SUPERMAN
19
de marzo del 2009
La
doble jornada que cargan a cuestas muchas mujeres que tienen un empleo y
la responsabilidad del trabajo doméstico se ha visto justificada por la
cultura popular que rechaza la equidad en la distribución de las tareas
del hogar y el cuidado de los hijos.
Los programas “cómicos” de televisión se han encargado de
hacer una caricatura de los hombres que optan por dividir las labores
del hogar. Se les llama “mandilones”, “superman” como apócope de
“supermandilones” o “Gutierritos” en referencia a un popular personaje
de telenovela de los años sesenta que tenía una esposa perversa y
tirana. Aunque los hombres, de manera racional, admitan que lo justo es
dividir el trabajo en casa, no les gusta que otros hombres hagan mofa de
esa elección, por eso no es común que los varones cumplan tales tareas
frente a otras personas como sí lo hacen las mujeres, para quienes
resulta, por costumbre, algo natural o tareas propias de su sexo.
Si vemos a un hombre dedicado a la compostura de un auto,
arreglando un desperfecto de electricidad o de plomería, no es
criticable porque socialmente son admitidas como tareas “masculinas”,
mientras que son aceptadas como femeninas el lavado y planchado de la
ropa, de los trastos, la limpieza del hogar, el aseo de los bebés, el
cambio de pañales y la preparación de alimentos. Cuando estas imágenes
se trastocan surgen estos rechazos en forma de chistes, motes y
canciones que hablan de ello.
La distribución equitativa del trabajo doméstico es quizá
una de las expresiones más íntimas, pero al mismo tiempo más reales de
que ha habido un proceso de reflexión acerca de la equidad. Puede estar
propiciada por el afecto, pero en esencia se trata de la adopción de un
acuerdo familiar distinto que repercute no sólo en una vida más grata
sino en un modelo distinto para las nuevas generaciones, pues cuando los
hijos ven a sus padres compartir el trabajo doméstico les resulta
natural participar de él sin distinciones por sexo.
A menudo nos referimos a la situación inequitativa que viven
las mujeres sometidas a una doble jornada. De tan común, nos es fácil
tener en mente la imagen del varón que llega de trabajar y exige
cuidados y atención por parte de una esposa que también cumplió una
jornada de trabajo fuera de casa, pero cuyas tareas no sólo no terminan
sino que tiene, en el hogar, una posición subordinada, pero nos
olvidamos fácilmente de los hombres que han elegido democratizar la vida
familiar y que, como toda lucha social, se enfrenta a obstáculos.
Para estos hombres la elección es dificultosa porque se
enfrentan, por ejemplo, a una madre amorosa que se siente lastimada en
su interior al ver a un hijo realizar tareas del hogar y considera que
“le corresponden a la esposa”, lo cual crea situaciones familiares poco
amistosas; o un padre que siente que le arrancan la piel de la espalda
al ver a su hijo en tareas “para mujeres” cuando él educó a su hijo para
que fuera “muy hombre” o la crueldad “amistosa” de conocidos y amigos
–hombres y mujeres- que ven con cierta lástima a estos hombres que
apuestan por la equidad y les repiten los motes y chistes que se han
popularizado y que, en lo fundamental hacen ver a los hombres como
afeminados y a las mujeres, hombrunas.
Mi queridísimo amigo Donato, lector agudo de la columna, a menudo me
plantea diferencias que me sirven para reflexionar sobre lo que escribo.
Hace unas semanas llamó mi atención sobre este tema. En esencia, me hizo
ver esta faceta del tema de la equidad.
No es más que otro ingrediente del mismo fenómeno. Esos amigos, padres,
hermanos y hermanas que se resisten a ver a los hombres en otras tareas
no lo hacen por perversión ni porque tengan un desacuerdo teórico o
conceptual con la equidad. Simplemente, así fueron educados, son dóciles
a los múltiples reforzamientos sociales para mantener esa distribución
de tareas y consideran que lo correcto es mantener así los roles por
género, lo cual hace más loable la elección masculina por la equidad.
Las mujeres que trabajamos públicamente a favor de la equidad no debemos
escamotear el reconocimiento a estos hombres que se convierten en
nuestros compañeros de lucha. Además de los tres Figueroas que son mis
cómplices absolutos y mi amigo Donato, conozco a muchos otros que de
manera silenciosa abonan el terreno para que la vida familiar sea
distinta. A todos ellos mi reconocimiento y espero que se sumen muchos
más
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
Animales y
hombres
Caminos de
Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja
intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la
inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
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