Pobre Gutenberg 20 de agosto del 2009

 

 

Defender la vida 13 de agosto del 2009

 

Al estilo Jalisco 6 de agosto del 2009

 

Lo que ellos quieren 30 de julio del 2009

Soy narco pero decente 23 de julio del 2009

Perspectivas 16 de julio del 2009

Lección de Civismo 9 julio del 2009

Ahorritos 2 de julio del 2009
¿Circo sin pan? 25 de junio del 2009
Versada jarocha en la academia 17 de junio del 2009
Los lloriqueos
4 de junio del 2009 
Él, Caballero, Fortson 28 de mayo del 2009
Campañas S.A
Tache a la anulación del voto 14 de mayo del 2009.-

Madres e hijos 7 mayo del 2009
Influenza: sobredosis de información
as chicas superpoderosas
Songo le dio a Borondongo
Vivir en el error
SUPERMAN
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
 Animales y hombres
Caminos de Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
 
Tienes un mensajito
 
Usted disculpe
Limpieza Democrática
Nota roja

Más transparencia
Con b de burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha

Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad Publicidad;
La Hillary

 

ER
La Política en Tacones
De Pilar Ramírez Ramírezramirez.pilar@gmail.com

27 de agosto del 2009

En nuestro país tenemos una idea sumamente torcida de los servicios públicos; hay algo que nos hace suponer que existe justificación para la mala calidad, trátese de servicios urbanos, educación o salud. Existe un falso concepto de gratuidad por el hecho de que cada ciudadano no paga sus impuestos con un cheque por la cantidad que correspondería a la construcción de un puente, por la atención médica que recibe en una institución o por el trabajo de un docente; esto hace pensar equivocadamente a los servidores públicos de esas áreas que están entregando un regalo y que, por tanto, lo pueden dar con lentitud, de mala gana o simplemente no darlo.

            La semana anterior, el joven Eduardo Figueroa se entregó a la tarea de jugar futbol a su estilo –no cursi sino muy rudo- y un agujero del terreno improvisado como cancha le hizo una mala pasada; cayó redondito, tal cual es, con consecuencias funestas para su pie izquierdo y para la humanidad entera de sus padres que debieron movilizarse para atender a su inquieto vástago.

            Pensamos que acortaríamos el tiempo de obtener un diagnóstico si acudíamos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde Eduardo está debidamente registrado pero no tiene carnet porque no es el lugar donde habitualmente recibe atención de salud; preguntamos, nos dijeron que tratándose de una emergencia y comprobando el derecho a recibir el servicio, no debería haber problema alguno. En el servicio de urgencias del hospital al que acudimos en Xalapa nos dimos cuenta de nuestra realidad: la falta de carnet, en la nomenclatura oficial tiene dos importantes interpretaciones; para quien está detrás de la ventanilla de urgencias es el pretexto ideal para negar el servicio, para nosotros quiere decir que durante los 16 años de vida del joven Eduardo le hemos ahorrado dinero al IMSS porque hemos pagado por atención particular además de las cuotas, ya imaginarán cuál gana. Le expliqué en español básico a la recepcionista nuestro punto de vista y le demostré que tenemos derecho al servicio; ella insistía en su negativa con argumentos construidos en algo similar a nuestro idioma, pero que en español antiguo querían decir simplemente: “¿por qué no se van y me evitan trabajar?”

Por fin accedió a hacer la hoja para que le dieran atención a Eduardo, pero puso un obstáculo final: “Nada más que el traumatólogo ya se fue y el siguiente entra a las tres”. Eran dos y cuarto, así que pregunté si tendría que esperar una hora. “Nooo, mucho más”, dijo en tono triunfal, pensando que la espera resultaba el castigo adecuado por haber modificado su estilo personal de atender emergencias. “¿Dos?”, “Nooo, más”, subrayó la aguerrida burócrata. Releí el triage, que es la clasificación de las emergencias y el tiempo de espera máxima para recibir atención. Me di cuenta que la recepcionista ni se había enterado de ella, pero que en los hechos, ella está a cargo de la evaluación de la urgencia y no un médico.

Me di por vencida, decidí llevar a Eduardo a un servicio particular de rayos X, pues era razonable suponer que tenía alguna fractura por la inflamación y el dolor del pie, aunque para esos momentos lo que tenía más inflamado era el mal humor, estado cuasi normal en un adolescente. Antes de retirarme, decidí quejarme con el jefe del servicio, pues ya que iba a gastar, por lo menos que supiera lo que pensaba de la atención (es un eufemismo) que allí se da a los pacientes.

Me dijeron dónde estaba la oficina y me apersoné. Me atendió con amabilidad. Describí el amistoso intercambio con Miss Burocracia y le anuncié que no obstante mi sospecha de que el IMSS tiene un poco más de dinero que yo, seguiría subvencionando al instituto y me iba a procurarle atención particular a mi dulce vástago, a quien entre paréntesis, tampoco le caía mal esa lección de realidad. Como ya había renunciado a recibir servicio aproveché para externarle mi opinión sobre lo bonita que se ve el área de entrada, despejada y limpia, pero que era siniestro mantener a familiares y enfermos fuera de las instalaciones, aguantando el sol y sentados donde hay alguna piedra disponible, porque hay una policía implacable, una verdadera terminator que sólo deja pasar a la gente para que apunte al enfermo que llega a urgencias con Lady Nomuevoundedo y después deben permanecer afuera –enfermo y familiares- hasta que los llaman; cuando tal cosa sucede, los pobres enfermos realmente necesitan atención urgente.

Debo reconocer que a este George Clooney región cuatro (para los seguidores de la serie ER) le movió algo lo que le dije, o le ganó la risa, porque me pidió que no me fuera y de inmediato atendió él mismo a Eduardo, le ofreció una silla de ruedas y confirmó que requería una radiografía, la cual sacaron con relativa rapidez. El diagnóstico fue un esguince que requiere dos semanas de reposo y una férula que con la inmovilidad del pie transformó a los tres miembros restantes de la familia en sus esclavos. Yo estaba pasmada. Mi hijo es un adolescente. ¿Cómo dos semanas más si lleva cerca de seis años en reposo? Preferí no decir nada porque más valía no poner a prueba el sentido del humor del personal. Además la Princesa Caramelo me veía con cara de “ya verás cuando llegues infartada, a ver si tomas las de Villadiego”.

IMSS - Xalapa por sethapg.

Le agradecí mucho a la versión jarocha del doctor Mark Green quien colocó con diligencia y buen humor la famosa férula y a todos los que ignoraron la cara de enojo del Figueroita porque lo iban a inmovilizar, pero sin duda, no puede ser ése el procedimiento habitual para que un derechohabiente reciba el servicio. Además, con padecimientos realmente graves, decir con orgullo “me voy a donde sí me hagan caso” no es una opción. No en vano el IMSS obtuvo el premio del Primer Mal Servicio de la Nación, el concurso inventado por el gobierno federal para hacer sentir a los ciudadanos que su queja puede ser oída. A pesar de los muchos adversarios, el Seguro Social no se amilanó, se llevó el premio con el peor servicio y parece que no está dispuesto a soltar la estafeta. Nada que ver con el General County Hospital de ficción que vemos en la serie de televisión, para empezar nada de médicos guapos y para seguir, escasísima atención eficiente.

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