Municipio libre?13/03/01
1 de marzo de 2013
Narcocorridos
13/02/22
Ahorros 13/02/02
Princesas y vaqueros 13/01/31
Evaluación Universal 25 de octubre de 2012
¡Usted no sabe quien
soy! 18 de octubre de 2012
Formar maestros11 de octubre de 2012
Juárez no debió de morir 5 de octubre de 2012
Entre la igualdad y la
censura26
de septiembre de 2012
La Carta 120920.
La causa son las mujeres
6 junio 2012
Calladitos
120321
Ambiente preelectoral
16 de marzo de 2012
Por iniciativas no paramos
10 de noviembre del 2011
Sufragio ¿efectivo?
10 de noviembre del 2011
Primera plana13 de octubre del 2011
Reprobadas 28 de julio del 2011
El equipo 21 de
julio del 2011
Marcho, luego
existo
7 de abril del 2011
Apagón analógico 23
de marzo del 2011
Realities reales
25 de noviembre
del 2010
Versada por la Independencia y la Revolución
18 de noviembre del 2010
Persignarse11 de noviembre del 2010
Ahí lo dejo 28 de octubre del
2010
Asquito 21 de octubre de 2010
Ninis 2 de septiembre del 2010
Desempleo ilustrado
26 de agosto del 2010
Soy narco pero
decente
23
de julio del 2009
|
Mujeres de la tormenta
Política en tacones
De Pilar Ramírez
8 de marzo de 2013
No es fácil ser feminista. Quizá
sea sencillo el discurso de combate femenino, lo verdaderamente
complicado es intentar la congruencia. La tarea más ardua es
construir un ambiente donde se respire el respeto a los derechos
de la mujer en general, expresado en la vida de alguien en
particular.
Ese terreno reducido
y a la vez enorme que es la intimidad del hogar se convierte en
el reto a vencer cuando se trata de los derechos de las mujeres;
es la manifestación primaria y fundamental de las ideas de
libertad femenina. Se trata de la zona donde es preciso
sacudirnos las ideas ancestrales de los “deberes femeninos”, el
lugar donde una mujer acepta o rechaza el maltrato, donde se
construye un ambiente solidario o el de la nueva esclavitud en
el que a las mujeres, además de trabajar para ganar un salario,
se le dejan las tareas de lavar, planchar, cocinar, limpiar y se
espera que lo haga con alegría como parte de su “destino”.
Cuando las mujeres se
deciden a hacer valer sus derechos en el entorno más inmediato
que es su hogar, cuando distribuyen tareas porque viven en
familia y apela a la solidaridad de sus miembros, cuando señala
que no es “ayuda” para ella sino que se trata simplemente de una
distribución más justa de los deberes domésticos o rechaza
firmemente un maltrato porque tiene el derecho a vivir con
tranquilidad y sin violencia, pueden saber si será un camino de
reaprendizaje para todos los miembros de la familia o si tendrá
que pagar con soledad la exigencia de sus derechos.
Es sólo una vida la
que vivimos, la forma en que lo hacemos depende de muchos
factores. Por eso la literatura es tan importante. No se trata
solamente de la acumulación erudita de datos o de libros leídos.
La literatura tiene, como afirma Gustavo Sainz, el valor, entre
otros, de darnos la oportunidad de vivir vidas que nunca
tendremos; yo agregaría que también, ¿por qué no?, de pensar en
nuevas formas de vida, porque los escritores de ficción inventan
historias desde la verosimilitud, por eso a veces los libros nos
cambian, pueden ser la piedra de toque para modificar el rumbo
de una vida, de un hábito o de un pensamiento, pueden
desencadenar también cambios acumulativos que terminan por
conformar una nueva forma de vivir. Los libros pueden enseñarnos
sin sentir y sin que sus autores lo pretendan.
En ese sentido, la
literatura, en general, posee un valor irremplazable para el
crecimiento personal, pero en el terreno de los derechos
femeninos, es doblemente valiosa la literatura de y para
mujeres.
Autoras, por fortuna,
hay muchas y cada vez se suman más. Así como celebramos a
Virginia Woolf, a Beauvoir, Mistral, Vicens, Sor Juana, Rosa
Chacel, Luisa Josefina Hernández, Rosario Castellanos,
Yourcenar, Poniatowska, Inés Arredondo y, afortunadamente, a
muchas más, así como leímos con entusiasmo a las pioneras, a las
que se opusieron, a las que mostraron que las mujeres tenían
algo que decir, a las que pusieron el ejemplo, hoy nos
congratulamos de la abundancia de literatura que retrata un
mundo donde las mujeres que reclaman sus derechos están
presentes, y lo abordan tanto porque es ésa su intención como
porque este hecho forma parte de su entorno.
Almudena Grandes,
Laura Martínez-Belli, Julia Navarro, Laura Restrepo y muchas
otras —la lista de escritoras contemporáneas es larga— se ocupan
de las mujeres no como tema de disertación, sino al crear
personajes femeninos que reclaman su derecho al erotismo, a
decidir si tienen hijos o no, a la participación política o a
vivir el amor sin cargas de sujeción o culpa.
En ese renglón se
ubica Celia del Palacio, espléndida escritora mexicana que ha
combinado su trabajo novelístico con la historia, que desde su
perspectiva académica ha rescatado del olvido injusto a mujeres
que han sido pieza clave en la historia de nuestro país y que ha
construido en sus novelas personajes femeninos muy de nuestros
días, personajes que dejan lecciones de vida sólo con sus
atractivas historias, que muestran cómo puede ser la vida de las
nuevas mujeres.
En la novela más
reciente de Celia del Palacio, Las mujeres de la tormenta,
encontramos entrelazadas una historia contemporánea y otra
antigua. Una que arranca desde la llegada de esclavos y esclavas
africanas a Veracruz y otra que sigue a Lilia, una científica e
investigadora universitaria contemporánea que va tras las
huellas insospechadas de Selene, su madre, activista en el
terreno de la defensa de los derechos de las mujeres. Escenarios
multicolores donde tienen cabida la fuerza mágica de Mwezi para
desatar un huracán y las pesquisas de una mujer que descubre
redes de poder en la trata de mujeres. La energía sobrenatural
de las potencias africanas materializadas en la esclava Mwezi y
en su descendencia lleva al lector a posar una mirada diferente
en la historia de Veracruz, en tanto que el grito de guerra “ni
una más” para rechazar los feminicidios se hace presente en la
vida de la protagonista que no puede rehuir su destino y sigue
los pasos de su madre. Uno de los mayores atractivos de esta
novela es que en esta historia tan actual se insertan, con si
fuera de manera muy natural, actos de hechicería en los que se
tocan las dos historias y que, de hecho, se convierten en
elemento clave del argumento.
En la novela de Celia
del Palacio aparecen mujeres de poder, pero no de poder
político, sino mujeres que deciden tomar las riendas de su
destino, mujeres cuyo poder reside en la determinación de hacer
uso de su fuerza, sus convicciones o sus atributos para los
fines que persiguen. La fuerza femenina, la energía que no
podemos explicar y una historia regional adquieren
universalidad.
En este mes de marzo,
dedicado a nosotras oficialmente, invito a que de manera
extraoficial celebremos la palabra de las mujeres, de mujeres
libres y creativas como Celia del Palacio que nos dio este
regalo tan agradecible.
www.tulancingo.com.mx
www.hidalguia.com.mx
|