Los medios informativos han tenido
desde hace mucho tiempo un lugar privilegiado e indiscutible como
factores del poder, lo que les permite definir quién discute qué,
cómo y cuándo, especialmente en lo que se refiere al tema de la
política. Los políticos, en su afán protagónico, cedieron a los
medios la titularidad del debate con lo cual éstos se convirtieron
en instrumentos políticos de primer orden.
Así, los medios
devinieron en mediadores de la comunicación entre la clase política,
sus cúpulas, sus diversos grupos y la sociedad, aunque hay que decir
que ésta última es la menos atendida; de la función de informar
pasaron a definir la agenda social, de ahí que fuese vital para los
actores políticos aparecer en los medios.
En la búsqueda de más
espacios mediáticos, algunos personajes de la política decidieron
utilizar un instrumento tan viejo como el libro en un papel de nuevo
mecanismo de comunicación, comenzaron a escribir libros y sacarlos a
la luz en momentos estratégicos y al igual que con los otros medios
masivos, el valor más alto era el de correo para enviar mensajes
diferenciados entre sus pares.
Jorge Carpizo
El libro, en esta función de correo
político, probó su eficacia en ciertos episodios relevantes de la
historia reciente en la política mexicana. Jorge Carpizo publicó en
1993 un folleto, prácticamente libro, denominado
Expediente Mousavi para detallar
las investigaciones del caso de soborno en que estuvo implicado el
secretario de Comunicaciones del salinismo, Andrés Caso Lombardo,
acusado por el empresario Mousavi de manipular la licitación para
una compra de radares destinados al aeropuerto de la Ciudad de
México.
Poco después, en 1994,
Mario Ruiz Massieu, ex procurador general de la República y hermano
de José Francisco Ruiz Massieu, publicó el libro
Yo acuso sobre las
investigaciones del asesinato de éste último. Como fuente de
información resultó un fiasco pero se vendió muy bien.
Después de su
controvertida administración, el ex presidente Carlos Salinas se
dedicó a escribir su versión de la misma. En el año 2000 publicó
México, un paso difícil a la
modernidad, que muchos quizá sólo se “solapearon” como se dice
en el argot editorial, pues de inmediato aparecieron reseñas de ese
libro de mil 300 páginas, las cuales sirvieron para identificar los
pasajes en los que Salinas habla, entre otras cosas, del proceso que
lo llevó a la firma del Tratado de Libre Comercio, del conflicto en
Chiapas y de la traición de Zedillo, tema predilecto de los medios
que se ocuparon del libro. En 2008 hizo una segunda entrega con el
libro La década perdida. 1995-2006
Neoliberalismo y populismo en México en el que analiza –y
critica severamente- las administraciones de Zedillo y de Vicente
Fox.
En Estados Unidos, por
ejemplo, se ha recurrido desde hace tiempo y con mucha frecuencia al
uso de este género que mezcla autobiografía y memoria política, que
siempre es interesante porque proviene de una fuente de primera
mano, son textos más elaborados que los periodísticos y menos
conceptuosos que los académicos. El ex presidente de Estados Unidos,
Bill Clinton tiene publicados varios libros, pero sin duda el que
recoge sus años en la presidencia fue el más leído para conocer una
versión más reposada del escándalo político que produjo su
affaire con Monica Lewinsky.
Barack Obama, con toda la carga de novedad política que ha implicado
la carrera que lo colocó en la presidencia estadounidense, llegó al
primer lugar en la lista de
bestsellers que elabora semanalmente el diario
New York Times con su libro
La audacia de la esperanza.
Recientemente, el ex vicepresidente Dick Cheney anunció sus
memorias, que saldrán a la venta en la primavera de 2011, donde hace
severas críticas a George Bush y lo llama “rehén de las encuestas”.
Sólo el anuncio disparó las ventas del
Washington Post.
En México se ha
privilegiado la coyuntura política para dar a conocer este tipo de
publicaciones o los medios se ocupan de magnificar el aspecto
coyuntural. Esto ha sucedido con los libros de Carlos Salinas, los
de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene publicados ocho libros,
pero el que ha tenido más eco por sus repercusiones políticas ha
sido Un proyecto alternativo de
nación, lo mismo que Un México
para todos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y libros de
personajes altamente involucrados en la vida política del país como
Derecho de réplica de Carlos
Ahumada que se dio a conocer en las semanas previas a la elección
del mes de julio.
Estos testimonios, que
cada vez menudean más, son también una gran tentación para la clase
política, pues todos quieren dejar en blanco y negro su versión de
los hechos. Esta inclinación hace que no se termine de leer uno
cuando ya apareció otro. Del mismo modo, tenemos ahora libros de
antes, durante y después del ejercicio de poder, como
El hijo desobediente del
presidente Felipe Calderón, que presentó pocas semanas antes de la
elección de julio del 2006 en la que contendió por la presidencia y
en el que recoge la experiencia de su campaña.
Quizá uno de los hechos
más insólitos que ha dado la política mexicana es la de un
presidente que no se lleva con la lectura, pero que ha escrito dos
libros. Resultó sumamente extraño que el segundo libro de Vicente
Fox apareciera originalmente en inglés. Pienso en ello y la única
explicación que me doy es que lo hizo para proporcionar a los
lectores mexicanos un pretexto para no leerlo, pues él mismo
aconsejó alejarse de los periódicos, cuantimás de los libros.