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1 de marzo de 2013

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En la lona
1 de noviembre 2012

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Entre la igualdad y la censura26 de septiembre de 2012

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Por iniciativas no paramos 10 de noviembre del 2011

Sufragio ¿efectivo? 10 de noviembre del 2011

Primera plana13 de octubre del 2011

Reprobadas 28 de julio del 2011

El equipo 21 de julio del 2011
 

Marcho, luego existo 7 de abril del 2011

Apagón analógico 23 de marzo del 2011

Errores metodológicos
Política en tacones
Pilar Ramírez
ramirez.pilar@gmail.com

 

22 de agosto de 2013 

El pasado 13 de agosto, el Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, incluyó un asunto único en el orden del día de su cuarta sesión extraordinaria: el procedimiento relativo al caso del Dr. Boris Berenzon.

            El resultado fue un episodio inédito en la historia de la Máxima Casa de Estudios: el profesor de carrera Boris Berenzon Gorn fue destituido por haber incurrido “en una grave deficiencia en sus labores docentes o de investigación, objetivamente comprobada” según reportó el Observatorio de Historia en su blog, con información aportada por Aurora Vázquez, porque el acta correspondiente a la sesión no aparece todavía en la página de la FFyL.

            Esta historia dio comienzo con una denuncia de plagio contra el profesor Berenzon presentada por Juan Manuel Aurrecoechea Hernández ante el rector José Narro. Aurreocoechea es coautor —con Armando Bartra— del libro Puros cuentos, la historia de la historieta en México (1874-1934) y documentó el plagio de 18 párrafos de este libro, incluidos sin dar el crédito correspondiente en la tesis doctoral de Berenzon Re/tratos de la re/vuelta: el discurso del humor en los gobiernos revolucionarios, publicada como libro.

            Cuando esta denuncia se hizo pública, se descubrieron —o salieron a la luz— otros plagios en los que había incurrido el tramposo profesor universitario y que también fueron puntualmente documentados. Para la misma tesis, Berenzon plagió más párrafos a Carlos Monsiváis del libro Los rituales del caos, que los robados a Aurrecoechea. Miembros de la comunidad universitaria crearon un blog llamado “Yo (también) quiero tener un trabajo como el de Boris Berenzon” donde dieron cuenta de la conducta inapropiada del doctor. Allí han colgado las muestras de los textos publicados por Berenzon en los que ha hecho suyos textos escritos por otros autores. Se supo así que Berenzon no sólo plagió para su tesis de doctorado sino también para la de maestría y para varios artículos que ha publicado. Entre sus plagiados están —además de Aurrecoechea y Monsiváis— Jesús J. Nebreda, Samuel Schmidt, Francisco Miñarro y Octavio Paz.

            Pablo Picatto, exalumno de la FFyL y académico de la Universidad de Columbia en Nueva York, convocó a la comunidad universitaria a pronunciarse sobre este asunto vergonzoso, invitándola a adherirse como firmantes de una carta dirigida a la directora de la facultad y circulada por el sitio change.org, en la que exigió un pronunciamiento claro de las autoridades universitarias sobre el tema. Picatto señaló, con todo acierto, que estaba en juego tanto la reputación de la facultad como la formación ética e intelectual de los alumnos de esta escuela.

            Berenzon presentó ante el Consejo Técnico una carta de defensa en la que sus mejores argumentos fueron haber cometido “errores metodológicos”, (en los que supuestamente habría incurrido por no colocar las comillas para señalar la autoría de otros) y ser víctima de una campaña de difamación que, según él, deja ver el tono antisemita del blog que se abrió para denunciar sus tropelías académicas.

            El indecoroso episodio no es motivo de vergüenza sólo para Berenzon sino para cualquier miembro de la comunidad universitaria, por ello la decisión del Consejo Técnico de la FFyL estuvo apenas a la altura del daño que el profesor, con más de 25 años de servicio, infligió a los autores plagiados, a la FFyL y a la UNAM misma. Universidades de mucho prestigio como Princeton o Columbia tienen entre sus códigos de honor o de regulación universitaria castigos muy severos para la deshonestidad académica. La ejemplaridad del castigo para Berenzon trasciende la trampa y deshonestidad de un caso individual. Por otro lado, el asunto no ha concluido, pues ahora pasa al Consejo Universitario.

            Desafortunadamente, el profesor Berenzon no es, ni con mucho, el único aficionado al ejercicio de cortar y pegar. Los modernos Fantomas que se han entregado al nada refinado arte de hurtar el trabajo intelectual son, más bien, legión. La farsa del conocimiento viene en muchas y variadas envolturas: estudiantes de todos los niveles, maestros, periodistas y académicos del Sistema Nacional de Investigadores como el propio Berenzon.

            Hace tiempo narré el caso del reportero de La Jornada, Arturo Cruz Bárcenas, quien en una nota sobre el arpista veracruzano Andrés Huesca tomó, sin dar crédito, párrafos completos que el investigador Rafael Figueroa publicó originalmente en un libro y del que circulan, con su autorización, algunos extractos en ciertas páginas de internet. El investigador le envió una carta a Carmen Lira, directora del diario, pidiendo la aclaración pública. El reportero, quien, a diferencia de Berenzon, no perdió su trabajo, respondió: “en relación con la carta del señor Rafael Figueroa Hernández, debo decir que sí tomé algunos párrafos de su artículo difundido en Internet. Si eso le creó algún problema, no fue esa la intención”. La respuesta no podía ser más pedestre, pues el reportero no le enseñó la lengua a un niño sino que incurrió en robo intelectual. Se trata por cierto, del diario que le ha dado buena cobertura al caso Berenzon, pero parece que no nos gusta predicar con el ejemplo.

            Hace varios meses tuve en mis manos una tesis de doctorado cuyo autor pretendía la utilización de recursos públicos para que se publicara como libro. Me pareció sospechoso que el capitulado y distribución de los textos estuviesen mal trabajados pero los textos bien escritos. Es decir no había correspondencia entre la calidad de la escritura que era aceptable aunque desigual y la estructura que resultaba definitivamente deficiente. Decidí googlear pasajes del libro y descubrí que prácticamente todo fue cortar y pegar, incluidas las palabras del autor. Afortunadamente los responsables rechazaron la pretensión de este “doctor”.

Comentando el asunto con personas del ámbito académico surgen historias en cuya veracidad uno no desea creer: un “doctor” SNI que utiliza su cargo para presionar a otros investigadores a incluirlo como autor en sus trabajos a cambio de hacer la traducción al inglés. Otro más que condiciona la contratación de investigadores a ser coautor en los textos que produzca el investigador contratado.

Conacyt ha sido señalado en diversas ocasiones porque se sospecha que ha aprobado como miembros del Sistema Nacional de Investigadores a personas que no cubren los requisitos.  Así, el caso Berenzon coloca de nuevo en el debate un tema por demás lamentable: la corrupción en el ámbito académico, que resulta más lastimosa debido a que si en algo quisiéramos creer es en quienes producen conocimiento, pero casos como el del profesor de la FFyL y otros parecidos nos hacen presentir que no hay espacio en nuestro país que se salve de esa terrible epidemia causante de muchos males nacionales llamada corrupción.  Por ello, la responsabilidad que tiene ahora el Consejo Universitario es mayor, pues su pronunciamiento debe despejar cualquier duda sobre la postura institucional hacia la deshonestidad académica; de ratificarse la medida ejemplar que tomó el Consejo Técnico de la FFyL se favorecerá la transparencia, llegará una ola de viento fresco a la credibilidad institucional y podemos confiar en que dé inicio un proceso de limpia que sirva además de ejemplo para el resto de las universidades. Esos casos de los que muchos hablan y nadie documenta tendrían que ser cada vez menos, pues como bien dice Juan Villoro “los rumores castigan más que los tribunales”. La UNAM debe hacer que la estafa académica no tenga posibilidad de esconderse en el eufemismo del “error metodológico” sino que se le sancione directamente y sin disimulo.

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