Soy narco pero
decente
23
de julio del 2009
Perspectivas
16
de julio del 2009
Lección de
Civismo 9 julio del 2009
Ahorritos
2 de julio del 2009
¿Circo sin pan?
25 de junio del
2009
Versada jarocha en la academia
17 de junio del 2009
Los lloriqueos
4 de
junio del 2009
Él, Caballero, Fortson
28
de mayo del 2009
Campañas S.A
Tache a la
anulación del voto 14 de mayo del
2009.-
Madres e hijos
7 mayo del 2009
Influenza: sobredosis de información
as chicas superpoderosas
Songo le dio a Borondongo
Vivir en el error
SUPERMAN
Ni moza ni musa
Periodismo para mujeres
Yo tenía un chorro de voz
Nuestro siguiente programa: IFE
Porque lo digo yo
Animales y
hombres
Caminos de
Guanajuato
Equi…¿qué?
Siembra
Guerra de baja
intensidad
Al fondo a la derecha
Fuentes
Como te ven te votan
Vamos ganando
Dime cómo hablas
Son lo que son
Seguridades sobre la
inseguridad
Eduardo del Río
El cuero y la camisa
Tienes un mensajito
Usted disculpe
Limpieza
Democrática
Nota roja
Más transparencia
Con b de
burro
Los ahorritos
Fitoactivos y nanoesferas
Democracia digital
Palabras bajo sospecha
Ibargüengoitia
Españolas y españoles; ministros y
ministras…
Involúcrame y lo aprendo
Verosimilitud, ficción y realidad
Si acaso te ofendí, perdón
Mujeres y comunicación
Zona Retro
Equidad
Publicidad;
La Hillary
|
28 de octubre de 2010
“Chile transparente”,
organización que impulsa la transparencia en ese país
sudamericano, lanzó una convocatoria para reunir
material que diera lugar a la publicación de un
diccionario singular: uno que incluye los vocablos o
expresiones asociadas con la corrupción, como una manera
de combatirla. El nombre de este volumen es Diccionario
del Corrupto de la Lengua.
No es por menospreciar a los chilenos, pero nuestro país es altamente
competitivo en ese renglón. Es muy probable que si se hiciera una
versión mexicana de ese diccionario sería más voluminoso.
Decía Octavio Paz que “cuando una sociedad se corrompe lo primero que se
gangrena es el lenguaje”. De ello nos dan prueba muchas frases que se
han ido integrando a nuestro lenguaje cotidiano y que nacieron de
prácticas poco transparentes, ilegítimas, ilegales o definitivamente
corruptas. Afortunadamente no surge un neologismo cada vez que hay un
acto de corrupción porque el trabajo de compilación sería titánico y el
de publicación, costoso, pues constaría de varios volúmenes.
Los informes de Transparencia Internacional señalan que en México los
partidos políticos y la administración pública son percibidos como los
sectores más corruptos, no es gratuito que muchas de las aportaciones al
lenguaje de la corrupción provengan de la esfera política y
gubernamental.
En el tema electoral hay una gran variedad de vocablos que describen
prácticas corruptas, como el “mapache” que roba votos; la “urna
embarazada” que gesta votos concebidos por generación espontánea; el
“carrusel” donde un grupo de votantes se divierten como niños dando
vueltas por las casillas para depositar votos ilegales; el “ratón loco”
que vuelve ídem a los votantes para impedir el sufragio y los
“alquimistas” que transmutan la voluntad política popular, aunque
últimamente se denomina así a varios gobernantes que convierten desechos
orgánicos en acciones de gobierno.
En la fiesta electoral mexicana no pueden faltar los “tacos” o los
“tamales” con sabor a lealtad política por algún partido; la “cargada”,
ese momento celestial en el que diversos sectores políticos son
iluminados por el mismo fervor partidista que los lleva a reunirse
espontáneamente para expresar su adhesión; la “mesa que más aplauda” es
una combinación financiero musical que facilita el trabajo de los
“mapaches”; la “cadena” no funciona como las de tipo religioso, con una
conminación a no romperla, sino que evita todos los males asegurándose
de que el voto por el partido elegido previamente se haga efectivo y
también están las “casillas zapato”, el “acarreo” o los “electricistas”
que llegan a dar los últimos toques al fraude electoral.
Los políticos también han hecho valiosas aportaciones. Ahora que estamos
en celebraciones centenarias, mi querido amigo Pepe Lanzagorta, me hizo
favor de recordarme que “maicear” es una contribución porfirista que
sigue gozando de cabal salud, como lo demostró el cardenal Sandoval
Iñiguez, quien no hablaba del acto piadoso de alimentar a las aves
cuando dijo que los ministros habían sido maiceados, sino del sentido
que le daba Díaz cuando se refería a los periodistas que hablaban mal de
él: “ese gallo ya quiere su maíz”, dicen que decía el dictador.
“Tener la vara alta” generalmente se refiere al uso de la mítica vara
para subir a un Olimpo de ilegitimidad; “vivir en el error” ya se sabe
que hace alusión al equívoco de no disfrutar del erario público;
“agarrar hueso” no es para nada fortalecer el sistema óseo sino asirse
de uno que inexplicablemente se roe y robustece manifiestamente al que
lo agarró; “que robe pero que salpique” se explica suficientemente por
sí misma; “le hizo justicia la Revolución” no se refiere a la mejora que
experimentaron las clases populares sino a la astucia revolucionaria de
los que saben “agarrar hueso”.
Existen vocablos genéricos aplicables a una gran cantidad de actos de
los que somos actores o testigos en nuestra vida diaria como “untar la
mano” o “arreglarse”, negociación que no va necesariamente dirigida a
acicalarse o mejorar el aspecto físico de nadie pero sí el financiero;
algunas frases van cayendo en desuso, pero esperan que algún personaje
las rescate del olvido como “así sí baila mi hija con el señor”.o “con
dinero baila el perro” en las que paradójicamente lo que motiva el gusto
por el baile es una “mordida”, pero no del perro bailarín sino de otro
que supo “agarrar hueso”. “Hacerse de la vista gorda” es un
contrasentido porque nos permite ignorar aquello que vemos
perfectamente; con la globalización nos da por “hacer bisnes” expresión
que no habla precisamente de nuestras inclinaciones empresariales y “en
lo oscurito” sirve para denominar el espacio nebuloso en el que se
realizan acciones y acuerdos de los que no podríamos sentirnos
orgullosos si salieran a la luz, como en las alianzas partidistas.
“Cachirul” es una versátil y polisémica
palabra, verbo, sustantivo y adjetivo, que denota acciones corruptas,
falsas o ilegítimas, se aplica también a productos adulterados, y en su
acepción más exacta describe una época muy gris del futbol mexicano, por
el caso de la liga juvenil que en 1988 incluyó ilegalmente a varios
jugadores que sobrepasaban la edad reglamentaria, los jugadores eran
“cachirules” y el caso se conoce como el “cachirulazo”, es decir que
hicieron “cachirul”. Hoy, ese pasaje del futbol ya no tiene el monopolio
de los impostores, pues la ilegalidad también tiene aspiraciones
académicas, tantas como para llegar al Sistema Nacional de
Investigadores, razón por la cual teníamos orgullosamente más de 300
investigadores “cachirules”.
hidalguia@hotmail.com
www.tulancingo.com.mx
www.hidalguia.com.mx |