Limpieza Democrática
La Política en Tacones
De Pilar Ramírez Ramírezramirez.pilar@gmail.com

24 de julio de 2008

Se calcula que una mujer invierte más de dos mil horas anuales al trabajo en el hogar; una tarea sin paga, sin horario, sin reconocimiento y con escasas satisfacciones, aunque de una extraordinaria utilidad, pues en esa labor descansa la productividad de muchos varones y el desempeño escolar de niños y jóvenes, gracias a que un miembro de la familia –la mujer- les provee de satisfactores que les facilitan su actividades fuera de casa. Por esta razón, algunos institutos de las mujeres, como el del Distrito Federal, y organizaciones femeninas comienzan a darle forma a un debate de hace tiempo: la necesidad de democratizar la familia, empezando por la distribución de las tareas domésticas.

            El InmujeresDF llevó a cabo hace unos días la Feria por la revalorización del trabajo doméstico en la que hubo juegos, exposiciones, concursos, mesas informativas y asesoría jurídica y psicológica. En la nota que publica el diario La Jornada se puede ver a un hombre barriendo. El hecho de que se hable con recurrencia del tema y que los medios recojan este tipo de informaciones puede contribuir verdaderamente a que el asunto que nutre espacios mediáticos se traslade a los hogares; es decir, si los nuevos oráculos, que son los medios de comunicación, ponen en la agenda social el tema de la democratización familiar, es mucho más factible que se cumpla.

            Antes no otorgábamos por callar, simplemente al tema de la inequidad en la distribución de las tareas domésticas no se le atribuía la importancia social que tiene, el reclamo se reducía al ámbito individual.

Aún hoy, podríamos hacer una pequeña prueba que resultaría muy aleccionadora: a casi cualquier legislador, de cualquier partido, federal o local, o a los funcionarios –sobre todo los de alto nivel- les podemos preguntar si ellos están de acuerdo con la democracia, prácticamente todos se apresurarán a contestar que sí, porque es lo políticamente correcto; acto seguido les podemos preguntar si ellos practican la democracia en sus casas, es muy probable que contesten afirmativamente, pero con menos entusiasmo, temiendo una trampa en la pregunta, por aquello de las consultas; para corroborar su respuesta les podemos preguntar qué suavizante de telas utiliza, lo cual implicaría que lava la ropa; la mayoría –como en los concursos televisivos- no podrán superar la prueba, a otros les podemos inquirir cuándo lavaron las cortinas, en qué fecha le tocan las vacunas a sus hijos o al perro, una receta de cocina, qué hay en ese momento en el congelador de su casa, qué se va a cocinar en la semana, qué llevan de refrigerio a la escuela sus hijos, qué tema están viendo en español, cada cuándo se lavan los protectores de colchones y muchos etcéteras, es poco probable que den una respuesta correcta y sincera.

Son legión los que no saben cómo se administra una casa, aunque tengan la tarea de administrar toda una secretaría de Estado, no saben qué se hace, qué se compra. A la mayoría de ellos se les quema el agua, para terminar pronto, porque no saben preparan ni un café instantáneo, menos aún conocen o se hacen cargo de las necesidades del resto de su familia.

Como en la gran mayoría de los males, la inequidad en la distribución de las tareas domésticas también se vive por clase sociales. Entre menos recursos, más pesadas y en mayor cantidad son las tareas de las mujeres, porque no tienen con qué pagar ayuda doméstica. La disponibilidad de los recursos, por otra parte, no resuelve lo inequitativo del trabajo doméstico, sólo lo modifica, pues las mujeres con mayor solvencia no efectúan ellas mismas las tareas de casa, pero las coordinan.

Bienvenida esta discusión, pero especialmente, las acciones para eliminar esta carga terrible que tenemos encima las mujeres.

Sólo para ilustrar lo extenuante que es el trabajo doméstico comparto tres décimas de toda una serie que Jorge Gabriel López “Caribe” ha dedicado al tema. Juzgo -por las impecables manos del poeta- que no es el esclavo doméstico que refiere su poesía; que le valga por haber escrito estas ingeniosísimas y creativas décimas.

Al cuarto ajeno (usted sume)/orden pongo al tocador, / peines, ligas, el rubor, / desodorantes, perfume; / el esfuerzo me consume / frunciéndome el entrecejo, / me exigen limpio el espejo / ¡pásale muy bien los trapos! / coño, estuvieran tan guapos / pa´ querer su fiel reflejo.

Dolor traigo en los pies míos / plantándome sus querellas, / ya no aplasto más botellas / de los envases vacíos, / pa´ aumentar mis desafíos / acomodo la despensa, / me pone la mente tensa / juntar latas por sabores, / tamaño, peso y colores / sin obtener recompensa.

Por eso Jorge Gabriel / de este apellido se exilia, / sólo tengo por familia / al Cloralex y al Ariel, / de esclavo me da el papel / el trabajo en su monserga, / su gran lista no posterga / volviéndome (sin relajo), / ¡amante del estropajo / concubino de la jerga!

Nota roja

Más transparencia

Con b de burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital

Palabras bajo sospecha

Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad Publicidad; La Hillary

hidalguia@hotmail.com

www.tulancingo.com.mx 

www.hidalguia.com.mx