Licencia de maternidad 04/08

¿Evaluación a funcionarios? 14/03/26

Humilladas y ofendidas 14/04/14

Normalito 14/03/12

Ocho de marzo 14/03/05

Prensa, no dispares 14/02/25

Dame un like 14/02/19

Un paso adelante, dos atrás 14/02/06

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¿Tiene género la inteligencia? 14/01/21

Paternidad responsable 14/01/15

Certificado de regalo 14/01/07
 

Extranjero 13/12/10
 

Paqueros digitales 13/12/06

 

¿De naranja? 13/11/28

TKM Baby 13/11/21
 

Serias y recatadas  13/11/15
 

Dr. Jekyll y Mr. Hyde 13/11/07

Violencia 13/11/01
 

Todos los derechos 13/10/24
 

Administrar y gobernar 13/10/11

Señorita Laura 13/10/03

Ingrid, Manuel y otras calamidades 13/09/27 

Acuerdos y liderazgos 13/09/18

Protestas 12/08/30

Errores metodológicos 13/08/22

Veracruz es salsa 13/08/16

Ni todo el amor ni todo el dinero 16/08/2013 

Así como digo una cosa digo la otra 13/07/12

El gran Cronopio 13/06/19

¡A maullar se ha dicho! 12/06/12

Un pequeño día de ira 13/06/06

Escaneo político 13/05/30

MEIF 13/04/25

Madres activistas de Xalapa 13/04/18

Maricas y puñales 13/04/11

MegaGolpe 13/04/04

Medios públicos 13/03/21

Enredos 13/03/15

Mujeres de la tormenta 13/03/08

Municipio libre?13/03/01

Narcocorridos 13/02/22

Ahorros 13/02/02

Princesas y vaqueros 13/01/31

Alternancia 13/01/25

De cal y arena 12/12/20

Pacto por México 12/12/16

Muñecas y pistolas 12/11/30

Tiempos de progreso  12/11/15

Adiós al PAN 12/11/08

En la lona 12/11/01

Evaluación Universal 12/10/25

¡Usted no sabe quien soy!  12/10/18

Apóstoles y cabecitas blancas

Pilar Ramírez: Política en tacones
ramirez.pilar@gmail.com

15 de mayo de 2014 

El festejo del 10 de mayo trajo el consabido bombardeo publicitario que persigue ferozmente elevar las ventas de industrias a las que sólo les interesan las mujeres que hayan parido y cuyos lazos familiares y afectivos les garanticen la venta de sus productos.

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            Como tantos otros años, con los mensajes más empalagosos, amelcochados, cargados de amor con culpa y fantasiosos como de telenovela mexicana, como de programa de la señorita Laura para acabar pronto, la industria publicitaria desplegó sus estrategias para conminar a maridos, hijos, hijastros, yernos y nueras a comprar a las mamás lavadoras, secadoras, planchas, vajillas, relojes, cremas, perfumes, teléfonos celulares, ropa, zapatos, boletos para conciertos, automóviles, boletos de avión, viajes, flores, joyería, cuentas bancarias, invitaciones a restaurantes, tratamientos de belleza, bolsas, carteras, ropa de cama, computadoras, mascotas y cirugías estéticas, entre los muchos productos que inundaron la prensa escrita, espectaculares, radio, televisión e internet.

            Claro que la situación económica está tan difícil que las campañas tienen que ser cada vez más agresivas y más lacrimógenas para convencer a los potenciales compradores a pagar o endeudarse, pero qué importa “ella lo vale”, “cualquier sacrificio es poco comparado con lo que ella nos dio” y frases por el estilo. Además de los anuncios, menudearon las ventas nocturnas y las promociones a meses sin intereses con tal de que los compradores se animaran a demostrarle “su amor a mamá”, a la “que nos amó antes de conocernos”, a “la cabecita blanca que padeció desvelos por cuidar de nosotros”, porque el 10 de mayo es el momento de “demostrar”, de “retribuir”, etcétera, en el toma y daca amoroso que sólo adquiere forma corpórea en un regalo.

            A la industria no se le ocurrió promover gorras y tenis para que las madres asistan a las protestas como la que protagonizaron mujeres el primero de mayo para exigir sus derechos laborales; ofrecer códigos penales para que las madres conozcan los tipos de violencia que están tipificados como delitos y sepan actuar en consecuencia cuando son agredidas; cartulinas y plumones para que las madres con hijos desaparecidos escriban los letreros que llevan a los plantones para exigir a las autoridades judiciales la presentación de sus hijos, para exigir servicios de salud decorosos, para protestar por la inequidad laboral, por los feminicidios, por la discriminación salarial, por la injusticia para las mujeres indígenas y certificados de regalo para servicios jurídicos con el fin de hacer frente a las múltiples injusticias que padecen a diario muchas madres de familia.

            La industria se olvida siempre de esas madres de familia que cuando luchan por sus derechos están dando verdaderas lecciones de equidad, libertad, inteligencia, respeto por la tolerancia y están preparando a sus hijos a hacer lo mismo. Esas madres están olímpicamente olvidadas por la radio y la televisión, porque podrán, sin duda, disfrutar un regalo pero no se creen los mensajes de un amor que sólo existe un día y tampoco necesitan que un redactor de anuncios intente darle forma al amor de sus hijos y que siempre resulta en frases trilladas y vergonzosas de tan primitivas y elementales. Son las madres incómodas para la industria, pero son también las madres de carne y hueso, la nuestra, la vecina, nuestra compañera de trabajo.

            En contraparte, el otro festejo de mayo, el Día del Maestro, está vez no resultó atractivo —como en otros años— para invertir en anuncios y tratar de vender productos para la ocasión. Eso no estaría mal si fuese por razones de sensatez, pero mueve a duda que la industria no le invierta al Día del Maestro cuando se han inventado festejos a más no poder para impulsar la economía: día de la secretaria, del compadre, del músico, del arquitecto, de la enfermera, del periodista, del compositor, de los abuelos y, no lo van a creer, hasta el día del licenciado en turismo. No es difícil pensar que pudiera ser una secuela de la Reforma Educativa, o, para ser más precisos, del manejo que las autoridades hicieron de las protestas magisteriales que rechazaban la reforma.

El propio secretario de Educación, en el afán de lograr la aprobación, primero de la reforma constitucional y después de las leyes secundarias, alimentó un ambiente de crispación en contra de los maestros en cadena nacional, en las ocasiones en que iba a rendir informe al secretario de Educación adjunto, Carlos Loret de Mola, ponía a los maestros como lazo de cuino. Hizo ver a todos los docentes como corruptos (como si todos fueran aviadores y comisionados que cobran sin trabajar), ignorantes que quieren esconder su falta de conocimiento y por eso rechazan ser evaluados y ser además los responsables de que la educación en México se encuentre en tan mal estado.

            La Revolución Mexicana hizo de la docencia una imagen de apostolado, quizá útil para el momento en que surgió, pero que prevaleció cuando ya las condiciones habían cambiado radicalmente. Al igual que las cabecitas blancas (las mamás), este simbolismo de entrega y sacrificio, impidió ver a los maestros como lo que son: trabajadores de una profesión con una gran responsabilidad como es la educación de los niños y jóvenes mexicanos, pero profesionales al fin, con responsabilidades y también con derechos. Ahora que el magisterio rechaza una reforma que responsabiliza individualmente al maestro de las deficiencias del sistema educativo como si el maestro no fuese producto de ese mismo sistema, y pretende castigarlo como si fuese el único culpable, se le señala y se le estigmatiza. Se generalizan las descalificaciones y se coloca a los maestros en un nivel muy bajo en la escala social.

Nos gustan los sacrificados y los apóstoles, las cabecitas blancas amorosas y sumisas, porque esas imágenes venden, pero ese mismo sistema que nos vende esos símbolos no hace escamotearles nuestro amor y nuestro respeto a madres que luchan por sus derechos y a maestros que quieren una situación laboral donde se repartan de manera más justa las responsabilidades, por eso ahora no merecieron regalo en el Día del Maestro.

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