En las encuestas sobre lectura se han
identificado varias cosas: los medios impresos son los que menos se
consumen, la gente prefiere ver televisión o escuchar la radio. De la
minoría que lee periódicos, no todos lo hacen porque les guste enterarse
de lo que sucede a su alrededor, pues las secciones de espectáculos,
entretenimiento, sociales y policíaca son las que tienen más público, en
cambio las menos leídas son las secciones noticiosas nacionales e
internacionales.
Desde que en nuestro país la violencia y la
nota roja han monopolizado las primeras planas, se ha operado un cambio
en el consumo de medios, que se puede constatar de manera empírica en
los corrillos laborales, escolares y familiares: los lectores están más
interesados en la información, a veces, incluso, en la
sobreinformación. Todo mundo tiene su propia estadística de la
violencia porque no confían en la oficial, todos tienen un familiar o un
conocido que fue testigo de un hecho, y, especialmente, todos tienen una
opinión porque están interesados en el tema.
Las secciones policíaca y nacional se han
vuelto una y la misma. Los tradicionalmente incomprendidos reporteros de
la nota roja ahora han visto elevarse su status en la estructura
informativa porque sus notas ya no “se colean”, como se dice en el argot
periodístico cuando las notas se mandan al final de las secciones, ni
están relegadas; hoy son las notas que más se comentan, las que más se
leen y las que más se buscan. Sin embargo, no ha sido suficiente. La
información es tan sangrienta que, combinada con la intención de acallar
su distribución, se piensa que siempre hay algo que se está ocultando.
He sido testigo en diversas ocasiones de
algo que no sucedía hace tiempo en el consumo de medios: los lectores
están comparando la información. Con los medios en línea, intentan
corroborar lo que les ha dicho alguien para saber si algún periódico o
servicio de noticias lo recogió. Ver este fenómeno en una ciudad mediana
como Xalapa es común y fácil, precisamente por el tamaño del lugar. Como
quizá sucede en muchos otros lugares del país, no siempre se colman los
deseos de obtener información. A eso se le debe sumar una bicentenaria
desconfianza hacia la información oficial. Es posible que aún en el caso
de que se proporcionaran datos amplios y suficientes, que no ha sucedido
hasta ahora, eso no desterraría los rescoldos de escepticismo con que
suele consumirse la información proveniente de dependencias
gubernamentales.
La ciudadanía desea información. El gobierno
no la quiere dar. Los ciudadanos quieren saber a qué atenerse. El
gobierno piensa que se causará pánico. Los ciudadanos no quieren que se
les trate como menores de edad. El gobierno todavía no los ve maduros.
Este desencuentro genera, de manera inevitable, los rumores, la
repetición sin fin del “alguien muy cercano y confiable me lo dijo”, los
agregados a la información y propicia, como ha sucedido en otros
tiempos, válvulas de escape a la sensación de orfandad de noticias.
En Veracruz surgió, y está circulando
profusamente en internet, una canción compuesta y cantada por Byron
Barranco, el otrora cantante oficial, sobre la situación de inseguridad
que desde hace algunos meses se vive en la entidad. Al igual que con los
corridos, baladas y otros géneros que han abordado temas sociales, donde
los cantantes se convierten en los nuevos juglares que expresan una
parte del sentir de la población, sobre un tema de actualidad, Byron
canta sobre las balaceras que han azorado a la sociedad veracruzana.
No salgas, no te levantes,
manténte a salvo sin retuitear
confía en los gobernantes
no en terroristas desinformantes
si
oyes balazos ponte a cantar
El cantante, al ritmo de cumbia, manifiesta
el sentir popular ante la desinformación y la incertidumbre. No es la
primera vez que en nuestro país un tema serio, complicado y preocupante
se traduce en humor ácido.
Canta un son o una balada
porque aquí no pasa nada
canta “La bruja” o “La bamba”
si oyes la rebambaramba
canta así mientras esperas
que acaben las balaceras
Este
tipo de simplificaciones ganan calle porque no hay otras respuestas. El
humor es aparente, es, como diría Octavio Paz, una máscara, porque
detrás de ellas se oculta una gran preocupación social que quiere
respuestas y si no las tiene, simplemente las convierte en comedia
porque es más digerible que el drama.