MONUMENTOS ARQUITECTÓNICOS DE EPAZOYUCAN

Templo de San Andrés.- Cuenta con un amplio atrio el cual se llega por la parte del frente a través de una amplia escalinata de dos ramas que salva el desnivel que presenta con respecto a la calle.

El templo se encuentra al fondo de la parte central. Adosada a la fachada principal del templo está una capilla abierta, donde se decía misa cuando la capacidad de la iglesia no era suficiente y los fieles se veían precisados a permanecer en el cementerio. La capilla tiene un arco de medio punto al frente y otro de menores dimensiones y aboquillado, en la parte sur, el primero tiene su arquivolta finamente ornamentada, que descansa en dos pilastras, a la altura de cuyas impostas está el piso de la capilla, a fin de dar a los actos del culto de ésta mayor visibilidad posible. Toda la capilla es de sillares, rematándola una cornisa y un pretil con crestería.

Esta capilla se usaba también para celebrar misa, ya que los indígenas eran muy afectos a las ceremonias al aire libre. Como en todas  las iglesias de la época, el atrio tenía una sección que utilizaba como cementerio. El atrio conserva aún tres capillas posas, cada una de las cuales un pequeño altar. Ahí se efectuaban procesiones con el "santísimo".

La fuente  que se encontraba enfrente de la iglesia (hoy dentro del I.H.B.A.), tiene la siguiente inscripción: "esta agua se acabó de ancannar en 17 de abril del año de 1567". Su acueducto está interrumpido en varios puntos; pasaba por una barranca para llegar al cerro de Las Navajas, que dista de tres leguas, donde se pierden los vestigios, abastecía de agua potable a la población.

La portada del templo es muy sencilla y sólo de dos cuerpos, que revelan el estilo del renacimiento español. El primero consta de una intercolumna a cada lado de la puerta, que es un vano aboquillado con crecimiento de medio punto; las columnas estás empotradas directamente al muro, tienen los fustes estriados y sus capiteles recuerdan los medievales, es decir, van siendo un resalte para cada una, del cornizuelo que sostienen. Cada intercolumnio tiene una base común.

Corresponde al segundo cuerpo una ventana, rectangular, con doble derrame y que corona un frontón en forma de triángulo. A los dos cuerpos los encuadra un sencillo alfiz, que termina en dos especies de peanas.

El campanario es de un solo cuerpo con almenas y encierra cuatro campanas, con las siguientes inscripciones: "San Antonio 1882", "San Andrés marzo 14 de 1885", San Andrés marzo de 1985 "Guadalupe octubre 17, 1907".

El primer cuerpo de la torre, lo cierra a la altura del coro una bóveda de cañón, que sostiene una escalera de caracol, de piedra, que conduce a la parte superior de la bóveda del templo, para continuar con una de mano al campanario.

La iglesia es de una sola nave de grandes proporciones, sobre todo muy larga, tiene semiochavado el ábside y sus muros, de los cuales al del norte lo refuerzan contrafuertes muy robustos de mampostería, son de piedra y el resto de sillería. La cubierta es una bóveda de cañón seguida dividida en seis tramos, por cinco arcos formeros tres de los cuales descansan en pilastras y los dos restantes vienen a confundirse con la bóveda, a la altura de un pequeño cornizuelo que se extiende a todo lo largo de los muros mayores. Cada uno de estos tramos tiene dos lunetos, con excepción del relativo al presbistero, cuyo ábside lo cierran tres, correspondiendo uno de ellos al muro del fondo y los otros dos a los muros de los chaflanes. Los parámetros inferiores de los muros están simplemente aplanados con mezcla y encalados; el piso es de madera.

Encontramos de sumo interés el envigado que sostiene el coro, cuyas vigas tienen 12.50 mts. de luz, reforzadas hacia sus extremos por medio de tornapuntas de 60 grados. En el costado visible del piso, hay una viga con querubines y pequeños motivos de flora entre ellos, todo finamente tallado en  altorrelieve.

Interesantemente es también el bautisterio que se encuentra bajo el coro al lado Norte. La pintura al fuerte fue realizada en grisalla y el tema central es el bautizo de Cristo, corresponde también al siglo XVI.

La iglesia, al tocar tierras americanas encuentra la confianza para tomar nuevamente el sentido de sus destinos inmortales: la arquitectura, que es tal vez el hecho artístico más considerable del período que sigue al renacimiento.

A está fiebre arquitectónica puede agregarse otra gran producción que le es contemporánea; la fiebre de la decoración mural.

Convento Agustino del Siglo XVI.- El estilo artístico de este convento no se presenta puro, ya que durante el siglo XVI, la falta de arquitectos profesionales ocasionó que los encargados de la obras, en este caso los frailes, combinaran una formas estilísticas con otras, produciéndose una amalgama de elementos arquitectónicos y decorativos de varias procedencias, principalmente del romano, gótico, renacentista, mudéjar y del platereso. Aunados a estos  también subsistían algunas formas y técnicas indígenas, que al reunirse con las europeas, crearon una nueva modalidad artística que se ha llamado Tequitqui. En esta modalidad se encuentra formas que proceden del gótico, románico, mudéjar, plateresco y renacentista, las que fueron trabajadas por las manos de los indígenas y cuyo sello es muy perceptible por el aspecto que presenta la talla de la piedra.

Dentro del convento existe un amplio patio claustral circundado por espaciosos corredores tanto en la planta baja como en la alta del edificio.

El patio del claustro es lo más interesante del convento, desde el punto de vista arquitectónico. Es de planta cuadrangular de dos pisos. Limitan a estos corredores arcadas de medio punto, de cantera, con reminiscencias románicas, en las que los cuatro arcos centrales se apoyan en columnas y los dos extremos en los muros respectivos de las alas, por medio de impostas; se interceptan en forma que recuerda mucho el estilo ojival, y los capites, que tienen la particularidad de tener sobre el ávaco hojas parecidas a las de acanto, son reminiscencias de los órdenes clásicos, sobre todo los del primer piso, que ofrecen un fran parecido con el toscano. En el centro del patio aún subsiste una pequeña fuente octagonal.

La urgencia pos subsistir las imágenes "espantables, sucias, negras y hediondas", símbolo de una religión contra la cual luchaban; la necesidad apremiante de mostrar al recién convertido a la región cristiana que la casa del nuevo dios merecía como tributo el tesoro de un arte y una belleza que la tradición de la nueva tierra no ofrecía como herencia acumulada por el tiempo; la conveniencia y la facilidad de instruir plásticamente como ya en Europa se había hecho en el pasado; éstas fueron las razones que ayudaron al desarrollo de la decoración mural.

En relación a la temática de la pintura del siglo XV, debe considerarse, que por la función que desempeñaron los conventos como centros de enseñanza del cristianismo, no debe de sorprendernos el encontrar pinturas que tiene, más que una función decorativa, un mensaje. Por tal motivo muchos de estos frescos llevan una gran cantidad de símbolos, principalmente en la representación de escenas de pasajes trascendentales y dogmáticos del cristianismo.

Hacia los cuatro rincones de los corredores bajos existen otros tantos nichos, cuyos fondos ostentas sendos frescos de siglo XVI. En los testeros del claustro bajo hay cinco pinturas. Con los siguientes temas: "ecce homo", "calle de la amargura", "calvarios", "descendimiento", y "transito de la virgen María". En cada una de ellas se observan diferentes tendencias o escuelas. Estas pinturas fueron descubiertas bajo una gruesa lechada de cal por el Arq. Federico Mariscal en 1922. Son pinturas primitivas pero con un aire renacentista, y tal vez, sean las más importantes del siglo XVI en España.

Manuel Toussaant las atribuyó a Juan Gerson el tlaucilo de Temachalco, Puebla. La flecha más aproximada de los frescos es: 1556 y en su estilo se aprecian tres influencias muy características de la época: la flamenca según se aprecia en la pintura sobre el drama del calvario, con sus figuras alargadas y hierática; la italiana en el tránsito de la virgen;  y la de los primitivos españoles, a fin a muchas escenas ahí recogidas y pintadas.

"La calle de la amurgara". De un grabado de Martín Schongauer (1450-1491) fue tomada casi íntegramente la parte central, a la que el pintor de Epazoyucan agregó algunas variantes. Esta es hasta la fecha la única escena de las existentes en el convento identificado con un grabado de la época.

Parece ser que toda la decoración primitiva del convento fue hecha en Grisalla, con lo que logró dar a todo el monumento una severa unidad que equilibra la riqueza y la variedad de sus motivos ornamentales realizados con gran finura y elegancia.

Templo de Santa Mónica.- El templo presenta motivos arquitectónicos de sumo interés de no escaza belleza. Por su arquitectura se deduce que se inició en el siglo XVI, pues tiene marcadas tendencias a los estilos románico y plateresco, aunque su ejecución se llevó a cabo bajo una técnica completamente indígena. Con el transcurso del tiempo sufrió muy serias modificaciones inspiradas en los nuevos lineamientos arquitectónicos que se iban presentando, a pesar de lo cual conserva todavía carácter primitivo.

Tiene una cúpula (típica del siglo XVII), rebajada en ochos gajos, con linternilla en cuyo tambor se abren igual número de ventanas.

La fachada y la portada es de lo más interesante del edificio, cuyos muros están coronados con almenas.

La portada es de tres cuerpos, los dos primeros encuadrados por un alfiz con palmetas talladas en realce y el tercero viene siendo el remate de aquellos.

En la portada destaca un arco de medio punto, con amplia arquivolta recortada por el cordón franciscano y que descansa en dos jambas con zócalos y pesada impostas. Estos elementos están decorados en altorrelieve con palmetas, rosetones y otros motivos de flora y de fauna con una marcada interpretación artística indígena.

En las enjutas se destaca también en relieve un motivo aislado que simula una maceta con su planta. El segundo cuerpo está rematado por un cornizuelo adherido a la rama horizontal del alfiz, de la que cuelga un recuadro hecho por una orla también con ornatos en altorrelieve, en cuyo centro se abre un ojo de buey cuadrilobulado. Entre esta orla y las ramas verticales del alfiz se repiten los motivos ornamentales de las enjutas.

El tercer cuerpo tiene tres nichos, con el mayor al centro, todos ellos guarnecidos por pilastrillas, que apoyadas en el cornizuelo del segundo cuerpo, sostienen una arquivolta lisa; lo remata una fina cornisa coronada por dos almenas y una cuya longitud es menor que la anchura del cuerpo, en atención a la forma curva del mismo.

Dispuestos simétricamente y en ambos lados de la portada, se abren cuatro nichos, correspondiéndose dos a dos con el primero y segundo cuerpos de aquélla; estos nichos tienen sólo un pequeño repisón y la honda orla una hilada de rosas talladas en piedra.

En el interior del templo, es interesante mencionar la existencia de un retablo de madera tallada y dorada, que se encuentra en la ábside, además de que al coro lo sostiene una bóveda con lunetos.

Hacienda.- El establecimiento de los españoles en nuestro territorio, a base de la encomienda, significó dar a los encomendaderos tierras de labor y pastizales, para llevar a cabo labores agrícolas y pecuarias donde se cultivó principalmente al maguey.

Para el tiempo de la conquista, el maguey constituía la base de la actividad agrícola de los  pobladores de Epazoyucan y sus alrededores, aunque el maíz fuera el alimento más importante de la dieta. La relación geográfica de 1580, sólo menciona que el maguey abundaba en el pueblo y que era la planta más provechosa, sin enumerar los usos que se le daban.

.....numerables son casi los usos de esta planta, toda entera sirve como leña y para cercar los campos, sus tallos se aprovechan como madera, sus hojas para cubrir los techos, como tejas, como platos o fuentes, para hacer papiro, para hacer hilo con que se fabrican calzado, telas y toda clase de vestidos que entre nosotros suelen hacerse de lino, cáñamo, algodón u otras materias semejantes. De las puntas hacen clavos y púas, con que solían los indios perforarse las orejas para mortificar el cuerpo cuando rendían..... culto hacen también altileres, agujas abrojos de guerra y rastrillos para peinar la trama de las telas. Del jugo que mana y que destilan en la cavidad media cortando los renuevos interiores u hojas más tiernas, con cuchillos de Iztli (y del cual produce a veces una sola planta cincuenta ánforas), fabrican vinos, miel, vinagre y azúcar; dicho jugo provoca las reglas, ablanda el vientre, provoca la orina, limpia los riñones y la vejiga, rompe los cálculos y lava las vías urinarias. También de la raíz hacen sogas muy fuertes y útiles para muchas cosas. Las partes mas gruesas de las hojas así como el tronco, cocidas bajo la tierra  (modo de cocción que los chichimecas llaman barbacoa), son buenos para comerse y saben a sidra aderezada con azúcar; cierran además de modo admirable las heridas recientes, pues su jugo, de suyo frío y húmedo, se vuelve glutinoso al asarse. Las hojas asadas y aplicadas curan las convulsiones y calman los dolores aunque provengan de la peste india, principalmente si se toma el jugo mismo caliente; embotan la sensibilidad y producen sopor. Por la destilación se hace más dulce el jugo, y por la cocción más espeso, hasta que se condensa en azúcar.

Esta planta sola podría proporcionar fácilmente lo necesario para una vida frugal y sencilla, pues no la dañan los temporales ni los rigores del clima, ni la marchita la seguía. No hay cosa de mayor rendimiento. Se hace vino del mismo jugo diluido con  agua y agregándole cortezas de cidra y de limón, quapantli y otras cosas para que embriague más... Del mismo jugo sin ponerlo al fuego, enchipándole raíces de quapantli, asoladas durante algún tiempo y machacadas, y sacándolas después, se hace el llenado vino blanco, muy eficaz para provocar la orina y limpiar sus conductos. Del azúcar condensado del mismo jugo, se prepara vinagre disolviéndolo en agua que se asolea durante nueve días...Dicen que el jugo de metl en que se hayan cocido raíces de piltzintecxochitl y de matlalxochitl, cura los puntos de las fibras. (Hernández 1959, II: 348-349; Lib. 7mo. Cap LXXI).

Es notorio que durante el florecimiento de las culturas mesoamericanas del altiplano, incluido Epazoyucan, los azúcares obtenidos por la evaporación del aguamiel, las agavosas, constituían un renglón más importante que la fabricación del octil o vino blanco. Con la conquista perdieron aplicación las leyes que reglamentaban la embriaguez, y debido a tal relajamiento es de suponer que se destinó porcentaje de litros a la fabricación del pulque, sin que por ello se haya abandonado la concentración de sus mieles. A partir de entonces la elaboración del pulque desplazó los demás empleos del aguamiel de manera que en  Epazoyucan, hacia 1746 las principales actividades económicas entre sus habitantes, lo mismo españoles, mestizos que indios, se aplicaban a sembrar la tierra con trigo, maíz y cebada y a ejercitar el comercio del pulque. Con seguridad se continuó con la tradición prehispánica, como se hace hasta la fecha, de cultivar la planta en bordos dobles como medio en contra de la erosión.

Los plantíos de maguey estaban regularmente distribuidos en los tiempos antiguos en líneas rectas de sur a norte y de oriente a poniente. Todos, o la mayor parte de los linderos de las propiedades estaban marcados con magueyes, y las tierras colgadas, es decir en los declives de las montañas, se hallaban también con magueyes, para evitar que la tierra vegetal, arrastrada por las corrientes de las aguas, dejara estériles y desnudas las rocas, como ahora sucede en muchas fincas por el continuo corte de árboles, por la apatía y descuido, o por la mal entendida economía de algunos hacendados.

Indios fueron los que descubrieron las propiedades de esta planta y la cultivaron; indios son los que hoy la cultivan, trasplantan y benefician...(Payno 1864: 40-47 y 60-61).

Payno menciona las haciendas y ranchos de la región entre los que se encuentran Sochihuacan, Nopalapa, San Marcos, Nespa y otros (47-53)

En Epazoyucan hubo ranchos y haciendas, cuyas actividades eran principalmente el cultivo del maguey y la elaboración del pulque, quedando algunas de ellas en pie, como la de Tepozotlan mostrándonos su belleza arquitectónica y de perfecta distribución de locales específicos para las diferentes actividades, actividades, así como hablándonos aun de su riqueza  e importancia económica, desde los tiempos del virreinato hasta nuestros días, pasando por los, finales del siglo pasado y los principios de la presente centuria, durante los cuales se confirmo un sector oficial que ha sido llamado la "aristocracia pulquera".

En Epazoyucan se conserva el cultivo de maguey como en los años anteriores, existiendo todavía muchos tinacales como el rancho de Jometitlán, el Ocote y otros donde para la elaboración de la bebida se guardan leyendas y tradiciones ancestrales, desde la prehispaneidad, modificadas en algunos aspectos religiosos, acordes con el rito cristiano.

Naturalmente a través de 400 años de labor del clero católico, las deidades del maguey (mayahuel) y del pulque (ometochtli) han desaparecido, han sido sustituidas por deidades cristianas, observándose en el tinacal de hoy se rinde especial devoción a la Santa Cruz y se efectúa gran festejo el 3 de mayo con abundante comida y bebida. Todavía es posible escuchar uno que otro "alabado", cantado por el propietario del tinacal, el mayordomo, los peones y los tlachiqueros o raspadores antes de emprender las labores cotidianas así como ¡viva! a la Santa Cruz, a la Virgen de Guadalupe o alguna otra imagen de su particular devoción, pidiendo ayuda de la providencia, a efecto de que el producto obtenido no se eche a perder, porque ello implica una grave descompensación económica.

 

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