Entre la igualdad y la
censura26
de septiembre de 2012
La Carta 120920.
La causa son las mujeres
6 junio 2012
Calladitos
120321
Ambiente preelectoral
16 de marzo de 2012
Por iniciativas no paramos
10 de noviembre del 2011
Sufragio ¿efectivo?
10 de noviembre del 2011
Primera plana13 de octubre del 2011
Reprobadas 28 de julio del 2011
El equipo 21 de
julio del 2011
Marcho, luego existo
7 de abril del 2011
Apagón analógico 23
de marzo del 2011
Realities reales
25 de noviembre
del 2010
Versada por la Independencia y la Revolución
18 de noviembre del 2010
Persignarse11 de noviembre del 2010
Ahí lo dejo 28 de octubre del
2010
Asquito 21 de octubre de 2010
Ninis 2 de septiembre del 2010
Desempleo ilustrado
26 de agosto del 2010
Soy narco pero
decente
23
de julio del 2009
Perspectivas
16
de julio del 2009
Lección de
Civismo 9 julio del 2009
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Juárez no debió de morir
Política en tacones
De Pilar Ramírez
5 de octubre de 2012
Juárez no debió de
morir, ay de morir,
porque si Juárez no
hubiera muerto,
todavía viviría.
Otro gallo cantaría, la
patria se salvaría
México sería feliz, ay
muy feliz
Danzón popular
La situación que priva en la
comunidad La Nueva Jerusalén del municipio michoacano de
Turicato no es nueva; la gran cantidad de notas y reportajes de
los noticiarios televisivos la colocó otra vez en la agenda
pública y obligó a las autoridades a actuar. Este poblado, donde
sólo imperan las normas religiosas y que ha escandalizado por el
nivel de adoctrinamiento de sus habitantes, volvió a ser noticia
en agosto de este año, cuando un grupo de pobladores, que
rechazan la educación laica, impidió a golpes que la escuela del
lugar comenzara el año escolar y para evitar la insistencia la
destruyeron.
En 1982, el programa 60
minutos de Televisa le dedicó una emisión que dio cuenta del
fanatismo religioso que prevalecía en ese lugar y el código
altamente restrictivo impuesto por Nabor Cárdenas, mejor
conocido como “Papá Nabor”, quien decía seguir con ello,
dictados divinos. Hoy causa estupor el poder demostrado por los
dirigentes religiosos frente a las instituciones
gubernamentales, cuando en verdad resulta lógico que así suceda
después de cuarenta años en que tal situación se ha tolerado.
Llegó a ser tan “normal” que cuando aparecieron las primeras
notas, las autoridades municipales, estatales y federales
intentaron eludir su responsabilidad de hacer valer el estado de
derecho. Las mismas que permitieron a “Papá Nabor” y a Martín de
Tous —heredero de Nabor— acrecentar su poder e influencia sobre
esa población desde 1973.
Sin duda, La Nueva
Jerusalén es, en muchos sentidos, un reto para el gobierno
federal y para los legisladores, quienes han guardado un nada
extraño, pero mustio y cómplice silencio. Hace apenas siete
meses que el Senado de la República aprobó la reforma al
artículo 40 de la Constitución para ratificar el carácter laico
del Estado mexicano; hay que recordar, sin embargo, que la
Cámara de Diputados dictaminó sobre esta reforma desde febrero
de 2010, dictamen que debió esperar más de dos años a ser
desenterrado por la Cámara de Senadores. Sólo un mes después,
los senadores aprobaron la reforma al artículo 24, promovida por
grupos conservadores, señaladamente la iglesia católica cobijada
por el PAN.
La reforma al
artículo 40 es producto de varias iniciativas presentadas entre
2006 y 2009, las cuales recibieron impulso de diversos grupos
académicos y de la sociedad civil, entre ellos el Foro
Intereclesiástico Mexicano, Católicas por el Derecho a Decidir,
el Grupo de Información y Reproducción Elegida y Ciudadanos en
Defensa del Estado Laico que reunió a escritores, abogados,
académicos y otros personajes destacados de la academia, la
política y la cultura.
El gran activismo de
los grupos conservadores para promover a nivel federal y estatal
iniciativas de ley que protegieran el derecho a la vida desde la
concepción, que no era otra cosa que buscar la aprobación de
leyes antiaborto, alentó también el activismo de los grupos que
defienden los derechos de las mujeres, específicamente el
derecho a elegir sobre su cuerpo, para reivindicar el carácter
laico del Estado mexicano, ya que en la defensa de la laicidad
radica un argumento importante para detener la tendencia hacia
la aprobación de leyes que imponen perspectivas cargadas de
moralidad. La modificación propuesta al artículo 24 que señala.
“toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones
éticas, de conciencia y de religión” ofrece, entre otras cosas,
argumento legal a los médicos que se niegan a practicar un
aborto.
El debate de estos
temas se renueva, no con un asunto de salud, sino con uno
educativo y de gobernabilidad. ¿A qué argumento legal se
adjuntarán las Secretarías de Educación Pública y la Secretaría
de Gobernación para manejar el caso de La Nueva Jerusalén? ¿Será
que estas dos dependencias federales están esperando a ver qué
tanto crece el tema en la agenda política para decidir si
intervienen o no? ¿O es que existe contradicción entre el deber
institucional y sus propias creencias religiosas? No olvidemos
que el Secretario de Educación Pública, José Ángel Córdova
Villalobos, como presidente de la Comisión de Salud de la LIX
Legislatura en 2007 se opuso a las reformas a la Ley General de
Salud para ampliar los derechos sexuales y reproductivos de las
mujeres y rechazó la inclusión de la píldora del día siguiente
en el cuadro básico de medicamentos.
A la vista de lo que
sucede en la Nueva Jerusalén, es necesario recordarle al
ejecutivo federal que la ley vigente es la del Constituyente de
1917, heredero de la reforma conseguida con sangre por el
pueblo, los ideólogos y los políticos que dieron forma al Estado
mexicano hace poco más de 150 años. En la Nueva Jerusalén, sin
embargo, no vale la Constitución, ni la ley electoral, ni las
leyes educativas o de la salud. Cada día que se acumula con una
actitud omisa por parte de las autoridades federales es una
afrenta a nuestra herencia histórica.
La Nueva Jerusalén es un caso que
atañe tanto al gobierno federal como a los legisladores
federales y estatales, y a la misma cúpula eclesiástica. Hasta
ahora, el gobierno federal ha dejado el asunto en manos del
gobierno estatal y ha limitado su actuación a cuestiones de
administración educativa, cuando el asunto medular es de
federalismo y gobernabilidad. La Nueva Jerusalén en este momento
está fuera de la jurisdicción de las leyes federales y
estatales. Los congresos estatales que todavía no votan la
modificación al artículo 24 constitucional deben considerar la
lección de la Nueva Jerusalén y tener presente que su compromiso
no es sólo con los acuerdos coyunturales de sus partidos sino
con la Historia de México. Hasta ahora seis congresos estatales
han aprobado la reforma, en tanto que otros seis la han
rechazado. La cúpula religiosa católica, por su parte, no puede
olvidar que el derecho a la libertad de convicciones éticas, de
conciencia y de religión que se pretende asentar en el artículo
24 puede ser invocado por cualquier religión, incluido, claro
está, el grupo religioso de la Nueva Jerusalén que fue expulsado
de la iglesia católica.
En la Nueva Jerusalén
retrocedimos cientos de años. Juárez, Zaragoza, Ocampo, Gómez
Farías y Lerdo de Tejada pudieron ver con claridad que si no se
neutralizaba el poder de la iglesia no habría Estado y que el
laicismo es el único campo fértil para la democracia. Permitir
este retroceso en los congresos es desechar los instrumentos que
aran ese campo y limitar severamente la construcción de un país
de leyes.
Ante lo que ocurre en el poblado
michoacano y el proceso legislativo para modificar la Carta
Magna, el constituyente que dijo “La República se salvará cuando
el pueblo mexicano aprenda a leer antes que a rezar, sepa el
camino del taller antes que el de la taberna y sus manos se
acostumbren primero al arado que al incensario” debe estar
revolviéndose en su tumba. Esperemos que pueda volver a
descansar en paz.
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