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Ocho de marzo

Pilar Ramírez: Política en tacones
ramirez.pilar@gmail.com

5 de marzo de 2014

En el día de la mujer
ni flores, ni pensamientos
mucho menos monumentos,
engaños de Lucifer
usados para esconder
nuestro derecho a la vida,
no servil ni sometida
sin abuso ni violencia
sino justa, con decencia
y con la igualdad debida.

Se aproxima el ocho de marzo, día dedicado internacionalmente a las mujeres y llegará sin motivo alguno de celebración, porque durante los casi trescientos sesenta y cinco días que han transcurrido para que se cumpla un aniversario más de esta fecha instaurada en 1911 para conmemorar las luchas de las mujeres por sus derechos, la situación de la población femenina estuvo lejos de mostrar avances que permitan creer en un tránsito hacia el camino de la equidad y el respeto a sus derechos.

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            El párrafo que abre esta entrega de “La política en tacones” es el mismo de hace cuatro años e igualmente aplicable a la situación actual. En el plano institucional, los institutos de las mujeres representaban una leve esperanza para horadar la falta de perspectiva de género, sin embargo, los resultados son desiguales. En algunos casos están al frente mujeres con trayectoria en el tema de género, sea como activistas, legisladoras o académicas, pero en otros los puestos son “deudas de campaña” o simplemente favores políticos.

            Ha faltado, y quizá la heterogeneidad en los horizontes de quienes llevan las riendas de estas dependencias es en parte responsable, una visión de conjunto para ir derribando los problemas más severos. Uno de ellos es el presupuestal. No se han logrado avances significativos en la definición de presupuestos con perspectiva de género, tampoco políticas públicas tan sólidas que sean capaces de sortear los vaivenes políticos determinados por la persona que ocupa el cargo.

            No ha habido tampoco la voluntad política para atender uno de los problemas más visibles en la obstrucción del goce de los derechos de las mujeres: la impartición de justicia. La violencia verbal, la discriminación, el acoso laboral, la violencia económica, la obstétrica, la psicológica y la violencia feminicida están a la orden del día.

            Continúan apareciendo los casos de hombres con poder político y económico que utilizan para inclinar ilegalmente la justicia a su favor en los casos de divorcio y, especialmente, en los de custodia.

            Prácticamente todos los días las páginas de los diarios de muchas partes del país dan cuenta de que la violencia feminicida continúa siendo una práctica recurrente. Existen leyes que castigan este delito, sí, pero la ley por sí sola no detiene a los asesinos de mujeres. Este delito sólo disminuirá si el aparato de justicia demuestra voluntad y eficiencia para que ello suceda. Cuando una mujer es asesinada, los ministerios públicos se resisten a tipificarlo como feminicidio, si una mujer es agredida hacen todo lo posible para rehuir señalar esto como delito de género. ¿Por qué? Porque es más fácil dado que no tienen perspectiva de género. La capacitación no ha sido suficiente. Quizá es momento de pensar en una formación especial para designar a los responsables de estas tareas.

            La maternidad, que era el símbolo femenino por excelencia, adornada de valores como el sacrificio, el amor incondicional y la entrega ya tampoco es tan apreciada. Son muchos los casos, y eso sólo los que aparecen en los noticiarios nacionales, de mujeres que son tratadas indignamente en el momento de parir. Mujeres que han tenido que pasar el trance del parto en una sala de espera, en la calle o en un vehículo porque las instituciones de salud han llegado a un nivel tal de insensibilidad que ofrecen un trato áspero, irrespetuoso, indigno y poco profesional a las mujeres embarazadas. Se trata claro, de instituciones de salud públicas, lo cual conlleva también un tufo de discriminación de clase.

            Persiste la negativa a reconocer el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, a definir, tal como lo disfrutan desde hace muchísimo tiempo los hombres, cómo quieren vivir su sexualidad y si desean o no ser madres. Los grupos más conservadores del país no cejan en su intento de decidir desde un congreso o una oficina no sólo el destino de las mujeres sino de hijos cuyo futuro es sumamente incierto.

            Acerca de esa carga ancestral que nos han asignado a las mujeres, de tener el deber de mostrar un comportamiento apegado a valores que tampoco nosotras elegimos, baste sólo una muestra: las tres clínicas del IMSS en la ciudad de Matamoros, en Tamaulipas determinó prohibir el ingreso a sus instalaciones a las mujeres que vistan minifaldas o escotes “provocativos”, “para evitar situaciones de provocación” explicó el elocuente y perspicaz director de la clínica 79.

            Por todo lo anterior, tal como lo señalo en la décima que abre esta colaboración, no esperamos rosas, regalos ni elogios en lugar de nuestros derechos. Ya aceptaremos con gusto esos pequeños regalos cuando nuestro mundo sea más igualitario.

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