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15 de noviembre de 2013 El video de la entrevista que la reportera Andrea Vilash hizo a los integrantes de la Original Banda el Limón para el canal online ParanoiaTV ha generado polémica. La entrevista se desarrolla en el autobús del grupo musical y allí la reportera es instada a mostrar el cuerpo. Lo hace en dos o tres ocasiones, después uno de los músicos se acerca a jalarle la ropa, ella accede a desnudarse un poco más y al final se acomoda el vestido pero se desprende de la tanga y la entrega a uno de los entrevistados.
Además de las miles de reproducciones que ha tenido el video, ante lo peculiar de la entrevista, numerosos medios hablaron de ella y las reacciones no se hicieron esperar. Hubo declaraciones que señalaron la responsabilidad de los entrevistados al percibir acoso hacia Vilash aunque tampoco faltaron las críticas hacia Vilash por no ser recatada, “se lo buscó” dicen. La televisora despidió a la reportera y ésta demandó al grupo musical. Ante la demanda, Salvador Lizárraga, el director de la banda, aclaró que las características de la entrevista estaban pactadas de antemano: la reportera haría preguntas subidas de tono y por cada una de ellas se iría quitando una prenda. Los señalamientos se han centrado en los integrantes de la banda y en la reportera, pero se han olvidado de que la estación, que se ostenta como “el programa más irreverente de la televisión” es la autora de tal genialidad. Es la razón de que el video, seguramente cercano a las expectativas del productor, haya sido subido a las redes sociales, ya que la empresa, de haberlo encontrado impropio, no lo hubiese difundido. Ante el alud de críticas ParanoiaTV ha guardado silencio, castigó a la reportera, pero no ha tenido la ética de reconocer que Vilash siguió las indicaciones de su productor. Por otro lado, la reportera no es la única víctima. Ella, por órdenes de su jefe, fue sometida a actos humillantes y devaluatorios, pero además el hecho corresponde con lo que la legislación actual tipificaría como violencia en la comunidad porque son actos que propician la denigración de las mujeres en general, representadas en ese hecho específico en la reportera. Que un productor considere un buen producto televisivo que un grupo de hombres vaya cobrando las prendas de vestir de una mujer sólo por contestar preguntas “subiditas de tono” es aberrante por donde se le quiera ver. No es más que otra manifestación de que las mujeres no son dueñas de su cuerpo. El cuerpo femenino aparece sólo como un objeto útil para cumplir los objetivos de otro, no los de ella misma; objetivos de diversión y entretenimiento no sólo de los entrevistados sino del público masculino al que pensó complacer el productor. Las opiniones de los cibernautas, sin embargo, enjuician a Andrea Vilash, como si detrás de este uso del cuerpo femenino no hubiera una historia. Se le acusa de falta de pudor, porque deciden que las mujeres deben ser pudorosas. Se les usa como entretenimiento porque previamente le dieron la calidad de objeto de placer. Se les exigen las virtudes y la conducta que les impuso el discurso masculino, si hay un exceso se culpa a las mujeres por no apegarse a ese código construido para ellas sin su participación. Parecería que las campañas y la legislación reciente a favor de los derechos de las mujeres podría marcar una tendencia, pero no es así. La violencia en contra de las mujeres sigue siendo una constante y se presenta en distintas envolturas. Puede ser esta forma de entrevistar sexista y humillante o con la ropa interior que apareció hace poco en la ciudad de Nueva York. Se trata de ropa interior para evitar violaciones. Los cinturones de castidad modernizados se publicitan con mujeres delgadas y semidesnudas, pero al fin y al cabo es el mismo concepto. En la misma línea están unas pantimedias cuya imagen estuvo circulando ampliamente en las redes sociales. Son unas mallas de fabricación china que semejan piernas muy velludas. La idea es disuadir a los violadores con una imagen desagradable de las víctimas potenciales. En el fondo se endosa la responsabilidad a las mujeres. Ellas resultan ser “las provocadoras”, no sólo de violaciones, también de asesinatos. ¿Qué les parecería diseñar gorras que obliguen a los hombres pensar que los cuerpos de las mujeres son de ellas y que nadie tiene derecho a violentarlos? ¿Anteojos en los que se encienda una luz roja cuando se está cometiendo violencia de género, como en la que incurren muchos hombres y ni cuenta se dan porque han vivido la violencia hacia las mujeres como algo natural? O mejor aún, camisas que den toques eléctricos a quienes incurren en violencia institucional que son legión. Es una idea, quizá irrealizable porque sería insuficiente la producción de estas prendas. Una Naranja mecánica de acción afirmativa que produzca malestar a quienes agreden a una mujer con cualquier tipo de violencia. El discurso que ha expropiado a las mujeres sus cuerpos y les ha impuesto normas de conducta es tan penetrante que resulta difícil luchar contra él. Se necesitan campañas imaginativas para desmontar estas ideas que son las responsables de la violencia contra las mujeres. Desde nuestra cuenta de Facebook, la de Twitter, desde un cargo público, en tareas de comunicación o en la intimidad de nuestro hogar rechacemos con firmeza estas manifestaciones aunque parezcan sólo ocurrencias. Ni medias ni calzones antiviolación, menos entrevistitas chistosas para desvestir a una mujer. Mejor desvistamos las ideas sexistas que cobijan. |