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¿Cómo decirlo?

Pilar Ramírez: Política en tacones
ramirez.pilar@gmail.com

Mayo 3 de 2016 

Las mujeres que luchamos por vivir una vida libre de violencia y por construir una sociedad menos amenazante para nuestras hijas nos hemos tenido que enfrentar a un problema que es de verdad muy serio. ¿Cómo decir lo que queremos?, ¿Cómo comunicar la indignación, la impotencia y la humillación que se experimenta cuando somos tocadas sin nuestro permiso?, ¿Cómo decirles a los hombres machistas que lo que ellos ven como normal es una terrible agresión que nos irrita y nos hace vivir la vida de una manera diferente para mal?, ¿Cómo explicarle a un jefe que “protege” a su amigo o a un recomendado dándole más salario que a una mujer que hace lo mismo, que le da una encomienda de trabajo a alguien que no tiene la capacitación mientras que se lo niega a una mujer mejor preparada, o, peor, le da el nombramiento a alguien totalmente ineficiente pero le pide el trabajo a una mujer aumenta el clima de violencia machista?, ¿Cómo hacer entender a los políticos que la función pública no es para una camarilla que se reúne en un bar o una cantina y allí se palomean las candidaturas, proceso en el cual viven como una carga la disposición de paridad de género y que aunque la cumplen siempre encuentran la manera de darle la vuelta como colocar candidatas en distritos o plazas políticas que de antemano saben que van a perder?, ¿Cómo vivir el dolor de una pérdida que no tiene más motivo que el de que la víctima era mujer?, ¿Cómo razonar con un funcionario para que logre comprender que los “asuntos de mujeres” no son menos importantes?, ¿Cómo decirle a un “buen” marido que no es normal que su esposa tenga un trabajo asalariado y además todas las tareas de la casa?

            Una parte de este discurso se ha vertido en las pancartas que se portan en las protestas públicas. Mensajes que se dirigen a la sociedad para que se solidarice, a otras mujeres para que adquieran conciencia, a las autoridades para que hagan su trabajo y apliquen políticas pública que nos protejan y, especialmente, a los agresores para que traten de entender por qué un “piropo”, un apretujón en el metro o el autobús, una declaración que hace menos a la mujer o una nalgada no son travesuras u ocurrencias sino agresiones o delitos, y por qué una justificación primitiva o elaborada de estos tipos de violencia “menores” son las piedras que construyen el camino hacia los golpes, violaciones o asesinatos, los cuales terminan también por encontrar justificaciones en sus perpetradores y en muchas autoridades que prefieren voltear hacia otro lado cuando ocurren.

            “Ni una más” no es un lema sino una exigencia ante la atrocidad de ir viendo crecer la estadística de asesinatos de niñas, jóvenes, mujeres adultas y aun de ancianas.

            Claro que estos mensajes pueden significar poco para quienes no han vivido de cerca esta tragedia. Al mismo tiempo que se incrementa una diversidad de tipos de violencia también ha sido evidente la necesidad de modificar el lenguaje para hacerla visible: “Machete al machote”, “Yo decido”, “No me callo, no me escondo, no me culpo”, “No es no”, “No me visto para provocarte, porque mi vida no gira en torno a tu pene”, “De camino a casa, quiero ser libre, no valiente”, “Tu piropo es violencia, no más acoso sexual callejero”, “¿Bizcochito?, el acoso a las mujeres no es cosa de chiste”, “Elegimos mantenernos vivas”, “!Cuidado! el machismo mata”, “Queremos caminar sin miedo”, “No me da la gana ser asesinada porque dices que me amas”, “Disculpen las molestias; nos están asesinando”, “No vengo de tu costilla, tú vienes de mi útero”, “El acoso no es halago”, “Lo peor de la violencia es que se esconde en lo cotidiano”, “De noche o de día, desnudas o vestidas, en la calle y en la casa se respetan nuestras vidas”, “No quiero tus flores, quiero tu respeto” se ha leído en mantas y pancartas.

            Algunos de estos mensajes expresan no sólo la indignación sino una toma de conciencia política que va creciendo ante la indolencia de las autoridades y que explican por qué en ocasiones un hecho violento, aparentemente igual a otros, se convierte en estandarte: “Si tocan a una, nos organizamos miles”, “Cuando las mujeres tomamos las calles el patriarcado tiembla. Súmate a la lucha”, “Somos el grito de las que ya no tienen voz”, “No más feminicidios, pronúnciate contra el asesinato de mujeres”, “Vivas nos queremos, en silencio no estaremos”. Y todavía no termina la #Primaveravioleta, de hecho, está por comenzar.

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