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Perspectivas
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Lección de
Civismo 9 julio del 2009
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Calladitos
Política en tacones
De Pilar Ramírez
21 de marzo de 2012
Si
algunos personajes de la vida pública guardaran silencio
no se verían más bonitos sino más inteligentes. La
paradoja es que viven precisamente de aparecer, decir o
declarar. Los motivos que los llevan a cometer gazapos
monumentales son diversos, algunas veces intentan ser
simpáticos para congraciarse con su público, pero la
vena cómica no se les da, otras veces la ironía les
juega las contras y muchas más simplemente no pueden
contener dar forma verbal a sus convicciones y
creencias, que resultan muy sinceras pero desastrosas
para sus carreras.
Algunos casos han sido lo suficientemente escandalosos como para
quedar registrados en la historia. Por ejemplo, el del
vicepresidente estadounidense Dan Quayle, quien tuvo muchos
problemas por sus declaraciones desafortunadas que le crearon
una pésima fama. Algunos no dudan que ésa haya sido una de las
razones que lo llevaron a ser uno de los pocos vicepresidentes
que no lograron ganar la candidatura presidencial. Entre las
pifias más famosas de Quayle está la crítica que hizo a la serie
de televisión Murphy Brown
porque la protagonista era una madre soltera y el intento por
corregir a una estudiante de primaria la palabra “potato”, que
ella había escrito correctamente y Quayle le agregó una “e”
final. Durante su vicepresidencia se vendían botones con la
leyenda ¿Qué estupidez dijo el vicepresidente hoy?
Quayle, vicepresidente con George Bush padre, es ahora
continuamente recordado por la prensa estadounidense, donde se
comenta que tiene en Mitt Romney, el aspirante a la candidatura
presidencial republicana, a un gran competidor. Los deslices
verbales de Romney y su parecido con el protagonista de la
película “El artista” han provocado el comentario de que el
aspirante presidencial sería el protagonista ideal de ese filme
porque sería mudo. Entre otras cosas, ha dicho que le “gustaría
despedir personas” o que no le preocupan los muy pobres. También
retó públicamente a Rick Perry a apostar diez mil dólares. La
postura de Romney a favor de la capa más adinerada de Estados
Unidos le ha ganado el mote de “Señor uno por ciento” y muchos
vaticinan ya serios problemas para el Partido Republicano, en
caso de que Romney se haga con la candidatura republicana,
cuando deba debatir con el habilísimo Barack Obama.
Como era de esperarse, en la tierra de los mariachis, se cantan
magistralmente las rancheras. Hoy, el “no traigo cash” y
“díganme la neta” que le acarrearon severas críticas a Ernesto
Zedillo pueden dar hasta ternura, por su comicidad fallida,
incluso el “sospechosismo” de Creel sólo parece la demostración
del fracaso de su carrera como lingüista, frente a competidores
feroces, capaces de hacer correr ríos de tinta merced a sus
estrepitosas declaraciones.
La
incapacidad del candidato presidencial del PRI para mencionar
tres libros que le hubieran marcado ha sido sobre
sobreexplotada. Chistes, correos, comentarios en las redes
sociales, análisis serios, reflexiones exhaustivas que ponen en
duda su capacidad para gobernar dada su incapacidad para leer
han poblado durante varios meses los medios. Pero el candidato
priista no está solo.
El
diputado panista Juan Pablo Castro no fue capaz de medir el
alcance que tendrían, pero en su contra, sus críticas al PRD, al
acusarlo de “permitir y promover el matrimonio entre jotos”; con
el exabrupto, el iracundo Juan Pablo Castro selló la
participación del PAN en el Parlamento de la Juventud. Los
esfuerzos de sus correligionarios por neutralizar la imagen de
intolerancia fueron vanos, porque muchos, yo entre ellos,
sospechan que es un punto de vista que comparten muchos
panistas, vista su postura partidista ante las iniciativas de
ley relacionadas con el ejercicio de derechos civiles como el de
la libertad de elección sexual.
Como nadie es perfecto, la candidata panista, que abogó por sus
siglas partidistas ante el desliz del diputado Castro, tuvo un
mal resultado con un comentario que quiso ser irónico o
simpático. Ya se había echado encima a los universitarios de la
UNAM (aunque para ser justos, con un esqueleto muy viejo que
sacaron del clóset sus enemigos políticos y amigos de las
campañas negativas) y quizá a muchos otros de universidades
públicas; para emparejar la situación puso en el mismo saco a
los chicos de la Ibero y mejor salió corriendo hacia Perú
mientras se enfriaban las críticas, pero sólo para echar otras
ramitas verbales al fuego electoral, al convertir a Mario Vargas
Llosa en Premio Nobel de la Paz en lugar de Literatura. El yerro
hace sospechar que tiene más en común con su adversario priista
en materia de gustos literarios.
El
diputado del PRI, Francisco Moreno Merino, vio derrumbarse sus
aspiraciones de ser candidato a senador porque no había manera
de justificar un comentario por demás insolente y discriminador:
“No hay mujer bonita que no sea meretriz”. Todos podemos
imaginar en qué sentido sería el voto de este legislador ante
iniciativas de ley que aboguen por la igualdad de género.
Ante este escenario, quizá no está lejano el día en que veamos a
los actores políticos participar en actos públicos sólo con
apuntador.
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