se restringieran los religiosos para la atención de la misiones establecidas en las cada vez más multiplicadas comunidades, a pesar de que muchos conventos fueron construidos para recibir al menos ocho religiosos, pensando que estos eran pródigos y tendían a lo grande. Esto se comprueba por el número de celdas, cocinas amplias, espaciosos salones dedicados a las periódicas reuniones y rodó el conjunto de cada Convento se encuentra perfectamente planeado y distribuido dentro de gruesos muros de piedra con espesor a veces de más de dos metros, para permanecer eternidades y albergar a numerosa comunidad.

Se menciona como una novedad que en 1700 tuviera Tezontepec tres religiosos cuando sólo había contado siempre con dos, no obstante que cuenta con seis celdas, amplia cocina, y otros salones de servicio, pero debe tenerse en cuenta que este Convento no era punto de partida, de otras regiones misionales para la evangelización, sino simple convento con religiosos residentes (dos) y siempre dependiente de Texcoco. En cambio se dice que "en el Convento de Atotonilco el Grande, que ocupó un lugar preponderante dentro de su comarca porque de ahí salían los religiosos a su evangelización por la Sierra y hasta la Huasteca, a pesar de la escacés de frailes en ese siglo XVI, pero se asegura que en 1551 lo habitaron seis religiosos, dos mas de la cifra estipulada por la Corona Española, como mínimo para toda fundación". (Toussant).

Los conventos estuvieron ocupados por los reverendos frailes hasta determinados años, pero como jugaron un papel de iniciadores de obras y de formadores de neófitos indígenas, cuando ya los pueblos habían madurado en su doctrina evangélica y catequística, llegó el tiempo en que se vieron precisados a salir de aquellos conventos y dejarlos, para su administración pastoral a los sacerdotes diocesanos. Claro que esto tuvo lugar en general pero conviene investigar en cada caso. Se iniciaba con estos cambios un nuevo sistema de organización en que se crearon las Diócesis con sus Obispos y coadyuvados por su presbiterio. Fijándonos ahora de forma específica de la Parroquia de Tezontepec y por tanto a la separación definitiva de los religiosos de este convento para dar lugar a la posesión administrativa y pastoral de los curas párrocos, en uno de los volúmenes editados con el título de "Monumentos Religiosos del Estado de Hidalgo".

En el año 1602 se comenzó este Templo por los padres agustinos y lo continuaron los padres jesuitas en 1760 y se terminó en 1810. Se transformó primeramente este templo en el año de 1858 y en abril de 1909 se terminó el pavimento y decorando que hoy ostenta. Lo que se asienta por otros escritores es que en 1760 los jesuitas, venidos de México, ocuparon el convento abandonado desde 1700 y tomaron cargo de la obra del templo. Vinieron ellos a terminarlo en su construcción porque el pueblo estaba en la inopia y cuando fueron desterrados, la parroquia quedó en manos de sacerdotes seculares hasta el día de hoy. Esta magna obra arquitectónica, ya en manos de los jesuitas, pronto fue aplanada. Las paredes fueron estucadas interiormente al igual que habían sido las paredes del claustro. Los interiores del Templo y del claustro fueron pintados "al frasco". El Templo lució un hermoso presbiterio y altares colaterales al estilo churrigueresco. El altar mayor se procuró que fuera tallado de madera y dorado primorosamente, la madera utilizada era "ocoyotl"

Un órgano tubular y vasos sagrados de plata cincelada y dorada fueron el complemento del inventario de aquella época, todo era grande y envidiable. Según la base que ahora ostenta, la torre debía ser tan esbelta y atractiva como la que presume Zempoala, pero en la imposibilidad de llevar a cabo esa alargada obra, optaron por colocar una elevación octágona más factible, maciza, con elevados ventanales y un achatado cimborio como culmen. Sólo siete años permanecieron aquí los padres jesuitas como contaban con los recursos, en poco tiempo hicieron mucho, lo cierto es que  cuando ellos arribaron aquí, ignoramos los motivos, el convento y peor el templo estaban en pésimas condiciones por el abandono, no había altar mayor ni altares laterales, ni campanas, en ese deplorable estado parece imposible que los sacerdotes de la Arquidiócesis de México se hicieran cargo de la parroquia por la pobreza imperante no sólo en la región sino que sentía en toda la nación.

El altar mayor construido por los padres jesuitas fue sustituido en 1858 por otro de poco valor artístico. De aquel se conservan algunos fragmentos lo mismo que algunas valiosas pinturas que pertenecieron a los altares laterales, como la que presume Zempoala, pero en la imposibilidad de llevar a cabo esa alargada obra, optaron por colocar una elevación octagonal más factible, maciza, con elevados ventanales y un achatado cimborio como culmen. Sólo siete años permanecieron aquí los padres jesuitas. Como contaban con los recursos, en poco tiempo hicieron mucho, lo cierto es que cuando ellos arribaron aquí , ignoramos los motivos, el convento y pero el templo estaban en pésimas condiciones por el abandono, no había altar mayor ni altares laterales, ni campanas, en ese deplorable estado parece imposible que los sacerdotes de la Arquidiócesis de México se hicieran cargo de la parroquia por la pobreza imperante no sólo en la región sino que se sentía en toda la nación. El altar mayor construido por los padres jesuitas fue sustituido en 1858 por otro de poco valor artístico. De aquel se conservan algunos fragmentos lo mismo que algunas valiosas pinturas que pertenecieron a los altares laterales, como  "Las Siete Palabras", "San Antonio ante el Purgatorio", "El Encuentro", que se atribuían al gran artista mexicano Miguel Cabrera. La obra artística que era un tesoro del templo, duró poco tiempo porque sufrió lamentable saqueo en la Guerra de Independencia.

De los que habían quedado, varios desaparecieron posteriormente, especialmente en la gestión del Padre Julio Salazar que, en su obra apostólica, fundó un Colegio Parroquial mixto algunos eran internos, pero en la inexperiencia de su edad, robaron algunos cuadros para venderlos en México por intermediarios al mejor postor, por cantidades irrisorias. Otros los destruyeron con navaja, informado el gobierno, consiguió al Padre Salazar que, sin tener culpa directa, lo consideraron responsable y fue desalojado del curato obligado a refugiarse en la Ciudad de México pero como era  Salvadoreño, la impusieron la ciudad como cárcel, ahí postergado y olvidado dolorosamente murió. El dato respaldado por la historia es que los padres jesuitas fueron expulsados del país en 1767 por orden expresa del Rey Carlos Tercero. Se dice, que antes de ese año, el Virrey Marqués de Croix, comunicaba al Rey la conveniencia de expulsarlos sospechando falsamente que los Jesuitas pretendían establecer en Anáhuac un reino independiente. Como resultado de esa burda comunicación, el Rey creído y de carácter débil, se dejó influenciar fácilmente y arrastrar por una política afrancesada de tres de sus consejeros más inmediatos, y sin mayor investigación para cerciorarse de la verdad, ordenó el destierro de los jesuitas de todos sus dominios, por lo que tuvieron que salir también de Tezontepec el 25 de junio de 1767.

Este injusto destierro duró 32 años, los volvió a reintegrar al Rey de España de ese tiempo. Los escritores Leduc y Luis Lara Pardo, refiriéndose a esta difícil situación, escriben:  Los que denigran la memoria de los Jesuitas hablan de las grandes riquezas que acumularon pero olvidan confesar que si bien nuestro país llegaron a poseer 162 hectáreas de labor, con caña de azúcar, cría de ganado, grandes sembradíos de las tierras laborales, eran el sostenimiento de sus colegios que todos operaban gratuitamente y la mayor parte de las propiedades servía para el sustento de los indios y adelanto de sus numerosas misiones apostólicas.

Entre otras muchas propiedades, que se le atribuyeron a los Jesuitas están las Haciendas de Santa Lucía y la de Jesús del Monte, en el Estado de México; la de Ocuila, en el Estado de Morelos; las de Huitepec, Altica y la Concepción, en Hidalgo, a las que se sumaron en el mismo Estado y el Siglo XVIII, las de Tulancalco, Santa Lucía, Tepenené, La Florida y Chicavasco, por último la de San Javier que en este Estado vino a hacer crisis por las hinchadas críticas. Desde su advenimiento a México, observando los padres jesuitas con visión profética, el camino inmenso de trabajo apostólico, las contingencias difíciles por las que atravesaba la nación, sumida en la miseria, todos del elemento económico pensaron en la conveniencia de procurarse fuentes seguras de ingreso. Como además, los dueños de fincas estaban en aprietos para su explotación y por otra parte, el camino era de bonanza en cuanto que las leyes que no prohibían que los clérigos poseyeran y administraran bienes inmuebles, decidieron comprar aquellas haciendas que estuvieran en venta, entregándose a la tarea ardua de administrarlas convenientemente para hacerlas producir.

Es cierto que como religiosos tienen el voto de pobreza, pero aseguran no quebrantarlo. Históricamente se sabía que habían fundado México un Colegio que, por sus características, llamaban "Colegio Máximo", y de ese surgió una cadena de otros colegios instituidos en diversas parate de la República, todos gratuitos, en los que se atendían en las mismas condiciones a "los naturales" que a los españoles, a los padres que a los ricos, esto no todo quieren admitirlo aunque sea la realidad. Por eso, en cuanto a obra realizada en Tezontepec, sus mismos detractores admiten que estos mismos religiosos practicaron obras materiales de alta consideración como el decorado y acabado de los interiores del Convento, lo mismo que los del templo, en este se construyó el altar mayor y los colaterales hechos de madera tallada y dorada, el sostenimiento de una Escuela de Novicios, la adquisición de las campanas de la torre, la labor de escultura y cuadros con imágenes al óleo.

Todo esto en sólo siete años que dilató su actuación en esta parroquia de Tezontepec y la Hacienda de San Javier. Anteriormente el dueño de esa hacienda la administraba aquel gran filántropo Don Pedro Romero de Terreros, Primer Conde  de Regla. Los jesuitas la compraron y demostraron con esto una gran visión del futuro, pues de no haberlo hecho en este tiempo que era el propicio, esas tierras habrían pasado a manos de lograrlos y explotadores sin conciencia y jamás se habría  creado y sostenido esa Escuela de Novicios, ni la realización de las obras ya mencionadas y que en nada fueron onerosas para los habitantes de este pueblo y de otras regiones, al contrario muchos hijos de Tezontepec y muchos comarcanos se enriquecieron a la sombra de la Hacienda de San Javier en calidad de arrendatarios.

Tomando nuevamente el asunto del cambio de la comunidad cristiana de Tezontepec de manos de los religiosos a las del clero secular, hacemos una consideración que hace en un artículo concienzudo el Presbiterio Héctor Samperio, que dice: "Los misioneros franciscanos itinerarios fueron a Pachuca desde México y Texcoco a partir de 1524; pero tocó realmente al Clero secular del Arzobispado la evangelización más profunda y sistemática de los otomíes, Nahoas y chichimecas de Pachuca, Real del Monte, Omitlán, El Chico, Acayucan y Tizayuca".

Su establecimiento en Pachuca, ocurrió muy tempranamente ya que para 1534 concluían la primera capilla del cerro del mismo nombre, desde ahí los clérigos extendían la evangelización a los pueblos ante mencionados. Las características ausencia de cronistas en el clero secular es responsable no solamente que se pierden las gestas de sus hombres notables, sino también buena parte de la historia de las comunidades donde son actores. Hay al respecto una relación de un sacerdote secular el Padre Francisco Ruiz, fechada el 24 de Octubre de 1569, una rica información para la protohistoria de la ciudad. Precisamente al tomar posesión los padres jesuitas de esta comunidad parroquial, se ha hablado de las obras del templo que quedaron sin terminarse, atribuido todo a la pobreza por la que hubo de pasar toda esta región. Precisamente para explicar de algún modo los motivos de esta triste situación de miseria, vale la pena tomar algunas noticias al especto aunque parezcan absurdas.

Por la relativa cercanía que hay de Tezontepec con el volcán de Popocatepetl (en nahoa: "montaña que humea"), ha tenido determinada repercusión en sus erupciones en cuanto que Tezontepec, geográficamente está comprendido en el Valle de México. Se guarda memoria de alguna de esas erupciones más fuertes, que provocaron terribles terremotos destructores. Se recuerdan las de 1520, 1653, 1667 y 1682, pero tal vez la de mayor intensidad fue la de 1716 que sembró toda la región y el convento sufrió el derrumbe del "mirador" convirtiéndolo en ruinas. En esa ocasión el volcán vomitó fuego a hizo llover ceniza candente a muchas leguas a la redonda, quemando pueblos y sembradíos causando grandes estragos entre los pobladores sobre todo los que estaban más cercanos al siniestro. En Tezontepec se recuerda que por el movimiento trepidatorio del último temblor, "hizo que las campanas de la torre sonaran solas".

En todos los acontecimientos de desastre, casi siempre se atiza la creencia en la fatalidad y en la superstición, de donde surge la leyenda. Esto es frecuente cuando se trata de eclipse o la aparición de algún cometa. Sucedió que en México en 1660, murió Fray Calixto de Borja, provincial de los agustinos, a quien quería mucho el pueblo y lo lloró mucho. Por esta muerte se levantó el rumor de que había desgracias y las coincidencias no se hicieron esperar. A poco de muerte de este santo religioso, vinieron a azotar a los pueblos y a la misma ciudad de México las epidemias de la viruela, pasada esta, se desató el "matlazahuatl" diezmando a familias y aún a comunidades enteras, para rematar a causa de tanto cadáver sin sepultar y la desnutrición, se propagó el Cólera. Es lógico que con tanta mortandad, no hubo siembra y tampoco trabajo por lo que se apoderó la hambruina y la extrema pobreza de todos los ámbitos. Precisamente por esa época y tales desgracias, Tezontepec se vio obligado a que suspendieran los trabajos de  construcción del templo y de la escuela católica que estaban muy adelantados.

Nadie pensaba en diezmos, primicias o limosnas, la iglesia quedó abandonada, el pueblo desposeído y hambriento se dispersó y buscó refugio donde lo ayudaran. Sin embargo, el gobierno civil, queriendo rehacerse del vacío de sus arcas, sin ninguna consideración, se decidió a imponer fuertes impuestos en metálico a los indios y colonos que habían quedado vivos, y siquiera se hubieran canalizado esos escasos dineros para el bien de la enfermiza comunidad, pero iba a parar en la Encomienda  de Don Rodrigo de Vieira, Señor de Tizayuca que percibía las alcabalas y tributos de los pueblos circunvecinos que habían recibido como beneficio personal de influyente del reino de Acolhuacán (Texcoco). A duras penas, algunos señores de Tezontepec habían asegurado en sus trojes maltrechas, ciertas cantidades de maíz y frijol dándose cuenta del tiempo de las vacas flacas, pero el Virrey Fernando de Alpencastre Noroña, Duque de Linares, quien sabe porque medios supo que había aquí reservas, dio la orden y exigió de Tezontepec bajo amenazas  de rigurosos castigos, que vaciaran esas trojes cuanto antes y enviara esos ahorros alimenticios a la Alhóndiga de México. Esto tuvo lugar en el año 1714 dejando a el pueblo en la más triste inopia.

A fines del siglo XVIII, Tezontepec, se convirtió en centro comercial de importancia concurriendo para su florecimiento relativo, la fe católica de sus moradores. La agricultura fue pródiga en cereales, como si Dios premiara la hospitalidad generosa de sus 50 habitantes, a pesar de haber sufrido tantos contratiempos en los años anteriores, se vio libre de otros problemas que hostigaron la región. Desde la ciudad de México, nuevamente con el pretexto de hambre y escasez de trabajo, se desató un bandidaje incontrolable. Por todas partes había contrabandistas y asaltantes que cometían toda clase de depredaciones, asaltos e impunes asesinatos, de modo que la historia se repetía y los pueblos se vieron en la necesidad de recurrir a las armas para su propia defensa, organizándose entonces la famosa "Guardia Nacional" auspiciada por el mismo gobierno porque no era posible soportar tanta barbarie y desgracia. Como un detalle de esos tristes acontecimientos, se cuenta que en la ranchería de Alticia, antes rica hacienda situada cerca de Tezontepec, propiedad del Español Don Francisco García en el día menos esperado fue saqueada por completo, no solo de maíz y cereales sino que los maleantes se llevaron las bestias de carga y el ganado.

Años más tarde, como nota curiosa se asienta que en 1914, después de la decena trágica en México por órdenes expresas del gobierno, volvió Tezontepec a enviar reservas de maíz y frijol a la ciudad de México, porque los citadinos famélicos salían a los pueblos aledaños en desesperada búsqueda  del codiciado alimento y para evitar tantos desacatos criminales, Tezontepec se deshizo de los suyo para ayudar a quienes padecían de hambre y de sed. Se tienen noticias ciertas de que arribaron los padres jesuitas a Tezontepec en 1760 y se entregaron de lleno a la terminación del templo, dedicando especial atención al ábside para construir el altar mayor que no había, eligiendo el elegante estilo churrigueresco armado de maderas finas y corriéndolo con un remarcado de oro legítimo llamado "a fuego". Continuaron en seguida con los altares laterales, adornándolos con hermosas imágenes al óleo algunas de  las cuales aún se conservan.

Pero vinieron las Guerras de Independencia y las chusmas invadieron pueblos y ciudades, valles y montañas, incendiando y destruyendo todo a su paso . Tezontepec también sufrió el flagelo porque esos bellos altares fueron destruidos al profanar el templo aquellos vándalos, quedando el pueblo nuevamente en la orfandad, sin altares, sin imágenes y sin sacerdotes. Enviado por el Arzobispo, llegó un sacerdote con un carácter de cura párroco, el presbiterio Don Victoriano García Vargas a tomar posesión de la Parroquia. Al percatarse de la destrucción y abandono de la Parroquia, se armó de entusiasmo pastoral y se propuso construir en Ciprés de estilo romántico, lo imaginó con un cimborio hemisférico en la parte superior sostenido por cuatro columnas labradas y rematadas al estilo griego, pero sin saberse si por solicitud suya o por mandato superior, lo cierto fue que de la noche a la mañana el padre Victoriano fue removido y dejó sin realizar su propósito, por lo cual el templo y parroquia volvieron a quedar sumidos en el abandono.

También se sabe que después de que los padres jesuitas partieron y dejaron Tezontepec, los del pueblo hicieron tantas súplicas a Díos y peticiones al Arzobispado que al año de 1880 llegó a ocupar la parroquia un celoso sacerdote que también era de la orden de los padres agustinos, quien probablemente por servir una parroquia fundada por sus hermanos religiosos, tomó gran interés apostólico en esos tiempos de paz y se propuso mejorar el templo con otras innovaciones, el pueblo se había sentido como ovejas sin pastor al haberse separado de sus benefactores, los padres jesuitas, pero ahora recobraban el aliento con el arribo del nuevo párroco. Al Padre se le conocía como Fray Fernando López Garduño, proveniente de Maninalco, Estado de México. Cuando se percató del estado del convento y del templo, al que faltaban diversos detalles, así como de la situación económica y espiritual de su pueblo; se revistió de renovadoras energías, fue a su tierra y orquestó un contingente de personal, integrado por artesanos eficientes, ebanistas, doradores, bordadores, músicos y sirvientes que dejaron en el pueblo de Tezontepec donde huella de su actuación altamente resposanble. El religioso Fray Fernando se avocó primero a reconstruir el Altar Mayor, que había quedado incluso con sus artistas se fijó la meta de rehacer el altar en el estilo románico en cuyos cuerpos elevados.

Logrado éste, pensó en el aspecto evangelizador y decidió construir el púlpito monumental también estilo romano con madera tallada. Probablemente este sacerdote había incursionado por la ciudad de Roma y recordó los púlpitos de determinadas iglesias, propios de determinadas iglesias, propios para que l predicador pueda desenvolverse airoso por un estado libre y dirigirse al público para que pueda ser escuchado colocado en un lugar estratégico de modo que se aprovechó mucho y aún ahora, se aprovechaba por la buena acústica en beneficio de los fieles. Satisfecho el Padre  con estas artesanías, todavía reconstruyó los altares laterales con sus ornamentaciones, porque habían perdido el dorado característico a causa de las guerras, la anarquía y tantas injusticias impunes cometidas contra la iglesia que ya la había separado del  Estado, pero ahora el padre al renovar sentía satisfacción indescriptible por el esplendor de un templo digno del culto santo de Dios y herencia de sus hermanos agustinos. El presbitero Don Héctor Samperio se queja en uno de sus escritos de que los sacerdotes del clero no han tenido el cuidado de escribir la historia de sus actuaciones en la parroquia que han servido.

En el archivo de esta parroquia debería haber libros de esa índole que dieran razón de las obras llevadas a cabo por los padres agustinos y después de los padres jesuitas para terminar con las obras del Padre Fray Fernando, pero lamentablemente nada de esto existe. No hay duda de que existieron esos libros, don Luis C. Ortiz da testimonio de alguno que él mismo revisó, así mismo otros investigadores hablan de algunos volúmenes que se encuentran en la Biblioteca Nacional, pero también se sabe que por las diversas vicisitudes por las que ha pasado el pueblo, muchos libros se extraviaron. Podemos atestiguar que el libro más antiguo que existe en este archivo parroquial data de 1690 del que siguen los demás año por año consignando, bautismos y matrimonios. El mismo don Luis C. Ortiz, del que tanto hemos hablado como cronistas del pueblo, asegura haber visto personalmente un libro de 1900 con datos interesantes de la historia del convento y del templo, que desafortunadamente no se encuentra y no se porque desapareció. Revisados los libros parroquiales, se advierte que todavía en la década e 1800 se llevaban libros exclusivos "para indios" y otros "para españoles", lo que significa que había la odiosa discriminación a pesar de que la raza era nueva y mestiza. Hay un libro abierto apenas en 1960 de obras que se cierra en 1977 en que se asientan diversos ingresos de lo que realizaron los padres Julio Salazar y Joel Delgado, a este correspondió la renovación del piso actual, que antes era de madera pero ya deteriorada.

Esa misma loseta pequeña roja fue utilizada para la capilla de la Preciosa Sangre pero "el firme" que pusieron en aquel tiempo era muy deficiente y se botó, por lo mismo fue preciso levantarla y sustituirla en 1987 por mosaico rosa y blanco como se ostenta ahora, material que se adquirió en Coayuca por el párroco presbiterio Andrés J. Sagaón encabezando el Comité de Obras Materiales que han procurado otras obras de las que se han rendido cuentas fieles y, a su tiempo. En lo que respecta al Atrio, a causa de las revoluciones, pobrezas y abandono, el pueblo quedó sin Sacerdotes, razón por la cual la barda que circunda al atrio, a pesar de su espesor, se destruyó casi por completo a tal grado que los animales recorrían el área triscando la yerba, pero vino el presbítero Don José Encarnación Alba (1945-1956) y se dedicó a reconstruir esa barda elevándola al nivel en que hoy con los anchos picos que rematan en tramos simétricos.

Después vino el Padre Adolfo Valdés quien se interesó porque se terminaran los arcos y hermosos enlazados que hay en torno a la barda y partes intermedias con ayuda del pueblo y con material acarreado desde San Agustín Tlaxiaca.

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