Aquello de que la cadena se rompe siempre por el eslabón más débil tiene muy a menudo comprobación empírica, a veces dolorosa; y lo otro de que no hay enemigo pequeño también. En Turquía, la protesta por la demolición de un parque que sería reemplazado por un centro comercial ha producido una serie de enfrentamientos entre la policía y manifestantes que ahora cuestionan severamente el gobierno de Recep Tayyin Erdogan. Facebook y Twitter han sido los aliados políticos de los manifestantes; gracias a las redes sociales para el segundo día ya eran miles los participantes del plantón que la policía turca no pudo dispersar. De un malestar, podría decirse ecologista, el asunto devino una rebelión política —ya pocos se acuerdan del parque pero muchos de la irritación acumulada contra el primer ministro—, las protestas se han prolongado por más de una semana y el movimiento escaló de local a nacional con la intervención de 67 de las 81 provincias de Turquía. La postura inflexible del gobierno turco ha endurecido las protestas y ya hubo incluso muertos. Se trata de otro episodio en el que un gobierno desoye a su pueblo y se niega a aprender de las lecciones viejas y nuevas de la historia.

El 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks se negó a levantarse del asiento del autobús en el que viajaba para cederlo, como ordenaba la ley de segregación racial, a un blanco. Este hecho rebelde aunque de apariencia inocente, se convirtió en ícono del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Rosa fue encarcelada como castigo a su conducta lo que desató una serie de protestas que incluyeron un agresivo boicot contra el transporte en Montgomery, Alabama, tan severo que los transportistas fueron doblegados y se erradicó la práctica de la segregación, la cual después fue declarada ilegal por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. Eso fue sólo el inicio de una lucha de mayor envergadura.

El movimiento social de 1968 en México, en el que participaron estudiantes, maestros, amas de casa, padres de familia y trabajadores comenzó con un hecho aparentemente irrelevante: el resultado de un partido de futbol entre un equipo de la Vocacional 2 y la preparatoria Issac Ochoterena, incorporada a la UNAM. El 22 de julio de 1968, después del partido se produjo una riña en la Plaza de la Ciudadela entre estudiantes de la citada preparatoria y de las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico. Al día siguiente, las dos escuelas del IPN fueron apedreadas por estudiantes de preparatoria de la UNAM; la intervención policial no se hizo esperar pero fue más allá de controlar el pleito, lo hizo con una gran brutalidad. El día 24 las dos vocacionales fueron tomadas por la policía. La Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (de afiliación priista) llamó a una movilización para el 26 de julio en protesta por la agresión policíaca. El 26 de julio se llevó a cabo la marcha que coincidió con otra organizada por la Confederación de Nacional de Estudiantes Democráticos (organización del Partido Comunista) que conmemoraba el Asalto al Cuartel Moncada de Cuba. A pesar de las distancias ideológicas, al encontrarse las manifestaciones deciden unirse y enfilar su protesta al Zócalo donde se enfrentaron con la policía, cuya respuesta agresiva no terminó allí sino que tomó tres preparatorias de la UNAM, encarceló, golpeó y desapareció estudiantes. Así, lo que originalmente fue una disputa por un partido de futbol americano derivó en un movimiento político que concluyó con un baño de sangre el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, donde el gobierno puso las armas y los estudiantes la sangre, y que de muchas maneras redefinió el mapa político nacional.

En 1989, en la República Popular China, la muerte natural de Hu Yaobang, ex secretario general del Partido Comunista que había sido expulsado del gobierno por Den Xiaoping, dio pie para protestar por las reformas económicas del gobierno chino. En un inicio se protestó simbólicamente con oraciones por el fallecido, como un acto de reivindicación, y continuó con los planteamientos de quienes se sentían afectados por las reformas económicas, entre ellos, los estudiantes que pidieron reunirse con el primer ministro Li Peng, conocido como rival político de Hu Yaobang. La reunión fue rechazada, las protestas continuaron y se intensificaron. Ya no era la protesta simbólica en el funeral de un líder denostado, sino la participación de cientos de miles de manifestantes y una huelga de hambre que conseguía la atención mundial. La movilización había adquirido tales dimensiones que el gobierno de Den Xiaoping determinó usar brutalmente la fuerza para contenerla y evitar que se produjeran “sacrificios” con muertes causadas por la huelga de hambre. El resultado fue la matanza en las inmediaciones de la Plaza Tiananmen. El número de muertos se desconoce hasta ahora, pero las estimaciones van de 500 a cinco mil personas asesinadas por las fuerzas policiales chinas.

La protestas que entre 2010 y 2012 condujeron a lo que hoy se conoce como la Primavera Árabe se intensificaron también por la cruda respuesta de las fuerzas del orden, que al ser las representantes de la violencia legitimada, al igual que en otros episodios de la historia, además de los ya enumerados aquí, pierden medida y perspectiva, al responder con niveles de agresión injustificados y llevan a más protestas y a más violencia. En estos casos las redes sociales también tuvieron un papel relevante, tanto que a estas revueltas ya se les conoce como wikirevoluciones. Túnez, Egipto y Libia fueron en un inicio escenarios de protesta que terminaron en cambios de gobierno. El caso de Libia fue lastimoso por la resistencia de Muamar el Gadafi a abandonar el poder, así como la muerte y destrucción que sembró esta postura.

Hoy le toca a Turquía, pero la realidad es que en casi todos los países hay historias de problemas, pobreza, desempleo, violencia o abusos y no se sabe cuándo un asunto menor, un incidente irrelevante o un pretexto cualquiera puede detonar el rechazo de la sociedad a seguir conteniéndose o a dejar pasar los excesos del poder, ya sea público o privado.

La clase política padece una especie de ceguera ancestral para interpretar las señales de hartazgo de la población. Hemos visto, en los meses recientes, casos que deben revisarse con esta óptica: Yo soy 132, Lady Profeco, las protestas magisteriales e incluso el malestar por el apagón analógico en Tijuana donde salió regañado el presidente municipal por un insensible funcionario federal. Es preciso también tener en cuenta grupos o problemas ignorados o mal atendidos, como la violencia contra las mujeres que incluye una amplia gama de asuntos pendientes: una cuestionada impartición de justicia ante la violencia laboral, doméstica y física; la que se imparte en los casos de patria potestad donde interviene el tráfico de influencias, la difícil situación de las mujeres indígenas o las víctimas de trata de personas. Otro caso lo ofrecen las campañas electorales en curso, con personajes que sólo la complacencia de sus partidos hizo candidatos, pero sería bueno que se den una vuelta por las redes sociales y otros sitios de internet para que constaten el estupor de la población por verlos, una vez más, pretendiendo “representar” al pueblo.

Como en la obra de Carballido, Un pequeño día de ira, siempre habrá injusticias, problemas o abusos como los de la rica y asesina terrateniente, pero también siempre habrá un loco Diódoro que no acepte callarse, grite la verdad, exija justicia y sea el que convoque a la movilización. Ignorar los problemas puede conducir fácilmente a que se cumpla la sentencia del narrador: habrá pequeños días de ira, pero puede haber uno grande.

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Tacón alto.- A propósito de los problemas ignorados, entre muchas malas noticias, una alentadora. En la lista de candidatos plurinominales del Partido Nueva Alianza aparece el nombre de Irais Morales Juárez, una mujer que puede llevar al Congreso de Veracruz la perspectiva de género, la gran ausencia, hasta ahora, entre los temas de campaña.

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