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Soy narco pero decente 23 de julio del 2009

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Carta a Carlos Alazraki


La Política en Tacones
De Pilar Ramírez Ramírezramirez.pilar@gmail.com

10 de septiembre del 2009

 

Señor Carlos Alazraki:

               Ahora que usted y otros personajes de la vida pública de México están poniendo de moda –quizá reponiendo- la relación epistolar para opinar sobre hechos de interés general, me sumaré a esta saludable nueva costumbre para hacerle saber mi punto de vista sobre su carta a los maestros. Su misiva es un duro reclamo a los maestros que reprobaron el examen para obtener una plaza, escrita con más enojo que reflexión y quizá por ello profundamente injusta. Puede ser la misma razón por la que comienza usted su carta con una mentira, pues su contenido contradice lo de “estimados maestros”; yo sé que es una convención, pero en ciertas ocasiones es mejor dejarlas de lado. Por mi parte, he comenzado esta carta simplemente con su nombre, porque no tengo ningún motivo para estimarle, en cambio, le respeto porque se ha ganado usted un lugar en el ámbito profesional en el que se desempeña.

              Ser un prestigiado publicista, sin embargo, no le califica necesariamente para analizar la situación de la educación en nuestro país. En su escrito culpa a los maestros de la delincuencia, de la drogadicción, del fracaso en las Olimpiadas y de otros males sociales por el hecho de que el 67% de los aspirantes a obtener una plaza de maestro reprobó el examen y de que muchos de los reprobados continuarán dando clase.

              Podríamos decir que esos aspirantes a maestros fueron preparados por otros malos maestros y éstos a su vez por otros parecidos, así hasta echarle la culpa a Trucutú. En lugar de eso, podríamos considerar los muchos problemas que revelan estos resultados.

               Se ha especulado sobre las características del diseño del examen, recalco que se ha especulado, porque la Secretaría de Educación Pública desde el año anterior ofreció que daría a conocer el examen y no lo hizo. Es el secreto mejor guardado del sistema educativo, igual que los exámenes de Ceneval con los que se evalúa a los estudiantes. Si el gobierno federal tiene ocho mil 192 plazas y 71 mil aspirantes, resulta lógico pensar que el examen es una manera conveniente de trasladar la responsabilidad a los sustentantes para minimizar las protestas por la insuficiencia de plazas. La “profesión de Estado” parece agotada. Las plazas no alcanzan ni para los poco más de 17 mil que sí aprobaron el examen.

              Es cierto que los maestros no tienen la preparación adecuada, son lamentables los resultados, pero, ¿no sería mejor utilizar esos resultados positivamente para diseñar una capacitación que aborde las áreas en las que se observan deficiencias, en lugar de solamente exhibir a los maestros?, ¿no deberían las escuelas normales estar recibiendo información puntual de los aspectos en los que sus alumnos no están bien preparados?, ¿no deberían los propios sustentantes recibir su examen calificado para saber exactamente en qué fallaron?

               Las mismas escuelas normales a las que ahora se les apunta como culpables, son las que han formado a los maestros que trabajan en las escuelas particulares, como en las que usted estudió. Lo que hace la diferencia es que en muchas de ellas sí se les exige a los docentes y se le da rumbo a su desempeño profesional; es decir, el panorama cambia cuando hay dirección clara y objetivos. Nuestro país no necesita maestros apóstoles sino buenos profesionales de la educación, buena capacitación y un modelo educativo que no adopte modas teóricas de manera acrítica, para tener una oportunidad mínima de neutralizar los problemas asociados a la masividad de la educación, las deficiencias ancestrales, las repercusiones de la vida sindical y la influencia de los medios.

               A mí también me parece lamentable la mala preparación de los maestros, pero, señor Alazraki, le tengo una mala noticia, los maestros mal preparados no son sólo aquellos que bloquean carreteras para exigir aumento de suelo. Están en todos lados, muchos de ellos ni siquiera se interesan en la política, no leen ni un libro al año, como lo demuestran algunas encuestas de lectura, la mayoría no hace uso de las nuevas tecnologías para actualizarse sino que las utiliza para actividades básicas como comunicarse con la telefonía celular o visitar páginas de entretenimiento y enviar correos con cadenas, ven telenovelas, consumen grandes cantidades de futbol, de nota roja y le creen todo a Javier Alatorre o a cualquier otro conductor de la “tele”. Vamos, algunos que lean su carta, verán el nombre de Carlos Alazraki por primera vez.

               Me refiero a esas grandes capas de la población que viven subyugadas por la publicidad. Sí, se trata exactamente de todos aquellos que usted, con sus exitosas campañas publicitarias ha contribuido a sumir en ese mundo de simulación que es el deseo de alcanzar bienes que nos ofrecen status, los que se han creído que “todo México es territorio Telcel” y que la telefonía celular sirve, no para comunicarse, sino para presumir el modelo de teléfono con más funciones porque eso les da un mejor lugar en el mundo. Son los mismos que consumen las cervezas que su exitosa agencia anuncia y se sientan frente a un televisor a ver partidos de futbol, los mismos que votaron porque los convenció el eslogan “Bienestar para tu familia” que usted acuñó y que festejaron su ingeniosa frase “Dale un madrazo al dedazo”, en síntesis, allí está buena parte de la “bola de fracasados” como los llama usted.

               El problema de la educación, señor Alazraki es tan complejo que le aseguro que no se resolverá sólo culpando a los maestros, aunque no niego la responsabilidad individual en esta capacitación insuficiente. Me pregunto si alguna vez ha visitado usted una escuela unitaria. De ésas en que, como dice un conocido, un solo maestro es el director, el maestro, el intendente, el líder sindical, el agremiado y la secretaria que es novia del director. Son escuelas alejadas de los centros urbanos, donde los niños de primero a sexto de primaria están en el mismo grupo y a cargo de un maestro. También le podría sugerir visitar las escuelas de zonas indígenas o ésas donde los maestros hacen dos o tres horas de camino, buena parte de él a pie, o bien aquellas donde los maestros son amenazados por los narcos para que cooperen con ellos. En ellas, y son muchas, los maestros, burros o no, como usted afirma, son los que sostienen la educación que recibe la población más desprotegida del país, la mayoría de las veces por un salario miserable.

               Su carta, muchos la festejarán, no en balde la escribió Carlos Alazraki, el exitosísimo y prestigiado publicista. Pero eso no le quita, como le digo, lo injusta. Estaré en espera de su carta a las autoridades educativas

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