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Veracruz

Pilar Ramírez: Política en tacones
ramirez.pilar@gmail.com

Mayo 17 de 2016 

Hace muchos años adopté a Veracruz como segunda patria chica. Lo amo casi tanto como a mi cómplice y compañero de vida que sí es oriundo de esta tierra bella y generosa. Su cultura pródiga y vital se adentra en la piel hasta convertirse en parte de nuestro ADN. Xalapa y Tlacotalpan son los puntos donde hacemos tierra. Distantes culturalmente pero tan entrelazadas en su veracruzanidad son las ciudades que nos han hecho sentirnos atados a este lugar. Me declaro abiertamente jarochilanga.


Fotografía: Revolución tres punto cero


Fotografía: Animal Político

 

            Debe ser por esto que me duele tan intensamente atestiguar el proceso de descomposición que se ha dado en esta entidad, ahora mía. Cuando llegamos a vivir a Xalapa, mis hijos, pequeños pero ya habituados a la violencia pertinaz que brota en casi cualquier lugar de la ahora Ciudad de México rápidamente se integraron y uno de ellos expresó ese cambio de modo sencillo pero elocuente: “Me gusta Xalapa porque aquí no tenemos que voltear para ver si no nos sigue alguien”.

            Hoy conozco en la ciudad de Xalapa a personas con familiares desaparecidos desde hace años y de los que nunca volvieron a saber, amigas queridas de la familia que vivieron recientemente la dolorosísima experiencia de perder un hijo por muerte violenta, he visto padres llorar implorando sin saber bien a quién la devolución de un hijo o hija adolescente, personas de bien que han sido amenazadas, familias que han perdido la tranquilidad porque sus casas fueron violentadas, amigos que han sufrido secuestro exprés o que fueron levantados “por equivocación”. La prensa local se ha inundado de noticias sobre fosas clandestinas donde no hay uno ni dos cadáveres, sino decenas; cuerpos sin vida en vías muy transitadas; violencia por trata de personas; asesinatos de periodistas. Los poblados más apartados ya no son el remanso de tranquilidad que hasta hace poco eran, allí también hay llamadas de extorsión que hace a sus pobladores verse unos a otros con desconfianza como intentando descifrar si detrás de un saludo está el responsable de las llamadas que hacen pedazos la despreocupación con que se vivía antes.

            Una parte de nuestro estado sangra por una herida oculta que parece infectarse cada vez más y todo mundo teme que un día simplemente explote ese absceso y se exhiba más podredumbre de la que podemos imaginar. La inseguridad es el clamor de la mayoría de la población. Incluso más importante que el empleo, lo cual es mucho decir. La gente prefiere la incertidumbre sobre lo que comerá al día siguiente, pues saben que es posible intentar un trabajo que lleve comida a su mesa aunque sea día a día, pero con paz.

            Esa necesidad urgente de seguridad se ha convertido desafortunadamente en punto de venta de las campañas políticas para la gubernatura. En vista de que se responsabiliza al actual gobierno de esta grave situación, todos intentan distanciarse de él; incluso el candidato del PRI intenta evadir el beso del diablo. Cualquier relación con Javier Duarte se usa para denostar al candidato que la haya tenido. En medio de las campañas sucias que han caracterizado este proceso, el ciudadano queda inerme sin ninguna certeza de que sus necesidades serán atendidas. Todos prometen acabar con la inseguridad, incluso aseguran que lo harán, pero no dicen cómo ni señalan al menos tener un plan elaborado. Todavía más importante: ninguno menciona a quiénes responsabilizará de esta tarea.

            Los candidatos y sus partidos están más enfrascados en los cálculos con miras al 2018. El PRI no quiere perder pero el actual gobierno está tan desacreditado que parece difícil remontar el rechazo ciudadano; Veracruz, sin embargo, es tan importante para la próxima elección federal que se teme recurra a lo que sea en la desesperación por no perder, sólo como muestra está el aplazamiento de la reforma al artículo cuarto para penalizar el aborto, engañoso aunque todavía en el terreno de lo legítimo; el PAN eligió a un candidato sumamente cuestionado que aun así parece contar con la preferencia del electorado, lo que ofrece la medida del antipriismo; la izquierda se ve desarticulada y sin discurso coherente ni consistencia ideológica; una fracción de los conservadores agrupados ahora en Encuentro Social y en candidaturas independientes o usando una bandera que no es la suya como ocurre en el Partido del Trabajo aprovechan el pleito entre los grandes, pero fragmentan el voto, todavía no se sabe en beneficio de quién. Así, las exigencias ciudadanas se pierden en una guerra de lodo la ambición por el poder. ¡Pobre Veracruz, tan lejos de Dios y tan cerca del cálculo político y la ambición!

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