Tiempos de progreso
Política en tacones
De Pilar Ramírez
15 de noviembre 2012
En los albores
del desarrollo capitalista, los avances tecnológicos y los
cambios políticos que perfilaron la conformación de los Estados
nacionales hicieron pensar en un horizonte de “progreso”. Las
transformaciones de la vida cotidiana en los países donde el
desarrollo era más pujante llevó a los científicos sociales a
instaurar modelos —de los que todavía hay una importante
herencia— que trazaban una línea del tiempo que llevaba a
estadios “avanzados”.
Pronto la realidad mostraría que
la sociedad capitalista es una víbora que se muerde la cola. Las
mismas razones que hacían pensar en el progreso fueron las que
detonaron los mayores problemas. Las comodidades que proveyó la
revolución tecnológica fueron las que a la postre llevaron a
padecer múltiples problemas de contaminación, dificultades para
el manejo de los desechos sólidos y carencia de elementos
imprescindibles para el desarrollo humano como el agua.
Las modificaciones que ha
entrañado la revolución informática han traído consigo también
graves problemas de desempleo y han puesto a debate temas como
la privacidad y la libertad de expresión. En otro plano de los
avances técnicos, el perfeccionamiento de las armas y
aplicaciones técnicas que se pusieron al servicio de la milicia
supuso nuevas ambiciones políticas que se fundaban en la
convicción de triunfos militares dadas las novedades en los
equipos y armamento militar. Fue así como el mundo se vio
inmerso en dos conflagraciones terribles que cobraron millones
de vidas.
¿Diez millones de muertes en la
Primera Guerra Mundial y los más de 60 millones de víctimas de
la segunda nos habrán inmunizado e inocularon la insensibilidad
ante la muerte de otros seres humanos? Quizá, porque el uso de
armas de fuego llegó para quedarse y a partir de la Primera
Guerra Mundial se fueron perfeccionando y no sólo para uso
militar, pues entre particulares se ha extendido mucho su
utilización; existe además toda una corriente de opinión que
justifica el derecho a adquirirlas, sobre todo en Estados
Unidos.
Esta profusión de armas es el
hecho que subyace en las dimensiones tan sangrientas que ha
adquirido en México la operación de grupos delictivos asociados
al narcotráfico. Si las armas no estuviesen tan a la mano, si no
fuese tan fácil su adquisición quizá la historia sería otra, los
niveles de violencia podrían ser más moderados y con toda
seguridad no se habría alcanzado el ambiente de terror que se ha
adueñado de muchas partes de nuestro país.
Este “progreso” también ha sido
el responsable de los asesinatos masivos que a cada rato nos
estremecen, aunque cada vez un poco menos por la frecuencia con
que ocurren. El profesor de la Universidad de Boston, James Alan
Fox, señala que entre 1976 y 2008 hubo 852 masacres que
involucraron a cuatro mil 131 víctimas y a mil 171
perpetradores, según sus registros 94% de los asesinos masivos
son hombres, en tanto que en los asesinatos en general asciende
a 88 el porcentaje; 60% son de raza blanca en los masivos,
mientras que en el recuento total les corresponde el 47%. Tales
cifras corresponden con el modelo de roles por género que
prevalece en las sociedades occidentales modernas que asignan a
los varones las tareas “rudas”, entre las cuales bien puede
caber la de asesinar. El dato de la distribución racial, en
cambio, contradice los estereotipos que se construyen
socialmente sin más fundamento que los prejuicios.
Fox afirma que los asesinatos
masivo no son estadísticamente significativos al comparar la
cifra de los involucrados, pues sólo en 2010, según datos de la
ONU, se registraron 468 mil 200 homicidios en el mundo. El
continente más violento fue África con 170 mil asesinatos,
seguida de América con 144 mil, Asia 128 mil, 25 mil de Europa y
mil 200 de Oceanía.
Esto es, que al año casi medio
millón de personas mueren a manos de otro. Lo impactante de los
asesinatos masivos, sin embargo, es el hecho simple de que
ocurran, que haya miembros de la sociedad que por trastornos,
odio social o cualquier otra razón toman la determinación de
asesinar a varias personas, pues los asesinatos masivos en los
registros policiales se consideran tales cuando hay cuatro
víctimas o más. En algo que tiene razón el profesor Fox es que
el registro mental que tenemos de estos hechos está magnificado
por la cobertura de los medios. No somos capaces de recordar al
medio millón de víctimas asesinadas en sólo un año en el mundo,
pero sí registramos que el 20 de julio murieron doce personas y
38 resultaron heridas por un joven que abrió fuego contra los
asistentes a un cine de Aurora, Colorado durante la exhibición
de la entonces recién estrenada película “Batman, el Caballero
de la Noche”.
Lo cierto es que
independientemente de que los asesinatos masivos no resulten
significativos por su número, el solo hecho de que ocurran nos
debe mover a reflexión y nos debería escandalizar. El odio
social, los resentimientos laborales y escolares han sido motivo
recurrente de estos hechos, lo que habla de que la causa real es
el deterioro de las relaciones humanas aunado a la
disponibilidad de las armas.
Según el
estudio de la ONU sobre homicidios, las tres cuartas partes
de ellos se cometen con armas de fuego. Podemos ver que el
trabajo de investigación y desarrollo tecnológico destinados
a la producción e innovación del armamento es un esfuerzo
cuya resultante ha sido la eliminación de seres humanos en
cifras escalofriantes. Tanto si se trata de muertes que
ocurren en guerras, revueltas, delincuencia o asesinatos
masivos es alarmante que mientras por una parte la ciencia
se afana en prolongar la vida y su calidad otra parte se
dedica a perfeccionar la forma de acabar con ella. La
paradoja se agiganta cuando ocurren asesinatos absurdos como
la del pequeño Hendrick Cuacuas quien murió a causa de una
herida de bala que recibió en una sala cinematográfica de
la. No se sabe de dónde provino la bala ni hay pistas del
asesino. El hecho destapó además la información de que no es
la primera vez que ocurren incidentes semejantes en ese
cine.
Nos
tenemos que preguntar seriamente si de verdad trabajamos
para progresar, si hay un desarrollo humano en el horizonte
o si la carrera es hacia la destrucción y el deterioro
acelerado de la vida y de la forma de relacionarnos con los
demás.
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