MONUMENTOS ARQUITECTÓNICOS DE SINGUILUCAN

En lo que respecta a monumentos arquitectónicos, Singuilucan se considera de una gran riqueza, ya que contamos con un precioso convento construido por la orden de los agustinos en el año de 1540. Antes de los agustinos, estuvieron los franciscanos, estuvieron los franciscanos, quienes construyeron una iglesia dedicándola a San Antonio. A este respecto dice la cronista de la orden:... "Estaba anexa al convento una iglesia baja, si bien solidísima, era bastante estrecha para los numeroso fieles". Todo parece indicar que esta iglesia de la que nos habla el cronista, fue destruida para edificar la que conocemos en la actualidad. A mediados del siglo XVIII, por el año de 1760 fue secularizada, siendo su primer cura clérigo el bachiller don Juan Francisco Domínguez, después electo obispo de Cebú, el que construyó la magnífica iglesia que hoy existe, dedicándola a El Señor de Singuilucan, y también la casa cural y un hospicio para peregrinos. Posteriormente el señor cura Valencia y Zavala concluyó el magnífico altar mayor que en estilo churrigueresco había dejado pendiente su inmediato antecesor, el propio señor Domínguez, al igual que en otras pequeñas obras. Descripción del Convento Para describir esta construcción, recurriremos a un perito en la materia:

"El monasterio obedecía a algunas reglas, algunas de la cuales tenían su antecedente en los edificios europeos. Dado que las iglesias se construían con la fachada viendo al poniente y  que estas era más latas que el monasterio, este solía colocar adosado al costado derecho de aquellas. Los monasterios eran generalmente de dos plantas y consistían de un pequeño patio rodeado de arquerías y pasillos a cuyo derredor se acomodaban, por los tres costados libres, las diversas habitaciones. Aún en las más grandes es raro encontrar cuartos en el costado adyacente al templo, pues colocarlas ahí las habría hecho frías y obscuras. Mc Andrew, supone que en el jardín de estos claustros se sembraban flores europeas-rosas, lilas, claveles-y las muy apreciadas hierbas medicinales, pero en el caso de Singuilucan se colocó una cisterna que seguramente recogía el agua de la lluvia. El refectorio, donde los frailes se reunían a comer en silencio mientras uno de ellos leía en voz alta pasajes de la Biblia y de otros libros religiosos, generalmente se colocaba junto a la cocina, en el costado opuesto al templo. En estas habitaciones, generalmente largas, acostumbraban los agustinos pintar el techo simulando un decorado a base de casetones. El refectorio en Singuilucan actualmente funciona como capilla dedicada a San Nicolás Tolentino, el importante santo de la orden.

Otra de las principales dependencias de la planta baja era la sala particular, que generalmente se comunicaba con el claustro por una puerta particularmente ornamentada y que se usaba como lugar de reunión, propio para descubrir los problemas del convento, pero su sentido principal era el salón para celebrar eventualmente capítulo de la orden. Por último debe citarse la portería, dependencia de la planta baja que comunicaba al claustro con el atrio y que consistía generalmente de una arquería y salón, conocido como cubo, más adentro. El uso  que estas dependencias tenían fue muy variado: lugar de espera y de reunión para individuos o grupos que querían arreglar un asunto o esperaban recibir algo de los frailes, entrada al internado que los religiosos administraban en el monasterio para los hijos de los caciques indígenas, hospital provisional durante las epidemias, etc. La portería del convento de Singuilucan es una de las más sobresalientes, pues a pesar de su relativa pequeñez no deja de tener cierta medida de la majestuosidad que caracteriza a los edificios agustinos.

Encima de la portería se colocaba, por lo general la biblioteca y las habitaciones del prior y en los dos costados restantes, pues ya se dijo que el adyacente al templo solía ser tan sólo pasillo, se agrupaban las celdas, pequeñas y desnudas con una ventanita y un asiento labrado en el espesor del muro, usado para la meditación. Una característica caso exclusiva de las fundaciones agustinas. El monasterio de Singuilucan tiene catorce celdas, que seguramente nunca estuvieron todas ocupadas por misioneros. Este exceso de celdas es otra características de la fundaciones novohispanas y no podemos sino especular sobre el uso que reciben, probablemente para alojar a los internos, probablemente para impartir instrucción en las más amplias, probablemente como hospedaje de frailes, de viajeros o para alojar eventualmente a viejos, indigentes o enfermos. Lo más seguro es que tal uso dependiera no tanto de una norma establecida, sino de las circunstancias particulares de cada sitio.

 

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