Apagón analógico 23
de marzo del 2011
Realities reales
25 de noviembre
del 2010
Versada por la Independencia y la Revolución
18 de noviembre del 2010
Persignarse11 de noviembre del 2010
Ahí lo dejo 28 de octubre del
2010
Asquito 21 de octubre de 2010
Ninis 2 de septiembre del 2010
Desempleo ilustrado
26 de agosto del 2010
Soy narco pero
decente
23
de julio del 2009
Perspectivas
16
de julio del 2009
Lección de
Civismo 9 julio del 2009
Ahorritos
2 de julio del 2009
¿Circo sin pan?
25 de junio del
2009
Versada jarocha en la academia
17 de junio del 2009
Los lloriqueos
4 de
junio del 2009
Él, Caballero, Fortson
28
de mayo del 2009
Campañas S.A
Tache a la
anulación del voto 14 de mayo del
2009.-
Madres e hijos
7 mayo del 2009
Influenza: sobredosis de información
as chicas superpoderosas
Songo le dio a Borondongo
Vivir en el error
SUPERMAN
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
Animales y
hombres
Caminos de
Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja
intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la
inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad
Publicidad;
La Hillary
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Marcho, luego existo
Política en tacones
De Pilar Ramírez
7 de abril del
2011
La movilización popular debería
ser un foco rojo para cualquier gobernante―y también para los
suspirantes― cuando se suman a ella grupos de población con poco
historial de participación ciudadana, que deciden salir a las calles a
expresar una exigencia. Es el caso del clamor por la Paz y la Seguridad
que se expresó en la marcha del 6 de abril. Universitarios, empleados de
gobierno, amas de casa, trabajadores de la cultura, secretarias,
maestros, jóvenes y niños se dieron cita en al menos treinta sedes para
exigir Paz y Seguridad.
Los jóvenes Figueroa fueron debidamente informados de qué se trataba la
marcha y que asistir era una lección de civismo más importante que la de
los libros. El Figueroa adolescente se retorció como tlaconete en sal y
dijo escépticamente que una marcha no cambia nada, lo cual reforzó la
convicción paterna de asistir para ver si lo cambia a él. El benjamín de
la familia sólo auguró que le dolerían los pies, con lo cual estuvimos
de acuerdo pero le anunciamos que estaría feliz de ser ciudadano
responsable y que le aliviaría un poco saber que a los demás también les
iban a doler, así que estuvo muy atento a las manifestaciones de dolor
ajenas; mal de muchos, consuelo de ciudadano.
El foco rojo está muy encendido, porque los escépticos también salieron,
también respondieron, también actuaron porque ya no ven más opciones
para tener Paz y Seguridad.
Ricardo Flores Magón escribía siempre Tierra y Libertad con mayúscula,
como una demostración gráfica de la relevancia social de su lucha a
favor de los campesinos, hoy, el ciudadano de a pie, ese mítico
ciudadano común y corriente, que sí existe, hace que las mayúsculas
presidan esta exigencia para hacer saber a las autoridades de nuestro
país que vive (vivimos) con temor, que cada vez que un hijo, una hija,
un esposo, un hermano, un padre, una madre o un amigo salen a la calle,
a trabajar, a hacer una tarea, a divertirse o viajan por una carretera
estamos deseando que no vayan a tener un encuentro desafortunado con
miembros de la delincuencia organizada o con sus imitadores ―que ahora
hay muchos y para el caso es lo mismo en términos de los resultados― o
que vaya a engrosar la lista de los daños colaterales de la lucha contra
el crimen organizado; que no vaya a pasar por el lugar equivocado a la
hora errónea.
Como en “Lost”, el mensaje por celular para verificar el bienestar de
nuestros seres queridos se ha convertido en el botón particular de cada
uno de nosotros y lo cumplimos varias veces al día para que una breve
tranquilidad nos permita vivir al día. Mucho antes de que el FBI dijera
que México vive con una violencia sin precedentes, ya nos habíamos dado
cuenta.
Al menos en 26 ciudades del país, así como en París, Nueva York,
Barcelona y Buenos Aires se realizaron una concentración de mexicanos, y
extranjeros que se solidarizan con esta movilización ciudadana, que
quieren decirle a su gobierno que no ha sabido contener la violencia. Si
el gobierno entiende el mensaje deberá actuar inmediatamente. El
hartazgo es tal que una reunión del gabinete de seguridad no será
suficiente, tenemos que ver otro tipo de resultados. Para que eso
suceda, debe quedar muy claro el mensaje ciudadano, porque como bien
afirma Elías Canetti “no hay ilusión más grande que el convencimiento de
que el lenguaje es un medio de comunicación entre los hombres. Hablamos
con alguien, pero de forma que no nos entienda. Seguimos hablando, y el
otro entiende aún menos. Gritamos, él nos devuelve el grito, y la
exclamación, que en el ámbito de la gramática lleva una vida miserable,
se apodera del lenguaje”.
La caminata, porque no fue una parada militar ni vi a nadie marchando,
convocada para mostrar el hartazgo por la violencia, es una medida
desesperada, porque a pesar de mostrar repudio a la violencia todos los
días, parece que no se nos entiende. No sabemos por qué, si queremos
algo tan simple y además lo formulamos con las palabras más sencillas
que podemos. Queremos de regreso nuestro derecho al tránsito, queremos
que nuestras vidas estén custodiadas sólo por las leyes y por nuestros
actos, no por el miedo.
Haber salido a las calles también nos coloca ante otro dilema: ¿qué
vamos a hacer después de esa demostración? Especialmente, ¿qué vamos a
hacer si no se nos escucha? La ciudadanía nos alcanzó para organizar la
marcha. Va siendo hora de que reunamos más fuerza de voluntad para que
no se pierda ese primer impulso. Ahora debemos hacer comprender a las
autoridades que cada muerto más es un incumplimiento a nuestra
exigencia, que cada decapitado o cada civil asesinado “por accidente” es
una afrenta a todos y cada uno de nosotros y que estamos decididos a
responder organizadamente. Que estamos hartos de la estadística de la
muerte. También, que estamos de acuerdo con la cobertura responsable de
la violencia, pero no con el ocultamiento, porque eso atemoriza aún más.
La organización ciudadana es algo con lo que habitualmente no se cuenta,
ni gusta. Esperemos que nuestras autoridades entiendan que tenemos un
voto y no dudaremos en usarlo y que, en adelante, también trabajaremos
para tener organización.
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