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Lección de
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Por iniciativas no paramos
Política en tacones
De Pilar Ramírez
10 de noviembre del 2011
Concluyó una etapa más de la emotiva serie Iniciativa México . Los humanitarios productores de la televisora más poderosa del país intentan hacer que afloren los mejores sentimientos de la población mexicana, que condolida de los paisanos que sufren carencias, participa firme, entusiasta y ciudadanamente con sus llamadas telefónicas y su innata capacidad evaluadora para votar por el proyecto más benefactor.
De manera marginal, pues todo es altruismo al por mayor y sin afán de lucro alguno, se cubre un considerable tiempo de producción con divertidos y lacrimógenos reality shows que ponen a prueba el corazón compasivo de los connacionales. La final que se transmitió recientemente se vistió de gala al contar con la presencia del mismísimo Presidente y su esposa, quienes atestiguaron la premiación de los proyectos que llevarán vivienda a familias de bajos recursos, convertirán en energía el excremento de animales de granja, apoyarán la nutrición entre algunos niños que producirán energía luminosa.
Sesenta y un millones de pesos repartidos entre los ganadores, muchos aplausos, reflectores, entrevistas en los noticiarios de la misma empresa, solidaridad de varios medios de comunicación, el verdadero rostro del país, dijo el máximo líder país, creativo, constructivo y generoso.
El gobierno federal contribuyo a estimular la generosidad de la producción con 120 millones 200 mil pesos, dos pesos por cada uno que consiguió la empresa. Con aportaciones de este tipo supongo que es más o menos fácil ser constructivo y generoso. Ya que no hay reparos en destinar recursos públicos a la inventiva y a favorecer a población necesitada, no pude dejar de preguntarme qué pasaría si los autores de las iniciativas se apersonan en el Infonavit y en el Fovissste y presentan un proyecto para construir viviendas de bajo costo. ¿Les darían un peso para apoyarlos? ¿Leerían siquiera la petición los ocupadísimos y enjuntados funcionarios? El gobierno federal, tan generoso en iniciativas con espectáculo mediático, ¿escucharía a esos ciudadanos preocupados por hacer alguna mejora o por poner sus conocimientos al servicio de la solución de un problema?
¿O si fueran a la Semarnat? ¿A la Secretaría de Salud? ¿A la de Educación? Temo que los servidores públicos más bondadosos sólo reirían a carcajada batiente una hora, los que se ubican en la categoría standard jamás tendrían siquiera frente a sus ojos semejante propuesta, y no porque los proyectos sean o no viables, sino simplemente porque no se presentan a nivel nacional frente a las cámaras de televisión.
Para no ir lejos, aquí en Veracruz hay un entusiasta grupo de promotores de lectura que hace conferencias, lecturas, recitales, obras, consigue libros, busca espacios en las ferias del libro y mantiene vivo el proyecto de invitar a leer a otros con un grupo en internet. ¿Cuánto recibe? Cero pesos y cero centavos bien contados.
Una querida amiga, aguerrida arquitecta, con un doctorado, desarrolló una innovadora propuesta para construir escuelas que reduzcan el calor que es agobiante en muchas zonas de Veracruz, lugares donde la mayoría de las veces no cuentan siquiera con un ventilador. ¿A quién le dan ganas de ir a encerrarse a florecer en un lugar más caluroso que un invernadero? Todavía más, ¿quién tiene deseos de aprender o de enseñar si tiene que lidiar con temperaturas que rebasan los 38 grados? El proyecto le sirvió para doctorarse y nada más, pues en las oficinas de la SEP les resultaba molesto darle información pues suponían, primero, que los reglamentos de construcción son propiedad del jefe en turno y segundo, que si alguien pedía datos tan específicos era para criticar. El proyecto, que es innovador y sumamente útil porque haría más grata la estancia de los niños en la escuela o aseguraría su permanencia en ella, simplemente fue ignorado. La razón: existe un reglamento de construcción standard absolutamente inamovible; primero se seca el mar que lograr hacer un cambio tan sensato como el que supone ese proyecto. ¿Millones de pesos? No recibió ni la lectura de la propuesta.
Ojalá que en la siguiente convocatoria a alguien se le ocurra proponer el desarrollo de oficinas y sanitarios que se limpian y desinfectan a sí mismos, también que produzcan agua potable por generación espontánea, pues en la oficina pública donde trabajo, desde hace meses no hay agua para beber, cada quien lleva sus implementos sanitarios y nos acaban de anunciar que no habrá servicio de limpieza, porque no hay recursos para pagarlo. Si nadie ha inventado la autosubsistencia de las oficinas, hay que llamar al Dr. Chunga, el creativo personaje de Andrés Bustamante. Es casi seguro que él ya tiene un invento para el caso, sólo falta que lo presente a Iniciativa México. Los burócratas beneficiados y agradecidos serán muchos y el ahorro al erario podrá destinarse a seguir apoyando al reality show de la asistencia social.
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