12
de febrero del 2009
En
el año 2004 apareció en Estados Unidos la serie de televisión Dr.
House, producida por la cadena Fox, de la que actualmente se
transmite la temporada cinco y que ha logrado un éxito inusitado debido
a que rebasa el aspecto estrictamente televisivo.
El protagonista de la serie es el Dr. Gregory
House, un brillante nefrólogo y especialista en enfermedades infecciosas
que trabaja en una unidad de diagnóstico, inexistente en la realidad,
del hospital universitario de Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey.
Casi todas las cadenas productoras de televisión tienen
una o varias series sobre médicos, desde Dr. Kildare que
protagonizó en los cuarenta Richard Chamberlain, pasando por Dr.
Quinn, Diagnosis Murder, Strong Medicine y
Emergency hasta las actuales Scrubs, ER, Grey's
Anatomy y, por supuesto, Dr. House. ¿Cuál es peculiaridad de
Dr. House para no ser una serie médica más y tener tal éxito? El
carácter del protagonista. Gregory House es un médico sumamente
destacado, su nivel de eficiencia raya en la genialidad, pero es
iracundo, ofensivo, cruel, detesta tratar con los pacientes, los evita
siempre que puede, es mordaz, irónico y no tiene empacho en decir a
superiores, pacientes o subordinados lo que necesita con una franqueza
tan extrema que lo hace maleducado.
El perfil de antihéroe se completa porque House sufrió un
infarto muscular en la pierna derecha que al derivar en una necrosis
hizo necesaria una cirugía que le dejó como secuela una cojera y dolor
crónico. A causa de ello, House utiliza bastón y una cantidad
impresionante de analgésicos que lo han convertido en un adicto al
Vicodin. House es también atípico en el cumplimiento de su trabajo, al
mismo tiempo brillante para diagnosticar casos complicados, pero flojo
para cumplir otras tareas cotidianas. En su área de trabajo toca
guitarra eléctrica o se esconde en habitaciones con pacientes en coma
para tomar alimentos o ver sus programas de televisión favoritos. Este
personaje ha generado una gran cantidad de notas periodísticas, espacios
en Internet y hasta libros; muchos lo encomian y otros tantos lo
repudian.
Sin embargo, el aspecto más inspirador de House y que ha
provocado un gran debate es el tipo de relaciones laborales que su
carácter provoca. Los consultores organizacionales y las empresas que
realizan estudios de clima laboral han desarrollado incluso un
Cuestionario House -en alusión al personaje- para describir los defectos
frecuentes de los altos mandos, entre los cuales es común el trato falto
de tacto, grosero y hasta brutal con los subordinados.
Las grandes empresas le han destinado recursos al estudio
de sus propios directivos y a las características que deberían tener
para lograr un liderazgo adecuado. En dichos estudios han encontrado que
es común el maltrato a los empleados y una forma de gestión que se basa
en el carácter del jefe; como señala Carmen María Ramos en una
espléndida nota del periódico argentino La Nación "a menudo matan
al mensajero" uno de los pecados directivos de quienes se dejan llevar
por la ira y actúan con visceralidad.
La afirmación de que "los empleados son el elemento más
importante de las instituciones o las empresas" ha terminado por
convertirse en un lugar común en el que ya nadie cree, porque todos
saben que es falso y que sin importar que lo acabe de pronunciar, el
jefe se comportará de la manera más ruin con quien se deje y con el que
no también, si así le place hacerlo. No resulta extraño que, como
informó recientemente el Instituto Mexicano del Seguro Social, 70 por
ciento de los trabajadores viva con estrés laboral.
Una ingeniosa compañera de trabajo ha acuñado un
divertido neologismo para describir la ira de los jefes: "madrastrear",
así, un jefe iracundo "madrastrea" a una persona, lo que equivale a una
combinación de echar madres y madrear a alguien, casi siempre de manera
verbal, pero con eso es suficiente. Ahora sí que humillados y ofendidos,
es decir, "madrastreados", sin derecho de réplica y sin la genialidad de
House.
En los muchos años que tengo en el sector público he
visto en innumerables ocasiones a los subalternos temblar "porque el
jefe llegó enojado". Las decisiones de ese día estarán signadas por el
humor del jefe, lo mismo que su forma de hacerles saber a sus
subordinados que su sentido del (buen) humor se extravió; en algunas
ocasiones éstos lo sabrán cuando los corra o amenace –de mala manera-
con hacerlo, salpicada la amenaza de algunos epítetos que, bien visto,
no se le deberían escatimar al jefe.
Como era de esperarse, son las grandes empresas las que
están dispuestas a invertir para desarrollar las habilidades de sus
niveles directivos; en el sector público -si acaso- hay aburridos e
inservibles cursos y conferencias de motivación o de relaciones humanas
a los que generalmente no asisten los jefes, quienes nombran un
representante "porque tienen un compromiso agendado previamente" como se
afirma en el preciso y bien cuidado lenguaje burocrático
Animales y
hombres
Siembra
Guerra de baja
intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la
inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
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