Defender la
vida
13
de agosto del 2009
“¡Feminicidas!, ¡Asesinos de mujeres!,
¡Vendidos!” gritó repetidamente un grupo de mujeres a los legisladores
que aprobaron en Guanajuato la ley antiaborto aprobada por 23
legisladores panistas, dos priístas y uno del Partido del Trabajo. La
misma entidad donde la directora del Instituto de la Mujer acusó de
terrorista al Centro de Derechos Humanos Victoria Díez por haber
denunciado una violación, presuntamente cometida por un policía
ministerial y criticó severamente a la periodista Carmen Aristegui por
haber condenado la ley antiaborto.
QUEJAS Feministas llamaron
traicioneros a los diputados (Foto: Xóchitl Álvarez / EL UNIVERSAL )
En Yucatán, Organizaciones no
Gubernamentales también han realizado protestas porque la gobernadora
Ivonne Ortega Pacheco permitió la publicación en el Diario Oficial de la
Ley para la Protección de la Familia y con ello la entrada en vigor de
la polémica ley promovida por grupos conservadores en la que se eleva a
rango constitucional el matrimonio entre un hombre y una mujer, se
legaliza el concubinato, se penaliza el aborto, se impide la adopción a
personas solteras y se prohíbe la unión legal entre personas del mismo
sexo.
En Puebla, la Procuraduría estatal
inició un proceso penal en contra de una joven de 20 años que abortó; la
acción de la justicia poblana se ha mantenido en suspenso porque no han
determinado si el uso del medicamento que provocó el aborto fue
intencionado o accidental.
En las entidades mencionadas, lo
mismo que en los estado de Colima y Jalisco numerosos grupos de mujeres
se están amparando contra leyes que les impiden el derecho a decidir.
En el Distrito Federal, los
grupos conservadores han mantenido una persistente campaña en contra de
la aprobación legal del aborto y de la píldora de emergencia. Son grupos
que han actuado de manera similar desde hace décadas, pero que en los
últimos años no son más los llamados grupos de presión de entonces sino
grupos vinculados al poder y en muchos casos con representantes en
cargos de alto rango. Una novedad es que los grupos que opositores a
estas medidas son cada vez más numerosos, se organizan y protestan cada
vez con más eco en los medios. Se suman a ellos juristas y expertos que
dejan de lado los aspectos morales y defienden los derechos desde un
punto de vista estrictamente constitucional.
Las dos últimas administraciones federales
se han caracterizado por convertir la moral en política de Estado, lo
cual ha significado un importante retroceso en los avances tenues pero
significativos logrados en el ejercicio de los derechos relacionados con
la reproducción y la diversidad sexual.
Esta tendencia de los grupos
conservadores se presenta como defensa de la familia y como protección a
la vida. Es paradójico que en un afán por “defender” a la familia se
promulguen este tipo de leyes cuando según datos del INEGI 72.7% de los
nacimientos en México son de madres que tienen entre 15 y 29 años, 10.4%
de las cuales son madres jóvenes solteras al momento de registrar a su
descendencia y 37.2% de las madres jóvenes tienen sólo un año de
secundaria. Si el modelo de familia que se anhela es el de padre, madre
e hijos, la terca realidad lo niega rotundamente. Eso, sin contar a los
hijos que nacen en un entorno familiar tradicional y años más tarde
vivirán la ruptura de sus padres.
Desde los años setenta, en que
se hizo famoso el estudio del sociólogo Francisco Gómezjara sobre el
aborto en México, se sabía que la mayoría de las mujeres que aborta son
católicas, es decir que no se trata de manera exclusiva de una cuestión
ética, moral o religiosa sino de una problemática más compleja donde el
ingrediente socioeconómico es fundamental y en el que los embarazos no
deseados tienen relación tanto con la forma como se experimenta la
sexualidad como con la inequidad entre géneros.
Por otra parte, es curioso el
concepto de defensa de la vida que esgrimen quienes promueven estas
legislaciones: hacer nacer a todos los hijos concebidos en una
lamentable idea chata y limitada de la vida. Una verdadera defensa de la
vida tendría que considerar el derecho de elegir la llegada de los hijos
deseados, una instrucción suficiente que les permita a las mujeres la
reflexión sobre cómo desean vivir la maternidad y poder decidir sobre
ello, una verdadera defensa de la vida tendría que rechazar la idea de
niños cada vez más pequeños tratando de ganar unos centavos que alivien
la enorme miseria que se vive en sus hogar, en el caso de que lo tengan
y debería tener delante la cifra irrebatible de los más de cuarenta
millones de mexicanos en pobreza extrema.
Quienes impulsan las
legislaciones que penalizan el aborto seguramente pretenden ganarse el
cielo, pero en realidad son culpables de aplazar la muerte de esos seres
a quienes dicen defender, de condenarlos a una vida de calidad
lamentable, de someter a miles de mujeres a prácticas insalubres porque
es un hecho que los abortos continuarán y de imponer, como en cualquier
fundamentalismo, sus principios éticos. Es difícil encontrarle un lado
bondadoso a esto forma de proteger la vida.
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