Los lloriqueos
4 de junio del 2009
La
incursión de las mujeres en la política puede verse como una de las
mejores expresiones de equidad o como un ámbito en el que sale a relucir
lo más trillado de los estereotipos femeninos. Las razones que permiten
a las mujeres de diferentes partidos acceder a las candidaturas son de
índole diversa. Algunas porque son conocidas y eso representa un bono
extra para el partido que las postula porque les hace suponer que tienen
una ventaja inicial sobre sus adversarios, en otros casos se trata de
mujeres que tienen trayectoria en sus partidos y han tenido que competir
con las reglas internas de cada instituto político –que no siempre son
las mejores ni las más transparentes- para lograr hacerse de una
candidatura y en muchos otros casos se conjugan una serie de razones
donde la más importante es “cubrir la cuota”, “llenar el expediente”
“atender al voto femenino” o ser “políticamente correcto” con el tema de
la equidad de género.
Según
el espacio que hayan logrado dentro de sus partidos, su trayectoria o su
personalidad es la actuación de las mujeres como candidatas, aunque casi
ninguna de ellas desaprovecha el momento político para lograr cierta
notoriedad. En el Distrito Federal se dio un debate entre las candidatas
que esperan ser elegidas como diputadas federales por el distrito 10: la
abanderada panista, Gabriela Cuevas, ex delegada de Miguel Hidalgo y la
candidata perredista, la escritora Guadalupe Loaeza. Muchos esperaban
con cierto morbo este debate, porque no dejaba de ser una disputa
femenina. Apelando a los estereotipos, si el antagonismo está
protagonizado por mujeres se espera que “sean todas una damas” (whatever
that means) o que escenifiquen un pleito de mercado.
Por
supuesto que hubo intercambio de acusaciones y puyas, la perredista
increpó a la ex delegada por su actuación como funcionaria e hizo
referencia a sus enfrentamientos con el gobierno del Distrito Federal;
la panista siguió el tono de las campañas de su partido y acusó a Loaeza
de plagiaria, argumentando que ella no escribe sus textos. Imagino que a
Gaby Cuevas le gusta la autenticidad: tiene un video en youtube donde se
ve a las claras que no pide ayuda para escribir porque su segundo
apellido (Barrón) aparece sin acento.
El intercambio de acusaciones, sin embargo, no sostiene
ya un debate completo, así que las candidatas tuvieron que mostrar las
propuestas con las que tratan de convencer a sus votantes potenciales y
abordaron principalmente los temas de seguridad, obras viales, gestión
ciudadana y uso de suelo. Quizá como no hubo sangre, los medios
–especialmente los impresos- guardaron silencio sobre este debate. En
internet, un medio cada vez más aprovechado para hacer campañas por el
atractivo adicional de la falta de regulación, en cambio, hay una gran
cantidad de referencias a él.
Los
ciudadanos queremos ver más debates, pero realmente debates, si los
quieren condimentar con las luchas en lodo, yo no tengo nada en contra.
Para ser sinceros, los pleitos escenificados por los políticos son
sumamente divertidos y son noticia, dan materia para escribir. Quizá no
deba ser lo único, pero a fin de cuentas, si un candidato es capaz de
ganar un debate muy probablemente ganará también una discusión en el
Congreso, al menos tendrá más posibilidades de subir a la tribuna a
defender iniciativas o puntos de vista. Ya no estará condenado o
condenada, según sea el caso, a repetir la historia patética que narró
en alguna ocasión Eraclio Zepeda, quien regresó a la sala de sesiones
del congreso federal cuando era diputado a recoger un objeto olvidado y
allí estaban muchos legisladores priistas, que nunca tendrían
oportunidad de pronunciar una palabra en tribuna, tomándose fotos en una
sesión nocturna en el podium como si de su discurso dependiera la vida
de la nación, pero sin público y sin medios. Era la foto para sus
descendientes, para atestiguar su paso por el Congreso con una imagen
que podrían colgar en el comedor.
Veremos qué tono adquiere el debate entre Beatriz Paredes
y Germán Martínez. Se anuncia entretenido. Es decir, con mucho lodo. El
dirigente panista ya dio muestras de que echará mano de argumentos
sexistas; cuando la priísta lo invitó a debatir, Martínez, haciendo gala
de refinados argumentos, manifestó su satisfacción porque la presidenta
del PRI hubiera superado “los lloriqueos”. Si un representante
partidista se queja de las campañas sucias y tiene la condición de mujer
son lloriqueos, si el líder panista en Veracruz reprueba desde su página
web la actuación de sus adversarios es una denuncia harto viril. ¡’Aso!
Para usar debidamente un expresión local.
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