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Junio 14 de 2016 La televisión estadounidense ha producido espléndidas series con tema político, algunas de ellas han hecho hincapié en el tema de la comunicación social, y aunque para obtener el efecto dramático que se requiere, a veces se simplifican o se exageran las situaciones, en general no sólo ofrecen un buen acercamiento al tema político, sino que muchas de ellas son muy aleccionadoras. Por ejemplo, la serie “The West Wing” es una producción muy atractiva sobre el manejo político de la comunicación, ha sido muy elogiada por profesores e investigadores universitarios y se le utiliza como material de análisis en clases de politología y de comunicación política. Dos de los personajes principales de esta serie son la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, C. G. Cregg, y el director de Comunicaciones, Toby Ziegler. La protagonista de “Scandal” también es una experta en comunicación política que sabe enfrentar muy eficientemente las situaciones de crisis o llevar al triunfo a un candidato presidencial. “The good wife” enfocada a contar la historia de la esposa de un político no deja de lado el tema de la comunicación porque es, sobre todo en estos tiempos, inherente a la política. No hay política sin comunicación. Una producción original de la empresa de servicios televisivos bajo demanda por internet, Netflix, es sencillamente adictiva; se trata de “House of Cards” que narra las vicisitudes de Frank Underwood y su esposa por alcanzar el poder, no sólo la presidencia de Estados Unidos sino el poder. También está “Boss” protagonizada por Kelsey Grammer que interpreta al despiadado alcalde de Chicago, Tom Kane. Hay una gran variedad de series sobre política: “Homeland”, “The Wire”, “Commander in chief” que quizá volverá por sus fueros si llega a Estados Unidos la primera presidenta, “24” y “The Killing”, entre muchas otras. Con todo este material tan a la mano uno no puede dejar de preguntarse por qué los políticos mexicanos no aprenden un poco para evitar tantos resbalones verbales, por qué se empeñan en ser ellos mismos los que mandan sus mensajes en Twitter o por qué, ya que prácticamente ninguno de ellos escribe sus discursos, no se toman la molestia de leerlos completos y preguntar a sus asesores el significado de las palabras que no entienden, o ensayar cómo se pronuncian ciertas otras. Y si no se les da la improvisación, por qué no se apegan a lo que sus equipos de comunicación les escriben, pues para improvisar adecuadamente hace falta una cultura general suficientemente amplia y hemos podido comprobar que son muy pocos los que la poseen.
Incluso aquellos con buenas credenciales académicas pueden tener deslices mayúsculos, como nos ha mostrado el presidente del INE, Lorenzo Córdova, porque pasarán los años y seguirá siendo recordado por lo de “yo, gran jefe chichimeca, vengo Guanajuato a decir a ti o diputados, yo no permitir tus elecciones" imitando a un indígena en una conversación telefónica que fue grabada ilegalmente. Nadie se acuerda del contexto, si fue legal o no, a quién se lo dijo o con quién se entrevistó. El hecho es que Córdova será recordado por discriminador. Después agregó a este récord el “no somos autistas, estamos en contacto permanente con distintas instancias del Estado” para hablar de la autonomía del INE y provocar el disgusto de organizaciones de apoyo a personas con autismo.
La lista es larga. Fox con las “lavadoras de dos patas” para describir a las mujeres; Santiago Creel con el “sospechosismo” que pasó de corruptor del lenguaje a creador de neologismos ampliamente citado; el todavía gobernador de Veracruz que afirmó, negando la delincuencia, que en el estado “sólo se roban frutsis y pingüinos”; el diputado priista Salvador Arellano que dijo hace unos años “la tierra es como nuestras mujeres, hay que trabajarlas… hay que abonarlas” y se tuvo que disculpar ante la protesta de sus colegas legisladoras o el excandidato del PAN al gobierno de Guerrero, Jorge Camacho, quien en otra analogía sexista dijo “las encuestas son como las mujeres, ¿de quién son las mujeres? de sus maridos, ¿y quién las trabaja?, pues uno” para concluir: “las encuestas son de quien las paga”.
Ahora la declaración sexista y discriminadora estuvo a cargo del gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, quien afirmó que los padres deben decir la verdad a sus hijas “a las niñas gordas nadie las quiere”. No a los niños, sólo a las niñas. Así que los niños pueden aumentar de peso sin preocuparse por su vida sentimental. Afortunadamente, después de las críticas, el gobernador ya aclaró que “es a las embarazadas a las que nadie quiere”. Una pregunta, para evitar confusiones, ¿no las quieren por embarazadas o porque engordan con el embarazo? Nada más para tenerlo claro y aconsejar adecuadamente a las hijas. Puedo decir con toda certeza que el gobernador neolonés miente. Convivo con una persona simpática, inteligente y amorosa que ama navegar por mis redondeces. Propongo una campaña para invitar a la ciudadanía a regalarle una suscripción a Netflix al político que tenga cerca. Sólo cuesta cien pesos al mes. Puede ir con una lista de recomendaciones. La campaña se llamará “Haz Patria, educa a un político”. |