4
de septiembre 2008
Se requiere haber alcanzado
cierta edad para reconocer en el nombre de Eduardo del Río al escritor,
periodista y caricaturista que ha sido el mentor informal de muchas
generaciones: Rius. Acaba de salir a la luz, con el sello de Grijalbo,
su libro más reciente ¿Sería católico Jesucristo?, donde, con el
estilo sencillo, llano, directo, didáctico y provocador que le
caracteriza hace preguntas que deben resultar bastante incómodas a la
jerarquía católica, pero muy estimulantes para cualquier ciudadano
dispuesto a mirar a su alrededor y reflexionar, sin fundamentalismos,
sobre esta institución, de la mano de Rius.
Con este libro, Rius vuelve a uno de sus temas favoritos: la religión.
Quizá porque él mismo estuvo a punto de ser clérigo, porque decidió
abandonar su carrera sacerdotal y porque eligió dedicar mucho tiempo a
estudiar rigurosamente a las religiones, pero especialmente a la Iglesia
Católica.
La vida profesional de Rius es asombrosa, comenzó a publicar hace 54
años, tiene más de 100 libros, colabora en periódicos, revistas y
todavía tiene mucho qué decir. Los temas recurrentes en sus libros han
sido la historia, la filosofía, la salud y el naturismo, la religión y
la política. Los libros de Rius invitan a la lectura desde los títulos:
Cristo de carne y hueso, Ya te vimos Pinochet, La panza es primero, No
consulte a su médico, Puré de Papas, Juicio a Walt Disney, Manual del
perfecto ateo, Cómo suicidarse sin maestro y El yerberito ilustrado
entre otros. Uno de mis favoritos es el divertidísimo Museo de
Rius, donde pone parlamentos en globos a cuadros muy conocidos de
pintores famosos. El elemento que distingue a sus publicaciones es que
siempre han sido libros ilustrados, porque Rius es un soldado de la
historieta.
Rius, dos veces Premio Nacional
de Periodismo, es el creador de varios personajes entrañables en la
caricatura mexicana, que llenaron una época maravillosa con las
historietas Los Supermachos y Los Agachados: el indígena
intelectual Caltzontzin con sus perros Stalin, Churchill y Roosevelt,
Chon Prieto, el cacique Don Perpetuo del Rosal, la beata Doña Eme y
Reuter Nopaltzin, llamado así por su papá en honor de un hombre famoso
que aparecía mucho en los periódicos (la agencia Reuters para quien no
haya entendido el chiste). Hoy, los jóvenes ya no conocen a los
personajes de estas historietas, que por cierto, junto con La Familia
Burrón, Los Supersabios y Fantomas son los únicos mexicanos que
aparecen en las más de mil 200 entradas que registra The World
Encyclopedia of Comics de Maurice Horn.
La singularidad de Rius y su
aportación ha sido dedicarse a estudiar temas complejos que después
presenta en sus libros de una manera sencilla y divertida. “Sólo con
buenas historietas podremos combatir la penetración de esa ideología (la
estadounidense de los superhéroes) y de la estupidez que representa la
historieta nacional. Este libro quiere ser un llamado a los dibujantes y
guionistas para que recuperen la historieta como posibilidad educativa
para un pueblo tan necesitado de educación –política y de la otra- como
el nuestro.
“El cómic –esa vida
desarrollada en cuadritos- debe ser utilizado para hacerle la vida de
cuadritos a los asesinos y explotadores”. Afirma Rius en su libro
La vida de cuadritos.
A finales de los 60 y en los años
70 las publicaciones de Rius eran muy populares, el entorno político era
de represión, pero la sociedad civil planteaba nuevas exigencias; fueron
épocas en las que, Los Supermachos primero y Los Agachados
después, aparecían cada semana y tenían miles se seguidores. El mismo
escritor ha narrado cómo pagó por haberse atrevido a caricaturizar al ex
presidente Gustavo Díaz Ordaz: fue secuestrado y obligado a cavar su
tumba en un lugar alejado de la ciudad de México; poco después lo
soltaron. La tortura consistió en amenazarlo de muerte durante varias
horas. La advertencia no surtió el efecto deseado: Rius continuó, como
hasta ahora, escribiendo libros y criticando todo lo que hay de
criticable en la política y la sociedad mexicana. Enhorabuena.
Tacón bajo:
Después de leer la columna anterior, Rafael Figueroa confesó que no
conocía al general Pánfilo Natera y trató de defenderse diciendo que no
era tan conocedor del clan Mickey Mouse, que más bien era seguidor de la
Liga de la Justicia, le reclamé su antinacionalismo y lo amenacé con
obligarlo a leer los libros de Vicente Fox, entonces sí tembló y para
salvarse del castigo juró que desconoce absolutamente a todos los
Pókemon y los Looney Tunes, y esgrimió en su defensa debilidad por
Chanoc y La familia Burrón.
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
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Si acaso te ofendí, perdón
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