Él, Caballero, Fortson
28 de mayo del 2009
Los adelantos tecnológicos de los que tenemos la fortuna de ser
testigos, especialmente en la esfera de las comunicaciones, han puesto a
nuestro alcance una cantidad inimaginable de información y de materiales
escritos y audiovisuales. Tanta, que nos hemos vuelto un poco como los
personajes de la serie animada de los sesenta Los supersónicos,
en la que una familia futurista, con toda clase de comodidades
tecnológicas, para obtener comida u otros bienes sólo tenía que oprimir
un botón; el confort era de tal magnitud que un tema de disputa familiar
era a quién le tocaba empujar el famoso y mágico botón
Así nos sucede ahora. Las comodidades informáticas son
proporcionalmente inversas a nuestro esfuerzo por buscar lecturas nuevas
e interesantes, o peor aún, a veces por producirlas. En el mundo
editorial hay muchas y muy buenas publicaciones, pero no abundantes como
podrían sugerir las facilidades que nos ofrecen las tecnologías de la
información. Hay una cantidad excesiva de paja, de repeticiones y de
materiales absolutamente prescindibles.
En general, no soy defensora del “todo tiempo pasado fue
mejor”, la verdad es que cada época nos ofrece una cantidad casi
inagotable de motivos para disfrutar, especialmente en el ámbito de las
artes y la cultura. Eso no me impide ver que estamos un tanto huérfanos
de producciones culturales que en otros momentos, con entornos menos
propicios, irrumpían como flores en el desierto.
Tengo en el tintero desde hace tiempo una entrevista que mi
querido amigo Jimmy Fortson me hizo el favor de responder vía correo
electrónico, para ser congruentes con lo de disfrutar los adelantos
técnicos que la vida nos ofrece. Así, la distancia entre Taxco y Xalapa
se esfumó y James Fortson, el legendario y multifacético periodista
cultural me habló de cómo se ama a Dios en tierra de indios, si se me
permite, por lo gráfica, esta expresión un tanto intolerante, o si se
quiere, cómo se hace periodismo cultural en un entorno de censura.
Jimmy Fortson fusionó con una gran creatividad el periodismo
cultural con las publicaciones eróticas. Las revistas que dirigió, Él,
Caballero y Eros fueron invariablemente víctimas de la
censura. El pretexto para censurarlas lo ofrecía justamente el motivo de
su éxito, porque Fortson afirma que en todas sus revistas “lo
fundamental siempre fue dedicar un veinte por ciento a las fotografías
de desnudos y otras ‘frivolidades’, destinando el ochenta restante a la
cultura, mediante grandes textos de grandes autores de literatura y
política -sin omitir a los mejores caricaturistas trabajando tales
temas-. Las entrevistas, siempre orientadas e intencionadas a la
inteligencia. Los lectores, luego de masturbarse psicológicamente, no
tenían opción otra que leer”.
En una época signada por la opacidad, la falta de libertad
de prensa y la censura, Fortson tuvo en las revistas que dirigió,
colaboradores verdaderamente envidiables: José Revueltas, Luis Buñuel,
Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Mario Vargas Llosa, Herbert Marcuse,
Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco, Simone de Beauvoir, D.H.
Lawrence, Henry Miller, Gabriel Figueroa y Mario Puzo entre muchísimos
otros, y los cartonistas Naranjo, Rius y Helioflores, desde siempre
implacables para editorializar en un cartón el momento político. Afirma
Fortson que “incomodaba demasiado la crítica política y resultó
aparentemente fácil etiquetarlas de pornográficas”. El periodista
asegura que Eros, Caballero y Él serían hoy
revistas para niños, lo cual tampoco se puede garantizar, pues hoy como
entonces, podríamos ver que la crítica política sigue incomodando y que
el veinte por ciento dedicado a las imágenes eróticas sería
definitivamente intolerable para algunos personajes de la política
actual.
El conservadurismo y la censura parecían ser el combustible
que atizaba al periodismo cultural que hacía crecer Fortson. Algunos
actos podrían ser casi heroicos aunque resultaban extraordinariamente
temerarios como iniciativas empresariales. En 1973, James Fortson viajó
a París expresamente para entrevistar a Carlos Fuentes, lo que resultó
en un libro titulado Perspectivas mexicanas desde París: Un diálogo
con Carlos Fuentes, con prólogo escrito por Gustavo Sainz; el libro
–me cuenta Fortson- se regaló con el ejemplar de Navidad de la revista
Él, que tuvo un tiraje de 120 mil ejemplares, hazaña que hoy
difícilmente cumplirían muchas de las publicaciones en circulación. El
costo financiero de aquella osadía fue muy alto, pero tuvo como
recompensa el enriquecimiento en prestigio de la revista como
publicación cultural.
Fortson, colaborador de diarios y revistas, director de
publicaciones que hicieron historia en el periodismo cultural y
político, productor de televisión durante 17 años -de la que salió en
condiciones todavía no aclaradas- y cinco veces Premio Nacional de
Periodismo merece, no el recuerdo o el homenaje efímero sino un
reconocimiento de que hizo escuela, de que su ejemplo debe ser rescatado
del olvido para animar las aspiraciones profesionales de los miles de
jóvenes que desean hacerse un sitio en el mundo de la comunicación,
aunque a decir verdad, tampoco le vendría mal el ejemplo de Fortson a
muchos veteranos de esta profesión que no gusta mucho de la autocrítica.
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