Estampas de
una elección
Acoso
callejero
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Se ha escrito mucho acerca de qué quiere decir la palabra chairo, de sus orígenes, de que si Tamara de Anda, Plaqueta, es la chaira cero, que, si se referían a la inclinación de algunos chavos de darse placer a sí mismos, en fin. Hay muchas indefiniciones, pero también hay consensos: la palabra ha ido modificando su sentido, desde siempre tuvo una connotación peyorativa que se ha acentuado y señala una cierta postura ideológica.
Hoy, en una definición rápida que dio el multicitado Lalo Figueroa, los chairos son hippies, están siempre en contra del gobierno, son de izquierda, se visten mal y son AMLOves, ergo, son morenistas. Pero López Obrador no tiene aspecto de hippie, dije. Pero tiene ideas de hippie, contestó. A esto podríamos agregar que la palabrita tiene un tufo racista y clasista. Sería el término perfecto para designar a un naco de izquierda. Básicamente, los chairos son lo opuesto a los mirreyes. No tienen ningún tipo de poder –económico o político−, ni conectes que les permitan portarse prepotentes como los mirreyes. Los dos términos ahora tan en uso no son, ni con mucho, categorías para designar grupos o definiciones de segmentos de la población. Si acaso son tipologías de comportamiento social, vinculados a ciertas militancias políticas o ideológicas, en el caso de chairo, y de relación con clases sociales de menor rango económico por lo que se refiere a los mirreyes. La pertenencia de clase sigue estando vigente y se define por la situación socioeconómica, pero parece que ahora no es de buen gusto hablar de clases y entonces se intenta evadir ese término con clasificaciones huidizas que resultan más clasistas y discriminatorias que los términos que pretenden evitar. La pertenencia de clase, por lo que veo, se evade porque es una categoría asociada a una teoría social supuestamente en desuso, el marxismo, y resulta entonces de mal gusto intentar explicar el lugar que las personas a partir del lugar que ocupan en el entramado económico de esta época del capitalismo a ultranza o del neoliberalismo, justificando que eso ya no es posible en un mundo globalizado en el que sólo se pueden identificar tendencias mundiales. Ahora ya nadie se refiere al proletariado, mejor les dicen chairos, al fin que el término es de amplio espectro y en él pueden caber los que no tienen dinero, los que no tienen instrucción, los que tienen instrucción, pero no tienen buen gusto, aquellos que tienen instrucción escolar incluso más allá de la licenciatura, pero no son trendy, aunque hayan renunciado a esas frivolidades en forma intencional, pero, sobre todo, lo que son de izquierda. ¿Y qué quiere decir ser de izquierda? Ahora ya no son quienes aspiran a hacer una revolución para instaurar un gobierno socialista, pues si hubiera algún trasnochado que siquiera lo mencionara, lo lincharían diciendo que es un “hijo de Maduro”. “Allí tienes tu socialismo región cuatro” le echarían en cara. Pero ser de izquierda, lo cual se ha vuelto impresentable, es alguien que defiende no sólo los derechos propios sino los de otros. El individualismo a ultranza que han promovido los medios en el nuevo orden ha resultado muy eficaz, lo suficiente como para que alguien que defienda, por ejemplo, la libertad de expresión o la no discriminación pueda ser visto como bicho raro, como un chairo para acabar pronto. Las militancias actuales sólo se justifican por experiencias personales. Es decir, si un periodista o un activista ha sido asesinado, sus pares pueden protestar y exigir que se esclarezcan los hechos, pero no hay un reclamo sostenido de defensa de los derechos, porque entonces eso es estar en contra de todo y puede merecer el calificativo chairo. Por esa razón, ahora se designa con la palabreja a Carmen Aristegui o a sus defensores. Si la echaron injustamente, si ha sido acosada por el poder, si es una periodista incómoda, pues ya tuvo su momento, pero estar todo el tiempo con lo mismo, pues “como que ya chale”. Pero sin ese periodismo chairo, quizá hoy no estaríamos enterados de la “casa blanca”. Aunque lo verdaderamente sorprendente es que el presidente se haya disculpado por la “casa blanca” y todavía haya votantes priistas. Hoy tampoco nadie habla de la burguesía. Eso está demodé, ahora están los mirreyes. Los mirreyes pueden ser odiados y exhibidos cuando montan escenas en las que alardean de su posición económica, de sus relaciones políticas o de su propia posición en la escala social (alta, claro), pero en el fondo son admirados por muchos. Hace poco vi un meme en el que aparece un niño en una protesta, no se identifica en cuál, sostiene una cartulina que reza “Peña Nieto, yo no quiero ser como tú” y el texto del meme decía: “Claro que nunca serás como él, sólo puedes ser un chairo”. Y así, como los medios nos dan material de entretenimiento a morir, también nos dan el lenguaje que debemos utilizar para explicar nuestro entorno sin entrar en honduras. Para que sin tener que pensar en exceso, podamos explicarnos la vida por la existencia de chairos y mirreyes. |