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Perspectivas
16
de julio del 2009
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Civismo 9 julio del 2009
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Viernes
Política en tacones
De Pilar Ramírez
12/09/15
Hace pocos días Mayela
García, incansable luchadora por los derechos de las
mujeres, hizo un comentario en las redes sociales
cargado de impotencia: “El
día de hoy acompañamos a Blanca, mujer de 40 años, quien
por razones de pobreza y exclusión no sabe leer ni
escribir, violentada por su pareja durante años,
finalmente tuvo que huir de su domicilio para salvar su
vida. Ayer su hija de 16 años murió de leucemia, su ex
pareja realizó gestiones en el hospital para que no se
le permitiera la entrada y entregaron el cuerpo al
padre. Blanca no pudo ver a su hija, pero su amor de
madre es tal que logró saber dónde se encontraba el
cuerpo de la pequeña. La tristeza y la indignación son
tan grandes que no caben en el corazón”.
A menudo, en este espacio se ha comentado el
problema de la violencia contra las mujeres, es también tema
recurrente en notas periodísticas de los medios escritos o
electrónicos, sin embargo, sólo nos acercamos realmente a él
cuando adquiere un nombre, un rostro o una historia. Sólo
percibimos con nitidez la violencia que a diario padecen muchas
mujeres como Blanca cuando nos enteramos de su historia, porque
es hasta entonces que podemos imaginar el maltrato que tuvo que
padecer y los límites a los que llegó la violencia para
orillarla a tomar la decisión de huir del hogar como un acto de
sobrevivencia. A la soledad, la pobreza y la desesperanza se
sumó el dolor de sufrir la muerte de su hija, acrecentado por la
imposibilidad de acompañarla en el final de su vida. Su ex
pareja le asestó un golpe adicional a los muchos que ya le había
dado, y quizá más cruel, al impedirle despedirse de ella y
sepultarla.
Lamentablemente hay muchas Blancas en todo el país.
Pese a los cambios legislativos, la violencia en contra de las
mujeres va en aumento y se recrudece en zonas rurales e
indígenas. Reportes oficiales señalan que persiste la violencia
física, sexual y económica, pero también va en aumento la
violencia psicológica porque “es la que no deja huella ni marcas
físicas”.
Con frecuencia, las mujeres sufren doble violencia:
a manos de sus agresores y por parte de las autoridades
encargadas de impartir justicia. Un caso reciente que está en
los medios es el de Karen Joanna Sánchez, la joven estudiante de
la UNAM asesinada por asfixia por un “amigo” y en cuyo caso la
ministerio público (es una mujer) se niega a reconocer el delito
como un feminicidio. Este tecnicismo legal, aparentemente
inofensivo, haría una gran diferencia en el castigo para el
asesino, pues si se juzga sólo como asesinato la pena sería de
30 años, mientras que si se determina que fue un feminicidio
cometido por un agresor que tenía con la víctima una relación
afectiva o sentimental el castigo podría alcanzar 60 años de
cárcel. Lourdes Cruz Pérez, la agente del Ministerio Público
asignada al caso dice simplemente que “no está convencida” de
que se trate de un caso de violencia feminicida, a contrapelo de
lo que señalan los hechos y lo que estipula el protocolo
correspondiente a la investigación de estos casos y puesto en
vigor desde 2011 en el Distrito Federal.
En otros casos, a la doble violencia se suma el
escarnio, como ocurrió hace pocas semanas a dos mujeres del
municipio de Tonalá, en el estado de Jalisco. A consecuencia de
un altercado fueron detenidas por policías municipales, quienes
las golpearon desde el momento de la detención; antes de llegar
a la comisaría se detuvieron en un terreno solitario para
golpearlas, acallaban sus quejas con amenazas de violación. Una
vez que llegaron a la estación de policía continuaron los
golpes, lo cual fue grabado por otro policía con un celular y el
video se subió a internet.
¿Qué es el poder? se pregunta Giovanni Sartori y
responde que el poder es una relación: “un individuo tiene poder
sobre otro porque le obliga a hacer lo que de otra forma no
haría. Robinson Crusoe, solo en la isla donde naufragó, mientras
esté solo no tiene ningún poder, únicamente lo adquiere cuando
llega Viernes”.
En la desigualdad de género, históricamente a las
mujeres les ha tocado ser Viernes, muchas veces ellas mismas no
logran reconocerlo. Va siendo hora de que quienes sí lo vemos
contribuyamos a ponerlo de manifiesto, a hacer visible esa
relación de poder abusivo. Hoy existen recursos legales para
enfrentarlo, pero es necesario que las mujeres por sí mismas o
con ayuda aprendan a exigir sus derechos, especialmente el de
vivir sin violencia. Cuando veamos a mujeres como Blanca
dispuestas a sufrir menos y con la resolución suficiente para
confrontar a su victimario habremos dado un buen paso. Esa
determinación sólo llegará cuando las mujeres perciban
verdaderamente el respaldo institucional, cuando haya menos
ministerios públicos como Lourdes Cruz y cuando el sistema de
impartición de justicia no admita a policías como los de Tonalá.
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