Hablemos de otra cosa 16/02/17 |
Marzo 16 de 2016
La mayoría de las dependencias gubernamentales realizan algún acto, ceremonia o celebración el ocho de marzo o en algún momento del mes con motivo del Día Internacional de la Mujer. Un buen número de ellas no se toma la molestia de investigar siquiera el sentido de la conmemoración y lo festejan al estilo del Día de las Madres o el Día del Compadre.
El 8 de marzo se enviaban felicitaciones por las redes sociales, los compañeros de trabajo decían “felicidades” a diestra y siniestra. Las dependencias de presupuestos modestos regalaron una flor a cada empleada, las privilegiadas en la asignación financiera dieron regalos más costosos u organizaron algún festejo para el personal femenino. Se crea un ambiente festivo muy alejado de la conmemoración de la tragedia en la que 129 obreras de una fábrica textil de Nueva York murieron calcinadas en 1908 porque el dueño prendió fuego a su propia fábrica para darles una lección por andar protestando por las pésimas condiciones en las que trabajaban. La Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz es de esas dependencias superprivilegiadas que tienen billete y lo demostraron con la organización de un pachangón para celebrar a las mujeres. Atípica por todos lados: no sabe qué significa el 8 de marzo, tiene dinero y no sabe cómo gastarlo. Quizá a algún funcionario (¿será que lo hizo sin el visto bueno del secretario?) se le ocurrió que sería muy buen festejo ofrecer un desayuno a mil quinientas trabajadoras, amenizado por una docena de strippers que bailaron con el torso desnudo en un escenario y en las mesas de las festejadas. Además del espectáculo poco afortunado para la fecha, también fue invitado un payaso que amenizó con chistes sexistas. El titular de la SSP puso al festejo su contribución humorística: propuso instituir el Día del Hombre y ¿por qué no? el Día del Gay. De ahí p’al real. Las críticas no se hicieron esperar. Medios impresos y electrónicos recogieron la nota. Las redes sociales se llenaron de críticas y rechazo al festejo. Reacciones de indignación no han dejado de aparecer. Las senadoras exigieron una disculpa del gobernador Javier Duarte y del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez (que no ha llegado). El Instituto Nacional de las Mujeres también manifestó su reprobación, lo mismo que el Partido de la Revolución Democrática y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Hubo silencios muy significativos, especialmente de dependencias estatales como la Comisión Estatal de Derechos Humanos y del Instituto Veracruzano de las Mujeres. Una querida amiga y respetada feminista hizo un señalamiento interesante. No sólo le pareció denigrante el festejo sino también la participación entusiasta de las mujeres asistentes al desayuno. ¿Cómo [se pregunta] pretendemos que haya un claro entendimiento de lo que fechas como el Día Internacional de la Mujer significan si nos hacemos partícipes de los ‘agasajos’ como el que brindó el secretario de Seguridad Pública?”. No es la primera vez que escucho cuestionamientos como este. ¿De verdad podemos culpar a las mujeres porque no son todas ellas defensoras de sus derechos? Eso equivale a hacerlas tan culpables del espectáculo como los organizadores, digamos, por no ser feministas o por desconocer el origen de la conmemoración del 8 de marzo. Admitámoslo sin más. La mayoría de las mujeres aceptaron de buen grado y con gusto la felicitación del 8 de marzo, con toda seguridad son también mayoría las que ignoran el hecho que originó la instauración de esta fecha para recordar a las obreras textiles y hacer de este día un recordatorio de la lucha de las mujeres por su participación social en condiciones de igualdad. Todavía más, también desconocen sus derechos. Fueron educadas así, les inculcaron que las mujeres deben ser bonitas, un poco coquetas pero no tanto como para perder el recato, deben dejarse conquistar, no pueden expresar sus deseos sexuales y mucho menos pensar en mandar sobre su cuerpo. Muchas mujeres, y no quisiera pensar en qué porcentaje, considera normal trabajar por un salario y llegar a sus casas a lavar, planchar, cocinar, limpiar la casa, atender a los hijos y al marido. Jamás en su vida han escuchado que se debe democratizar el hogar y quizá al escucharlo se escandalizarían. Ese es uno de los trabajos más arduos del feminismo. A las feministas no es necesario convencerlas de defender sus derechos, se necesita que cada vez más mujeres puedan reconocer las situaciones en las que sus derechos son violentados. Desde poder ver que no es de ningún modo normal que su esposo o pareja las golpee hasta identificar las barreras invisibles que limitan el desarrollo profesional o laboral de muchas mujeres, mirar con ojos más justos la distribución de las tareas del hogar o contar con los elementos para interpretar por qué un festejo con chistes sexistas es una incongruencia en el Día Internacional de la Mujer. Por supuesto que las mujeres estaban contentas con su festejo. Seguramente les pareció divertido. A las que no, difícilmente lo podían externar con su jefe allí presente. Puede ser que después del alud de críticas algunas reconsideren si efectivamente fue un festejo que promueve la igualdad y los derechos de las mujeres. Con eso se habrá ganado suficiente.
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