Ambiente preelectoral 16 de marzo de 2012

Por iniciativas no paramos 10 de noviembre del 2011

Sufragio ¿efectivo? 10 de noviembre del 2011

Primera plana13 de octubre del 2011

Reprobadas 28 de julio del 2011

El equipo 21 de julio del 2011
 

Marcho, luego existo 7 de abril del 2011

Apagón analógico 23 de marzo del 2011

Realities reales 25 de noviembre del 2010

Versada por la Independencia y la Revolución 18 de noviembre del 2010

Persignarse11 de noviembre del 2010
Ahí lo dejo
28 de octubre del 2010
Asquito 21 de octubre de 2010
Ninis
2 de septiembre del 2010

Desempleo ilustrado 26 de agosto del 2010

Esa no por que me hiere 8 de octubre del 2009

 

Opacidad Sindical 1 de octubre del 2009

 

Visión de futuro 24 de septiembre del 2009

 

Héroes olvidados 17 de septiembre del 2009
 

Carta a Carlos Alazraki 10 de septiembre del 2009

 

¡Rediez!3 de septiembre del 2009

 

ER27 de agosto del 2009

 

Pobre Gutenberg 20 de agosto del 2009

 

Defender la vida 13 de agosto del 2009
 

Al estilo Jalisco 6 de agosto del 2009
 

Lo que ellos quieren 30 de julio del 2009

Soy narco pero decente 23 de julio del 2009

Perspectivas 16 de julio del 2009

Lección de Civismo 9 julio del 2009

Calladitos
Política en tacones
De Pilar Ramírez ramirez.pilar@gmail.com

21 de marzo de 2012

Si algunos personajes de la vida pública guardaran silencio no se verían más bonitos sino más inteligentes. La paradoja es que viven precisamente de aparecer, decir o declarar. Los motivos que los llevan a cometer gazapos monumentales son diversos, algunas veces intentan ser simpáticos para congraciarse con su público, pero la vena cómica no se les da, otras veces la ironía les juega las contras y muchas más simplemente no pueden contener dar forma verbal a sus convicciones y creencias, que resultan muy sinceras pero desastrosas para sus carreras.

            Algunos casos han sido lo suficientemente escandalosos como para quedar registrados en la historia. Por ejemplo, el del vicepresidente estadounidense Dan Quayle, quien tuvo muchos problemas por sus declaraciones desafortunadas que le crearon una pésima fama. Algunos no dudan que ésa haya sido una de las razones que lo llevaron a ser uno de los pocos vicepresidentes que no lograron ganar la candidatura presidencial. Entre las pifias más famosas de Quayle está la crítica que hizo a la serie de televisión Murphy Brown porque la protagonista era una madre soltera y el intento por corregir a una estudiante de primaria la palabra “potato”, que ella había escrito correctamente y Quayle le agregó una “e” final. Durante su vicepresidencia se vendían botones con la leyenda ¿Qué estupidez dijo el vicepresidente hoy?

            Quayle, vicepresidente con George Bush padre, es ahora continuamente recordado por la prensa estadounidense, donde se comenta que tiene en Mitt Romney, el aspirante a la candidatura presidencial republicana, a un gran competidor. Los deslices verbales de Romney y su parecido con el protagonista de la película “El artista” han provocado el comentario de que el aspirante presidencial sería el protagonista ideal de ese filme porque sería mudo. Entre otras cosas, ha dicho que le “gustaría despedir personas” o que no le preocupan los muy pobres. También retó públicamente a Rick Perry a apostar diez mil dólares. La postura de Romney a favor de la capa más adinerada de Estados Unidos le ha ganado el mote de “Señor uno por ciento” y muchos vaticinan ya serios problemas para el Partido Republicano, en caso de que Romney se haga con la candidatura republicana, cuando deba debatir con el habilísimo Barack Obama.

            Como era de esperarse, en la tierra de los mariachis, se cantan magistralmente las rancheras. Hoy, el “no traigo cash” y “díganme la neta” que le acarrearon severas críticas a Ernesto Zedillo pueden dar hasta ternura, por su comicidad fallida, incluso el “sospechosismo” de Creel sólo parece la demostración del fracaso de su carrera como lingüista, frente a competidores feroces, capaces de hacer correr ríos de tinta merced a sus estrepitosas declaraciones.

            La incapacidad del candidato presidencial del PRI para mencionar tres libros que le hubieran marcado ha sido sobre sobreexplotada. Chistes, correos, comentarios en las redes sociales, análisis serios, reflexiones exhaustivas que ponen en duda su capacidad para gobernar dada su incapacidad para leer han poblado durante varios meses los medios. Pero el candidato priista no está solo.

            El diputado panista Juan Pablo Castro no fue capaz de medir el alcance que tendrían, pero en su contra, sus críticas al PRD, al acusarlo de “permitir y promover el matrimonio entre jotos”; con el exabrupto, el iracundo Juan Pablo Castro selló la participación del PAN en el Parlamento de la Juventud. Los esfuerzos de sus correligionarios por neutralizar la imagen de intolerancia fueron vanos, porque muchos, yo entre ellos, sospechan que es un punto de vista que comparten muchos panistas, vista su postura partidista ante las iniciativas de ley relacionadas con el ejercicio de derechos civiles como el de la libertad de elección sexual.

            Como nadie es perfecto, la candidata panista, que abogó por sus siglas partidistas ante el desliz del diputado Castro, tuvo un mal resultado con un comentario que quiso ser irónico o simpático.  Ya se había echado encima a los universitarios de la UNAM (aunque para ser justos, con un esqueleto muy viejo que sacaron del clóset sus enemigos políticos y amigos de las campañas negativas) y quizá a muchos otros de universidades públicas; para emparejar la situación puso en el mismo saco a los chicos de la Ibero y mejor salió corriendo hacia Perú mientras se enfriaban las críticas, pero sólo para echar otras ramitas verbales al fuego electoral, al convertir a Mario Vargas Llosa en Premio Nobel de la Paz en lugar de Literatura. El yerro hace sospechar que tiene más en común con su adversario priista en materia de gustos literarios.

            El diputado del PRI, Francisco Moreno Merino, vio derrumbarse sus aspiraciones de ser candidato a senador porque no había manera de justificar un comentario por demás insolente y discriminador: “No hay mujer bonita que no sea meretriz”. Todos podemos imaginar en qué sentido sería el voto de este legislador ante iniciativas de ley que aboguen por la igualdad de género.

            Ante este escenario, quizá no está lejano el día en que veamos a los actores políticos participar en actos públicos sólo con apuntador.

 

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