Soy narco pero
decente
23
de julio del 2009
Perspectivas
16
de julio del 2009
Lección de Civismo
9 julio del 2009
Ahorritos
2 de julio del 2009
¿Circo sin pan? 25 de junio del
2009
Versada jarocha en la academia 17 de junio del 2009
Los lloriqueos
4 de
junio del 2009
Él, Caballero, Fortson 28
de mayo del 2009
Campañas S.A
Tache a la anulación del voto
14 de mayo del 2009.-
Madres e hijos
7 mayo del 2009
Influenza: sobredosis de información
as chicas superpoderosas
Songo le dio a Borondongo
Vivir en el error
SUPERMAN
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
Animales y
hombres
Caminos de
Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja
intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la
inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad
Publicidad;
La Hillary
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27
de agosto del 2009
En
nuestro país tenemos una idea sumamente torcida de los servicios
públicos; hay algo que nos hace suponer que existe justificación para la
mala calidad, trátese de servicios urbanos, educación o salud. Existe un
falso concepto de gratuidad por el hecho de que cada ciudadano no paga
sus impuestos con un cheque por la cantidad que correspondería a la
construcción de un puente, por la atención médica que recibe en una
institución o por el trabajo de un docente; esto hace pensar
equivocadamente a los servidores públicos de esas áreas que están
entregando un regalo y que, por tanto, lo pueden dar con lentitud, de
mala gana o simplemente no darlo.
La semana anterior, el joven Eduardo Figueroa se
entregó a la tarea de jugar futbol a su estilo –no cursi sino muy rudo-
y un agujero del terreno improvisado como cancha le hizo una mala
pasada; cayó redondito, tal cual es, con consecuencias funestas para su
pie izquierdo y para la humanidad entera de sus padres que debieron
movilizarse para atender a su inquieto vástago.
Pensamos que acortaríamos el tiempo de obtener un
diagnóstico si acudíamos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS),
donde Eduardo está debidamente registrado pero no tiene carnet porque no
es el lugar donde habitualmente recibe atención de salud; preguntamos,
nos dijeron que tratándose de una emergencia y comprobando el derecho a
recibir el servicio, no debería haber problema alguno. En el servicio de
urgencias del hospital al que acudimos en Xalapa nos dimos cuenta
de nuestra realidad: la falta de carnet, en la nomenclatura oficial
tiene dos importantes interpretaciones; para quien está detrás de la
ventanilla de urgencias es el pretexto ideal para negar el servicio,
para nosotros quiere decir que durante los 16 años de vida del joven
Eduardo le hemos ahorrado dinero al IMSS porque hemos pagado por
atención particular además de las cuotas, ya imaginarán cuál gana. Le
expliqué en español básico a la recepcionista nuestro punto de vista y
le demostré que tenemos derecho al servicio; ella insistía en su
negativa con argumentos construidos en algo similar a nuestro idioma,
pero que en español antiguo querían decir simplemente: “¿por qué no se
van y me evitan trabajar?”
Por
fin accedió a hacer la hoja para que le dieran atención a Eduardo,
pero puso un obstáculo final: “Nada más que el traumatólogo ya se fue y
el siguiente entra a las tres”. Eran dos y cuarto, así que pregunté si
tendría que esperar una hora. “Nooo, mucho más”, dijo en tono triunfal,
pensando que la espera resultaba el castigo adecuado por haber
modificado su estilo personal de atender emergencias. “¿Dos?”, “Nooo,
más”, subrayó la aguerrida burócrata. Releí el triage, que es la
clasificación de las emergencias y el tiempo de espera máxima para
recibir atención. Me di cuenta que la recepcionista ni se había enterado
de ella, pero que en los hechos, ella está a cargo de la evaluación de
la urgencia y no un médico.
Me di
por vencida, decidí llevar a Eduardo a un servicio particular de
rayos X, pues era razonable suponer que tenía alguna fractura por la
inflamación y el dolor del pie, aunque para esos momentos lo que tenía
más inflamado era el mal humor, estado cuasi normal en un adolescente.
Antes de retirarme, decidí quejarme con el jefe del servicio, pues ya
que iba a gastar, por lo menos que supiera lo que pensaba de la atención
(es un eufemismo) que allí se da a los pacientes.
Me
dijeron dónde estaba la oficina y me apersoné. Me atendió con
amabilidad. Describí el amistoso intercambio con Miss Burocracia y le
anuncié que no obstante mi sospecha de que el IMSS tiene un poco
más de dinero que yo, seguiría subvencionando al instituto y me iba a
procurarle atención particular a mi dulce vástago, a quien entre
paréntesis, tampoco le caía mal esa lección de realidad. Como ya había
renunciado a recibir servicio aproveché para externarle mi opinión sobre
lo bonita que se ve el área de entrada, despejada y limpia, pero que era
siniestro mantener a familiares y enfermos fuera de las instalaciones,
aguantando el sol y sentados donde hay alguna piedra disponible, porque
hay una policía implacable, una verdadera terminator que sólo
deja pasar a la gente para que apunte al enfermo que llega a urgencias
con Lady Nomuevoundedo y después deben permanecer afuera –enfermo
y familiares- hasta que los llaman; cuando tal cosa sucede, los pobres
enfermos realmente necesitan atención urgente.
Debo
reconocer que a este George Clooney región cuatro (para los
seguidores de la serie ER) le movió algo lo que le dije, o le
ganó la risa, porque me pidió que no me fuera y de inmediato atendió él
mismo a Eduardo, le ofreció una silla de ruedas y confirmó que requería
una radiografía, la cual sacaron con relativa rapidez. El diagnóstico
fue un esguince que requiere dos semanas de reposo y una férula que con
la inmovilidad del pie transformó a los tres miembros restantes de la
familia en sus esclavos. Yo estaba pasmada. Mi hijo es un adolescente.
¿Cómo dos semanas más si lleva cerca de seis años en reposo? Preferí no
decir nada porque más valía no poner a prueba el sentido del humor del
personal. Además la Princesa Caramelo me veía con cara de “ya verás
cuando llegues infartada, a ver si tomas las de Villadiego”.
Le
agradecí mucho a la versión jarocha del doctor Mark Green quien
colocó con diligencia y buen humor la famosa férula y a todos los que
ignoraron la cara de enojo del Figueroita porque lo iban a
inmovilizar, pero sin duda, no puede ser ése el procedimiento habitual
para que un derechohabiente reciba el servicio. Además, con
padecimientos realmente graves, decir con orgullo “me voy a donde sí me
hagan caso” no es una opción. No en vano el IMSS obtuvo el premio
del Primer Mal Servicio de la Nación, el concurso inventado por
el gobierno federal para hacer sentir a los ciudadanos que su queja
puede ser oída. A pesar de los muchos adversarios, el Seguro Social no
se amilanó, se llevó el premio con el peor servicio y parece que no está
dispuesto a soltar la estafeta. Nada que ver con el General County
Hospital de ficción que vemos en la serie de televisión, para
empezar nada de médicos guapos y para seguir, escasísima atención
eficiente.
hidalguia@hotmail.com
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